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En todos los casos la información
utilizada corresponde a la Encuesta Nacional de Hogares sobre
Niveles de Vida y Pobreza ejecutada por el INEI entre octubre
y diciembre de 1996, a nivel nacional en los 24 departamentos
y la Provincia Constitucional del Callao, tanto en el área
urbana como en el área rural. El ingreso familiar por
persona fue la variable de análisis.
Un primer resultado es que, a pesar
de que los niveles de pobreza y desigualdad de los ingresos en
el Perú se han reducido en los últimos años,
los niveles actuales son aún elevados en el contexto de
los países de América Latina.
En 1996, el 10 % de la población
más pobre obtuvo el 2 % del ingreso total, mientras que
el 10 % más rico recibió el 33 %, siendo el ingreso
percápita de este grupo 18 veces más grande que
el primero. En el estudio se muestra que la distribución
del ingreso al interior de las regiones del país es muy
similar, razón por la cual los niveles de pobreza dentro
de cada una de ellas se explicaría fundamentalmente por
las diferencias en los niveles de ingreso percápita.
Las estimaciones efectuadas indican
que la pobreza afecta a 10.4 millones de peruanos (43 % de la
población), alcanzando esta situación en el ámbito
rural a la mitad de sus habitantes y en el ámbito urbano
al 38 %. En términos absolutos, la mayor cantidad de pobres
se encuentra en la sierra rural (más de 3 millones de personas),
siguiéndole Lima Metropolitana (2.7 millones). Los más
pobres son los pobres de la Selva Rural, debido a que sus ingresos
en promedio cubren solo el 58 % del valor de la canasta mínima
de consumo, mientras que los menos pobres son los pobres de Lima
Metropolitana, ya que sus ingresos cubren el 67 % de dicha canasta.
La extrema pobreza alcanza a 4.6 millones de peruanos, encontrándose
el mayor número de ellos en la Sierra Rural (con 1.8 millones
de habitantes).
Los pobres tienen una menor probabilidad
de que se integren a la fuerza laboral. Los que tienen la oportunidad
de trabajar, lo hacen fundamentalmente en el sector informal (en
el ámbito urbano) y en la agricultura pequeña (en
el ámbito rural), es decir, en la microempresa, como autoempleados
y con bajos niveles de calificación. Asimismo, son los
pobres quienes tienen mayores tasas de desempleo, siendo mucho
mayor este problema en el ámbito urbano que en el rural.
La tasa de desempleo de los pobres extremos urbanos es casi tres
veces mas alta que la de los no pobres.
En el estudio se ha probado que existe
una relación muy estrecha entre educación y pobreza
debido a que cuanto más nivel educativo tiene el jefe del
hogar, mayor es el nivel de ingreso percápita familiar.
La pobreza extrema en el ámbito urbano se reduce de 16
% a 2 % al pasar del nivel educativo más bajo del jefe
(sin nivel o preescolar) al más alto (superior universitaria).
Se observa que una de las expresiones
del bajo nivel educativo de los pobres es el alto porcentaje de
estudiantes con edades mayores a la norma para el nivel educativo
al que asisten. Este problema es mayor en el ámbito rural
donde más de la mitad de los matriculados con edades entre
12 y 16 años (edad normativa para la instrucción
secundaria) que viven en extrema pobreza, cursan algún
grado de educación primaria.
También se ha probado que la
educación es el factor más importante, entre los
considerados en el estudio, que explica la desigualdad de los
ingresos en el Perú. A su vez, este factor, y algunos
otros referidos a las características del mercado laboral,
son elementos importantes que ayudan a explicar los niveles de
bienestar de un hogar.
Un hogar del ámbito rural cuyo
jefe tiene un nivel educativo de secundaria proporciona a su familia
un nivel de bienestar 8 % más alto respecto a un hogar
con jefe sin nivel o solo con nivel de primaria. Para un hogar
del ámbito urbano, el impacto de la educación secundaria
es mucho más reducido ya que tal porcentaje alcanza sólo
al 4 %, por encima del nivel de primaria..
Se observa que los retornos de los niveles
superiores de educación son bastante más altos
para los hogares rurales que para los urbanos. La educación
del cónyuge no tiene importancia para elevar los ingresos
familiares en el ámbito rural, aunque sí en el urbano,
debido a que la educación superior de tal miembro proporciona
al hogar 11 % más bienestar que un hogar sin tal atributo.
En suma, puede decirse que el mercado remunera más a quienes
tienen nivel de educación superior y remunera muy poco
a quienes tienen educación inicial o primaria.
La categoría de "empleador
o patrono" del jefe de hogar reporta a la familia un bienestar
mayor (55 % en el ámbito rural y 35 % en el urbano) que
las otras categorías. El hecho que el jefe de hogar urbano
labore en la agricultura implica una desventaja para la familia
ya que sus ingresos son menores frente a quienes tienen al jefe
en cualquier otra actividad. En el ámbito rural, los jefes
de hogar que trabajan en el comercio, transportes, comunicaciones,
minería y construcción muestran ingresos familiares
entre 21 % y 24 % más altos que quienes trabajan en otros
sectores.
En el ámbito urbano el tamaño
del centro laboral es mucho más importante que en el rural
ya que los jefes de hogar que no laboran en la microempresa reportan
niveles de bienestar familiar entre 13 y 15 % por encima de aquellos
que si laboran allí.