El estudio ha tenido como objetivo identificar los factores que determinan el ingreso de los jóvenes que trabajan en el país y, sobre esa base, construir un modelo de regresión que permita explicar dichos ingresos.
Siguiendo a las Naciones Unidas1, definimos a los jóvenes como las personas entre los 15 a 24 años de edad. En todo el mundo, en 1995 sumaban 1 030 millones, siendo el 51% de sexo masculino y el 49% de sexo femenino. La mayoría, el 60%, estaba en Asia en desarrollo, el 15% en Africa y el 9% en América Latina. Sólo el restante 16% vivía en los países desarrollados. La proporción de la población juvenil como parte de la población global total, ha disminuido de 19,4% en 1985 a 17,8% en 1995, y será 16% el 2025.
En el Perú, en 1995 la población juvenil era el 20,7% de la población nacional total, o 4 millones 871 124 personas, de las que 50,1% eran de sexo masculino y el 74,4% vivía en el área urbana. Para el año 2 000 se proyecta una población juvenil del 20,4% del total, que bajaría al 15,1% para el 2 030.
En términos económicos la juventud es, potencialmente, el sector más importante de la población. Constituye la fuerza que, en la siguiente generación, va a ser el eje de la población económicamente activa y, por lo tanto, el factor de producción fundamental. Sobre esta base, también se va a constituir en el principal grupo socio - cultural y político.
Como plantea el Banco Interamericano de Desarrollo2, en estos momentos la importancia de la juventud se hace mayor en América Latina, debido al proceso de transición demográfica por el que las tasas de fertilidad están cayendo, un gran número de niños se convierten en jóvenes y entran a la población económicamente activa, y el número de ancianos todavía es relativamente bajo. Pero esta transición demográfica también acentúa la urgencia de políticas que potencien a la juventud, en tanto sólo tendrá vigencia en las próximas 2 décadas.
Las Naciones Unidas reconocieron el papel decisivo de la juventud en la "Declaración sobre la promoción entre la juventud de las ideas de paz, respeto mutuo y comprensión entre los pueblos", emitida en 1965. Posteriormente calificaron a 1985 como el "Año Internacional de la Juventud". En 1995 las Naciones Unidas adoptaron el "Programa mundial de acción para la juventud para el año 2000 y hacia delante", en un intento de enfrentar directamente los problemas de los jóvenes con relación a la educación, el empleo, el hambre y la pobreza, la salud, el medio ambiente, la drogadicción, la delincuencia juvenil, la falta de recreación, la discriminación de género, y la falta de participación en la sociedad.
La urgencia de este programa se basa en la comprensión de que los cambios que se han dado en el mundo en las últimas décadas, han generado no sólo mayores posibilidades, sino también obstáculos para el desarrollo juvenil. Entre éstos, el aumento de las desigualdades económicas y sociales, la falta de oportunidades para la educación y la capacitación, altos niveles de desempleo, aumento del hambre y las enfermedades, deterioro ambiental, crecimiento de la drogadicción la delincuencia, y conflictos armados, entre otros. Estos obstáculos son mayores en los países en desarrollo.
Datos de las Naciones Unidas muestran que en 1995, sólo el 11% de los jóvenes del mundo tenía un ingreso promedio de más de 10 mil dólares al año, mientras el 64% tenía un ingreso promedio menor a los mil dólares. El 15% de la juventud mundial era analfabeta, siendo la mayoría mujeres. En los países en desarrollo, había 57 millones de jóvenes analfabetos de sexo masculino, y 96 millones de sexo femenino. Más del 1% de los jóvenes en el mundo había contraído el sida.
En el Perú, en 1995 el 11,3% de la población total mayor de 15 años era analfabeta, y el índice de analfabetismo subía a 17% si se consideraba sólo a la población femenina. El 33,6% de la población juvenil de 15 a 19 años estaba en la población económicamente activa, pero el 8,3% de los hombres y el 9,9% de las mujeres estaba desempleado. De la población juvenil de 20 a 24 años, el 56,7% era parte de la población económicamente activa, con un 10,9% de desempleo entre los hombres y un 11,6% entre las mujeres. La juventud era uno de los sectores con menos oportunidades de empleo, dado que la tasa total de desempleo nacional era de 7,1%.
De esta manera, se debilita la contribución fundamental que la juventud debe dar a la sociedad, particularmente en América Latina y las regiones en desarrollo. Por eso es necesario identificar, cuantificar y evaluar los problemas juveniles, y hacer un diagnóstico de la situación de la juventud en cada país, para tomar las medidas necesarias para su desarrollo. Se percibe que muchos de los problemas tienen que ver con el hecho de que los países latinoamericanos padecen la mayor desigualdad del ingreso en el mundo. La mayoría de jóvenes viven en condiciones de pobreza que, a su vez, impiden el acceso a servicios básicos como la educación y la salud, y dificultan aún más la obtención de trabajo. Hay un trampa de la pobreza o círculo vicioso que acentúa la pobreza juvenil, y genera tensiones sociales y políticas, que en muchos países ha llegado a niveles extremos.
En el último período, se han realizado estudios importantes sobre la desigualdad del ingreso en el Perú, principalmente por el Instituto Nacional de Estadística e Informática. Al igual que los estudios globales y regionales del Banco Mundial y del BID, muestran que la desigualdad del ingreso no sólo es consecuencia de la estructura de propiedad y de las clases sociales. También estaría generada por la desigualdad de salarios que, por su lado, estaría determinada por las diferencias en la educación, la discriminación de género, las brechas entre el empleo formal e informal y entre el urbano y el rural, y otras formas de segmentación del mercado de trabajo.
La mayoría de los estudios llegó a establecer una relación estrecha entre la educación y los ingresos, teniendo como vínculos al crecimiento económico en general, y al empleo en particular. Un estudio del Banco Mundial3 que abarca a 58 países en el período 1960-1985, mostró que en la mayoría de países en desarrollo, la educación es uno de los factores determinantes del Producto Bruto Interno real. Un año más de estudios sobre el promedio, puede impulsar un aumento de hasta 3% del PBI real.
Otro estudio4 con datos de 1986 de la misma institución, comprobó una correlación positiva entre la escolaridad y los salarios, tanto entre hombres y mujeres, en países desarrollados y en desarrollo. Para el Perú, se podía concluir que el rendimiento económico de la educación, era más alto en las mujeres que en los hombres. También sobre el Perú, un estudio del Banco Mundial5 dio a conocer en 1991, que a medida que aumentaba el nivel educativo del jefe de la familia, mejoraba el gasto promedio per - cápita. El gasto pasaba de 430 soles para una educación nula o inicial, a 1 429 soles para una educación universitaria completa.
Según el Banco Mundial6, el decil de la población más pobre en el Perú, tiene un promedio de 3,87 años de educación para las personas de 25 años, y tasas de 53% y de 33% de culminación de la educación primaria y secundaria respectivamente, para las personas entere los 20 a 25 años. En el decil de la población más rico, los indicadores aumentan a 10,8 años, 95% y 97% respectivamente.
Un estudio reciente del INEI7 confirma estos resultados, y muestra nuevas relaciones entre la educación y los ingresos en el país. Así, en el área rural, el paso de la educación primaria a la secundaria eleva los ingresos en 25%, y de la secundaria a la universitaria los eleva en 82%. Para el área urbana, los porcentajes respectivos son de 14% y 112%. Una de las principales contribuciones del trabajo del INEI, es la evaluación del potencial de los niños para lograr un futuro de mejores ingresos, a través de la educación. Por intermedio de indicadores como la asistencia escolar, la sobre - edad y la desaprobación, se demuestra que los ingresos reducidos y la pobreza obstaculizan a su vez la educación y la capacitación.
Hay que anotar, sin embargo, que no habían estudios específicos sobre el ingreso de los jóvenes y sus factores determinantes. Con relación a los grupos poblacionales, las instituciones como el INEI prestaban mayor atención a los niños y a las mujeres, tanto a nivel de estudios como de conferencias y publicaciones8.
El estudio que hemos realizado, contribuye a superar este vacío, investigando en concreto la situación del ingreso de la juventud. Usamos la información primaria proporcionada por la Encuesta Nacional de Hogares 1998-II del Instituto Nacional de Estadística e Informática, y asumimos el enfoque del capital humano y las nuevas teorías del crecimiento. Sobre esa base, aplicamos el análisis factorial y construimos un modelo de regresión de los factores que determinan el ingreso de los jóvenes que trabajan, teniendo en cuenta el área geográfica, la edad y el sexo.
La hipótesis central de la investigación, fue que el factor fundamental en la determinación del ingreso por trabajo, es el nivel de educación. Los resultados mostraron que la educación tiene efectos positivos sobre el ingreso, pero no ratificaron la hipótesis, concluyendo mas bien que las variables fundamentales en la determinación del ingreso de los jóvenes que trabajan, son la rama económica en la que laboran y la categoría ocupacional que tienen. Es decir, variables que dependen del desarrollo económico alcanzado por el país, que por otro lado también influye sobre las posibilidades de acceso a la educación de las mujeres y de los jóvenes de familias pobres.
Es por eso que con relación a la necesidad de mejorar el ingreso de los jóvenes que trabajan y superar las grandes desigualdades existentes, la investigación recomienda no sólo promover la educación, fundamentalmente la superior y la universitaria. También recomienda, y de una manera prioritaria, implementar políticas económicas que desarrollen las ramas, las categorías ocupacionales y las condiciones que son determinantes en el ingreso juvenil y en el acceso a la educación de los jóvenes, básicamente de las mujeres y de los que pertenecen a los sectores pobres.