La información básica utilizada para la estimación de los niveles de mortalidad infantil y fecundidad, proviene de los Censos Nacionales de Población de 1993. También se han utilizado los resultados de otras investigaciones específicas.
De hecho, el uso de la información censal tiene limitaciones de acuerdo al tipo de variable que se investigue. |
Así por ejemplo la no declaración de los hijos nacidos vivos y los hijos fallecidos antes de cumplir el primer año de vida, se hace más evidente para algunas sub-poblaciones, las que pueden ser diferenciadas según características determinadas, asociadas casi siempre con las condiciones de desarrollo socio-económico de cada grupo de población. | La educación, es una de las variables "que mejor pueden predecir" y explicar los niveles de fecundidad y mortalidad infantil. |
En el caso de las comunidades indígenas de la Amazonía puede ser que debido al alto nivel de analfabetismo y el nivel de educación en especial de las mujeres, haya sido mayores los errores de omisión, tanto en la declaración de hijos nacidos vivos como en aquellos fallecidos antes de cumplir el primer año de vida. De ahí que la información básica para calcular los niveles de mortalidad infantil y fecundidad, ha sido evaluada de acuerdo al método planteado
por Brass (1973).
En diferentes estudios se ha demostrado que existe una asociación positiva entre el número de nacimientos y la muerte de los niños antes de cumplir su primer año de vida. "A mayor número de muertes infantiles, de acuerdo a la edad de la madre y el orden de nacimiento, mayor será la reducción en el intervalo medio de nacimientos y, por ende mayores los niveles medios de fecundidad". En otras palabras, cuando se controla por paridez y edad de la madre, el tiempo de exposición al riesgo de concebir se incrementa la incidencia de la mortalidad infantil. Así se podría decir, que seleccionar familias que han sufrido la experiencia de la mortalidad infantil equivale a seleccionar familias con mayores niveles de fecundidad (Baldión, 1980). |
También se debe mencionar la importancia de los factores socio-económicos, entre ellos la educación, como una de las variables "que mejor pueden predecir" y explicar los niveles de fecundidad y mortalidad infantil en los diferentes contextos sociales. Se dice que "la educación de los padres, en especial de la madre, influye en la elección de la pareja para casarse; puede afectar las preferencias de los padres por los hijos. Ciertamente ejerce una influencia en los ingresos de las mujeres que entran a la fuerza laboral, evidentemente afecta la productividad de la madre en la labor que realiza en el hogar, incluso la crianza de sus hijos. Probablemente influye en la incidencia de la mortalidad infantil, y es indiscutible que modifica la capacidad de los padres para controlar el número de nacimientos" (Theodore W. Schultz, 1979).
El estudio realizado por Ramos (1995), con datos del Censo Nacional de Población de 1993, demostró que, si bien es cierto que cada nivel o grado mayor de educación de los padres influye en determinar un menor número de hijos, esto no se percibe cuando las diferencias educativas son pequeñas. Así las mujeres que estudiaron sólo hasta tercer año de primaria tienen el mismo número de hijos que las que no tienen ningún nivel de educación; del mismo modo, las que tienen algún año de secundaria tienen el mismo promedio de hijos que las que estudiaron sólo hasta la primaria completa. | Las mujeres que estudiaron durante 11 años o concluyeron su secundaria tienen una diferencia hasta de tres hijos menos de las que no tienen estudios. |
En cambio las mujeres que estudiaron durante 11 años o concluyeron su secundaria, sí tienen una diferencia hasta de tres hijos menos que las que no tienen estudios, y 1.6 hijos menos que las que tienen primaria completa. Llegado al nivel superior ya no se encuentran mayores
diferencias entre quienes tienen superior universitaria completa,
incompleta o superior no universitaria.
En cualquier contexto la muerte de un hijo, en familias que habían definido el número ideal de hijos, obliga a procrear hijos adicionales. Si ello es cierto para sociedades más desarrolladas, se replica con creces en aquellos contextos de pobreza, en donde se experimentan altos niveles de mortalidad infantil, y si una familia desea tener 4 hijos, tendrá que procrear como mínimo 6 hijos. |
Existen dos grupos de factores que están
directamente asociados a los nacimientos y la muerte de los niños
antes de cumplir su primer año de vida.
El primer factor determinante es el estado nutricional de la población, que incluye la nutrición de la madre y el niño, ya que la desnutrición materna condiciona el bajo peso del bebe al nacer y genera complicaciones en el embarazo, el parto y el puerperio. El segundo factor es demográfico, y tiene que ver con la edad de la madre, el intervalo entre nacimientos y el orden de éstos. Ambos factores en el caso de las comunidades indígenas presentan indicadores negativos. Si recordamos que las mujeres inician su ciclo reproductivo a edades muy tempranas, las adolescentes de 12 a 14 años de edad en promedio tienen 1 hijo y las de 15 a 19 años tienen un promedio de 2 hijos. | La educación y el lugar de residencia de las madres son factores que inciden en las marcadas diferencias de la fecundidad y la mortalidad infantil |
Antes de entrar al análisis de
las diferencias de los niveles de mortalidad infantil y fecundidad
en las comunidades indígenas es preciso tener una idea
panorámica del comportamiento de ambos indicadores a nivel
departamental, donde se encuentra dicha población. El promedio
nacional esconde grandes brechas de los niveles de mortalidad
infantil y fecundidad entre cada uno de los departamentos y en
las comunidades indígenas esas diferencias son aún
mayores.
La educación y el lugar de residencia de las madres son factores que inciden en las marcadas diferencias de la fecundidad y la mortalidad infantil. Si bien, el promedio nacional de hijos por mujer a 1993 fue de 3.4 hijos, al interior del país difiere de acuerdo al desarrollo socio-económico-cultural de cada región. Así, el comportamiento reproductivo de la población en Lima metropolitana representa el nivel más bajo de fecundidad con 2.2 hijos por mujer, seguido por el resto de la costa con 3.1 hijos. La sierra y la selva presentan niveles similares con 4.5 y 4.7 hijos por mujer respectivamente. La mortalidad infantil como la fecundidad muestran marcadas diferencias entre una comunidad indígena y otra. Así, el promedio para cada una de las comunidades muestra que los niveles de mortalidad infantil fluctúan entre 99 y 153 por cada mil hijos nacidos vivos, y la fecundidad varía entre 7.4 y 11.2 hijos por mujer. El nivel más alto se encuentra en los Shipibo-Conibo, ubicados en los departamentos de Ucayali, Madre de Dios, Loreto y Huánuco, con 153 defunciones por cada mil nacidos vivos y un promedio de 9.6 hijos por mujer, sólo equivalentes a algunos países del Africa, como Sahara Occidental (152 por mil), o Mozambique donde la mortalidad infantil llega a 148 por mil nacidos vivos (Population Reference Bureau, 1996). |
Entre las comunidades indígenas
que presentan niveles más bajos de mortalidad infantil
están los Machiguenga, ubicados entre los departamentos
de Cusco y Madre de Dios, llega a 100 y en los Campa-Asháninka,
ubicados en su mayoría entre Junín y Ucayali, con
99 defunciones por cada mil nacimientos, mientras que el promedio
de hijos por mujer es de 8.4 entre los Machiguenga y de 8.1 hijos
en los Campa-Asháninka; también similares a Guinea
Ecuatorial, país del Africa Central (PRB, 1996) y que están
entre los niveles más altos del mundo.
Es probable que las diferencias observadas en ambos indicadores entre los distintos pueblos étnicos, sea el reflejo principalmente de factores como la condición socio-económica y la posibilidad de acceso a los servicios médicos, las vías de comunicación, el acceso a la educación y la información de las madres y no a diferencias en el comportamiento de los pueblos étnicos. El período de reproducción en las mujeres de las comunidades nativas se inicia a edades muy tempranas y continúa en tasas muy elevadas hasta el final de su vida reproductiva, encontrando su mayor nivel en las mujeres de 20 a 34 años, cifras que comparadas con el promedio nacional y de Lima metropolitana y Loreto presentan diferencias abismales. Desde el inicio de su vida fértil las mujeres de los pueblos étnicos experimentan un alto promedio de hijos nacidos vivos. Brown (1984) encontró que entre los Aguaruna del Alto Mayo "gran parte" de las mujeres se casan entre los 14 y los15 años. Dradi (1987) demostró que una tercera parte de las mujeres Chayahuita tuvieron su primer embarazo antes de los 15 años y el 79% entre los 15 y los 19 años. | El nivel más alto de mortalidad se encuentra en los Shipibo-Conibo, ubicados en los departamentos de Ucayali, Madre de Dios, Loreto y Huánuco, con 153 defunciones por cada mil nacidos vivos. |
En la mayoría de las mujeres
de las comunidades indígenas es posible que se cumpla la
hipótesis planteada por Bongaarts, quien postula que en
este tipo de sociedades el potencial máximo de la fecundidad
o tasa global de fecundidad, debería estar entre los 13
y los 17 hijos por mujer, con un promedio alrededor de 15 hijos,
ya que las mujeres inician su vida en pareja a edades muy tempranas
(12 años), con relaciones sexuales estables, con el riesgo
de embarazo permanente por la ausencia de métodos anticonceptivos
modernos y niveles de educación femenina muy bajos.
Las estimaciones de mortalidad infantil y fecundidad, en esta primera parte, corresponden al promedio de cada una de las comunidades indígenas que se encuentran ubicadas en diferentes departamentos. Desagregadas de acuerdo a su ubicación departamental alcanzan niveles mucho más altos, observándose diferencias más significativas de una comunidad a otra. |
Los niveles de fecundidad medidos a través de la tasa global de fecundidad que viene a ser el promedio de hijos por mujer al final de su vida reproductiva, reflejan finalmente el comportamiento reproductivo de las mujeres en cada grupo de edad. El nivel más alto de fecundidad se encuentra en las comunidades nativas del Quichua-Napo-Pastaza y Huambisa ubicadas entre los departamentos deLoreto y Amazonas con un promedio de 11 hijos por mujer, seguido por los Aguarunas (10 hijos por mujer), Cocama-Cocamilla, (Loreto y Ucayali), Shipibo-Conibo, (en su mayoría en Ucayali), Achual y Yagua (Loreto), todas con un promedio de alrededor de 10 hijos. Entre los Chayahuita, ubicados exclusivamente en Loreto existe un promedio de 9 hijos. El nivel más bajo estaría en cambio entre los Campa Pajonalino del Ucayali con 8.7 hijos por mujer, Machiguenga del Cusco (8.4 hijos), Campa-Asháninka de Junín y Ucayali (8.1 hijos) y los Lamas Chachapoyas (7.4 hijos) que habitan sólo en el departamento de San Martín. | El nivel más alto de fecundidad se encuentra en las comunidades nativas del Quichua-Napo-Pastaza y Huambisa ubicadas entre Loreto y Amazonas con un promedio de 11 hijos por mujer. |
Investigaciones realizadas en la década del ochenta demostraron niveles muy altos de fecundidad en cada uno de los pueblos étnicos. Brown (1984), encontró que el promedio de hijos por mujer entre los Aguaruna era de 11 hijos, Dradi (1987), también observó que entre los Chayahuita dicho nivel llegaba a 10 hijos. En el pueblo de San Miguel, a orillas del río Mayo, al realizar un diagnóstico de salud se encontró que el 72% de mujeres inician la procreación entre los 12 y los 14 años, y la mayoría de ellas tienen un altísimo grado de desnutrición" (Amat y León 1991). | En síntesis los altos niveles de fecundidad entre las comunidades indígenas de la Amazonía son el producto del inicio temprano en la vida reproduciva y de múltiples embarazos, hechos que son el preludio de una alta mortalidad materna por causas de embarazo, parto y puerperio, pudiendo además ser una de las causas fundamentales del menor número de mujeres en cada comunidad. | Los altos niveles de fecundidad son producto del inicio temprano en la vida reproductiva y de múltiples embarazos, hachos que son preludio de una alta mortalidad materna. |