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                Panelista: Reynaldo F. Bajraj
        Centro Latinoamericano de Demograf¡a (CELADE)
                      Santiago, Chile


Agradezco la oportunidad de intervenir en la mesa redonda. Me da
ocasi¢n  para   exteriorizar  algunas  reflexiones  que  me  han 
provocado  las  presentaciones  y  debates  de  estos  tres d¡as 
y medio de actividad intensa. Digo que son algunas reflexiones o 
comentarios  pues  no  pretendo  resumir  loque aqu¡ se dijo, ni 
abarcarlo  en  su  totalidad,  ni menos a£n decir "‚stas son las 
conclusiones".  Por  cierto voy a coincidir, lo que quiere decir 
repetir   algunos   conceptos,   con  los  que  esta  ma¤ana  me 
antecedieron. Como  Rub‚n  Kaztman, tratarle mejorar mis notas.

Quiero empezar  recordando  que  en su primera intervenci¢n Rosa 
Flores nos recalc¢ el car cter  subjetivo,  relativo y cambiante 
del  concepto  de  pobreza.  Me  parece  que  eso misma se puede 
predicar  de  la  noci¢n  de  equidad,  que es tambi‚n subjetiva, 
cambiante;  y  pienso  que  justamente  la noci¢n de que hay una 
pobreza que se debe superior deriva de alguna idea acerca de que 
es  lo  socialmente  equitativo. Cada  sociedad,  en  cada ‚poca, 
parece  tener  una  noci¢n  bastante  imprecisa  de  la  equidad 
deseable:  de  cual  ser¡a (a) un ideal de equidad, (b) una zona 
gris  de  equidad  tolerable y, mas all   de ella, c) una franje 
de  niveles  de  inequidad  que  no son tolerables, frente a los 
cuales es imperativo actuar.

Parecer¡a ser que en todo pa¡s de Am‚rica Latina actualmente se 
concuerda en que la falta de equidad existente, en tanto arroja 
una fracci¢n importante de la poblaci¢n a una franja de pobreza, 
debe  ser corregida. No se trata de llegar a la equidad ideal o 
completa,  ni  mucho menos a la igualdad de ingresos, sino, m s 
limitadamente,  de  hacer  que  esa fracci¢n de la poblaci¢n se 
integre a las capas (inferiores, posiblemente) de los no pobres, 
entre los cuales hay a su vez diferencias que no se cuestionan 
demasiado, que impl¡citamente se consideran tolerables.

Se¤alo esto para mostrar que el consenso social actual sobre la 
equidad,  expresado  en  la  afirmaci¢n  hay  que  erradicar la 
pobreza, no  s¢lo  tiene  mucho  de  subjetividad y relativismo, 
sino  que  es  adem s  una  gran  simplificaci¢n.  De  toda  la 
distribuci¢n  de ingresos, por ejemplo, se hace una divisi¢n en 
dos zonas, no pobres y pobres, a lo sumo en tres, con pobres no 
cr¡ticos  y  cr¡ticas. Es  una simplificaci¢n; y es todav¡a m s 
difuso  que  se  hace con la igualdad de oportunidades y con la 
participaci¢n  en  las  decisiones, variables ‚stas que tampoco 
est n  distribuidas uniformemente. Entonces, en ese panorama de 
imprecisi¢n y sobres implificaci¢n aun la definici¢n de pobreza 
es  imprecisa.  En diversos documentos presentados a este mismo 
seminario  vi  expresiones  como  "falta  de  bienes para vivir 
adecuadamente", "dignamente", "para vivir".

Ahora  entran  en  escena los t‚cnicos. Y como tales, no pueden 
convivir  con  la  imprecisi¢n.  Eso  es cosa buena en s¡. Pero 
puede  dar  lugar  a  discusiones  excesivas  o,  peor  a£n,  a 
dilaciones  injustificadas  en  la acci¢n. Segundo el s¡mil que 
nos  hizo  Pascual  Gerstenfeld,  se  puede  poner  un  ‚nfasis 
excesivo en la medici¢n, lo que  llamar¡a la disecci¢n, o en la 
caracterizaci¢n,  lo  que  llamaba  el diagn¢stico. Ese peligro, 
en  el que no creo que hayamos ca¡do en grado preocupante, est   
ilustrado   por   algunas   discusiones   corrientes  sobre  si 
corresponde  usar  l¡neas  de  pobreza  o  necesidades  b sicas 
insatisfechas, si son combinables, etc. Tengo algunas opiniones 
sobre estos temas, pero no estoy dispuesto a pelearme con nadie 
por  ellas.   Juan Carlos Feres dijo ante una pregunta que ‚sta 
era  sobre  todo  una  cuesti¢n  pr ctica,  no de principios, y 
suscribo sin duda alguna esa afirmaci¢n.

El propio Juan Carlos mostr¢ que l¡nea de pobreza y NBI no eran 
sustitutos  sino  aproximaciones  distintas  al  fen¢meno de la 
pobreza,  y  mostr¢ que no ten¡a m s sentido hacer una semisuma 
de  sus  indicadores  que  hacer  una semisuma de mil¡metros de 
lluvia  ca¡da  en  el  £ltimo mes y porcentaje de humedad en el 
aire para  caracterizar  cu n h£meda es una ciudad. Al fin y al 
cabo  la noci¢n  del  p£blico de lo que constituye ®una humedad 
que no se aguanta¯ es bastante  difusa, y lo que m s importa es 
qu‚  hacemos  frente  a  ella  ¨ compramos un acondicionador de 
aire?  ¨nos cambiamos de ropa?  Eso importa m s que su medici¢n 
precisa. En  eso, creo que las discusiones del seminario fueron 
un  avance,  un  avance  en  ubicar  la  cuesti¢n en sus justos 
t‚rminos,  aun  si  el  consenso  no  es  del  cien  por ciento.  
Siempre en lo conceptual, me result¢ tanto o m s interesante la 
reflexi¢n que  inici¢ Alexis Guardia sobre stocks y flujos, que 
hace  no  s¢lo  a la medici¢n sino tambi‚n a la caracterizaci¢n 
causal y comprensi¢n del fen¢meno. Alexis dej¢ en claro que los 
ingresos  presentes  est n condicionados -aunque no enteramente 
determinados-  por  los stocks acumulados. Me parece importante, 
pues  nos  lleva  a  ver  que  si  queremos que los pobres sean 
capaces  de generarse flujos de ingresos suficientes para dejar 
de  serlo,  tenemos que ayudarlos entre otras cosas a construir 
stocks, sobre todo stocks de capital humano, que se lo permitan.

Creo  que del mismo modo y con la misma l¢gica se puede se¤alar 
que los stocks son a su vez la acumulaci¢n de diferencias entre 
flujos pasados (ingresos menos consumos),  y que por tanto para 
que  se  puedan  construir esos stocks no podemos descuidar los 
flujos  de  ingresos actuales de los pobres. La pol¡tica social 
debe  prestar  atenci¢n  entonces  a  ambas cosas, a stocks y a 
flujos,  y  ‚sa  es la raz¢n por la cual nos interesa saber qu‚ 
pasa  con  las  NBI  y  tambi‚n  saber qu‚ pasa con las LP (las 
l¡neas  de  pobreza).  No  nos importa la discusi¢n de saber si 
vino  antes  el  huevo  o la gallina. Nos interesan el huevo de 
cada d¡a y la capacidad ponedora de la gallina.

Esto me lleva al siguiente paso de los comentarios. Nos interesa 
la  sustancia de las pol¡ticas sociales, aun para la medici¢n, y 
sobre todo si queremos ayudar a dise¤ar y evaluar las pol¡ticas.

Creo,  en  primer  lugar, que es bueno destacar que el seminario 
avanz¢ en reconocer que la distinci¢n entre pol¡ticas econ¢micas 
y  pol¡ticas  sociales  es  una  £til  distinci¢n anal¡tica y en 
muchos casos una £til distinci¢n operativa, pero que la pol¡tica 
de  desarrollo -se  lo quiera o no- es una sola, un  conjunto de 
instrumentos  econ¢micos  y  sociales,  con efectos econ¢micos y 
sociales.  Josefina  Huam n  nos  hizo  una referencia a eso. Si 
cambio  los  aranceles,  algo pasa con los pobres, y si hago una 
buena  educaci¢n  de  los  pobres, esto levanta la productividad. 
V¡ctor  Tokman  y  Ricardo Infante nos recordaron que el v¡nculo 
entre  lo  social  y  lo econ¢mico es el empleo, y yo me permit¡ 
se¤alar,  con  otras palabras,  que nadie invierte para producir 
empleos,  sino  para  producir bienes que pueda vender, que sean 
competitivos;  que  los  que  pueden  aportar alta productividad 
acceden al proceso, a trav‚s del empleo, y que si los pobres van 
a  dejar  de  serlo  es  porque  se les ampl¡a la oportunidad de 
acceder  a  esa  clase  de puestos de trabajo.  Dicho de un modo 
extremo, la prueba de fuego de un instrumento de pol¡tica social 
es la de si contribuye a  que  los  destinatarios  aumenten  sus 
probabilidades  de  generar  buenos  ingresos  incorpor ndose al 
proceso de  aumento  de  la  productividad.  Esa es la prueba de 
fuego.

Creo  que aun si se considera s¢lo la necesidad de medir bien la 
pobreza  y  la  eficacia  de  las  pol¡ticas  sociales,  hay que 
discutir   m s  los  contenidos  sustantivos  de  las  pol¡ticas 
sociales. S¢lo as¡ sabremos  que  los  instrumentos  usados  son 
adecuados. El  seminario  no  pretend¡a profundizar en eso, pero 
es una tarea que queda por delante.

Una interesante aproximaci¢n a ese tema, el del contenido de las 
pol¡ticas,  surgi¢ cuando  se advirti¢ -y vuelvo a usar el s¡mil 
de Pascual Gerstenfeld- que exist¡a una tendencia a utilizar los 
instrumentos   de   diagn¢stico  tambi‚n  como  instrumentos  de 
intervenci¢n.  Eso  es  natural.  Si  tengo  una ficha en la que 
constan  las  carencias (s¡ntomas) de una familia, parece l¢gico 
usar  la  ficha  para administrar los subsidios, la intervenci¢n. 
Pero  no  debo  olvidar  que  la  intervenci¢n  que  busco es en 
definitiva  alterar  la  situaci¢n del ®paciente¯, aumentando su 
capital  humano  por  ejemplo  para  que  est‚ en condiciones de 
superar  sus  s¡ntomas -la  insuficiencia de los ingresos que se 
genera.  Si  olvido  esto  corro  el  riesgo  de  hacer medicina 
sintom tica. Doy  aspirina  para bajar la fiebre,  y digo que se 
cur¢  el paciente cuando la fiebre desapareci¢. Esto no es bueno 
si la fiebre proviene de una infecci¢n. Reaparecer .

De  hecho,  hubo  casos en la experiencia latinoamericana en que 
alg£n  gobierno cay¢ en la tentaci¢n de atacar los s¡ntomas. Por 
ejemplo,  la  mortalidad  infantil  alta  aparec¡a asociada a la 
pobreza.  Se  hac¡a  un  esfuerzo  mediante  la  focalizaci¢n en 
atenci¢n primaria para bajar ese ¡ndice, y se tomaba el ‚xito en 
bajar  la  mortalidad infantil como superaci¢n de la pobreza. La 
baja  de  la mortalidad infantil era buena en s¡ misma -nadie lo 
discute-, pero  el  alivio  a  la pobreza era muy marginal. Esos 
ni¤os salvados de la muerte ante una enfermedad curable, volv¡an 
al  cabo  del  tratamiento  a  su  originaria  familia pobre. El 
objetivo  deb¡a  ser otro: que la familia tuviera oportunidad de 
generarse  un ingreso mayor (flujo) y una condici¢n habitacional 
m s  sana (stock),  para  que gracias a una mejor alimentaci¢n y 
mejores  condiciones  de  vida no apareciera la diarrea estival, 
del mismo modo y por las mismas razones que no les aparece a los 
no pobres. Entonces,  deber¡amos  prestar  atenci¢n a distinguir 
cu les  son  los   instrumentos  de  diagn¢stico  y  cu les,  de 
intervenci¢n. Y  esto  da  lugar a cuestiones m s profundas: ¨Es 
autom tico  que  a m s carencias debe haber m s ayuda? Si de dos 
familias  que viven con piso de tierra, una manda sus hijos a la 
escuela  y la otra no, la segunda aparece como ®m s carenciada¯, 
en  el  diagn¢stico.  ¨Debe recibir m s subsidio? ¨O habr¡a que 
premiar a la primera, por estar haciendo esfuerzos?

Creo que el seminario realiz¢ tambi‚n avances en la consideraci¢n 
de  la din mica demogr fica de la pobreza. En particular, ayud¢ a 
ubicar  la  pol¡tica de poblaci¢n, los programas de planificaci¢n 
familiar,  en  lo  que  hace  a la fecundidad de los pobres, como 
parte de la pol¡tica social. Como  parte  importante  de ella; no 
como  sustituto  de  otras  pol¡ticas, pero s¡ como componente de 
peso  (Pedro  Pablo  Villanueva  hizo,  en  esesentido, un aporte 
significativo).

Creo que, en lo metodol¢gico, los trabajos presentados, tanto los 
anal¡ticos  como  los  de  aplicaci¢n,  revelan  un alto grado de 
sofisticaci¢n   y   avance.    Vimos   casos   de  varios  pa¡ses 
latinoamericanos, y  especialmente  varios  casos  del  Per£, que 
muestran  una  utilizaci¢n  profunda  de  t‚cnicas  de  manejo de 
informaci¢n, de sistemas georeferenciales, de focalizaci¢n fina a 
nivel local, que estaban ausentes un par de lustros atr s.  No me 
referir‚ a cada uno de los trabajos presentados, pese a que en su 
inmensa  mayor¡a  eran  individualmente muy valiosos; eso tomar¡a 
mucho tiempo, pero me queda la impresi¢n de que result¢ alentador 
y £til el intercambio de experiencias.

Vuelvo  a  mi  proleg¢meno  para  redondear; no pretend¡a en esta 
intervenci¢n  dar  cuenta de todo lo sucedido en el seminario, ni 
mucho menos hacer justicia al m‚rito de todas las presentaciones.  
Por   ejemplo,   me  quedan  en  el  tintero  varias  reflexiones 
despertadas  por  la  presentaci¢n  de  Kaztman,  o  por  la £til 
distinci¢n  que  hizo  Samuel Morley sobre corto y largo plazo, o 
por  los  comentarios  de   Javier Abugatt s, pero renuncio -para 
beneficio de ustedes- a tratar de abarcar todo eso.

D‚jenme  decir,  s¡,  que  me  voy  con  la  sensaci¢n  de  haber 
aprovechado  bastante  estos  tres  d¡as  y  medio de mi vida. Me 
alegro  de  haber  estado en lo que fue un buen seminario. Adem s 
quisiera  pedirles  su indulgencia por solamente treinta segundos 
m s. No s‚ c¢mo ser  el protocolo de finalizaci¢n de la actividad, 
pero d‚jenme decir, fuera de protocolo y como sentimiento sincero, 
que  estoy  muy  agradecido - y  creo  interpretar  en esto a mis 
colegas de CEPAL y CELADE- a todas las instituciones que hicieron 
posible  el encuentro (sin nombrarlas una a una), y estoy tambi‚n 
muy agradecido a los participantes que vinieron de lejos a contar 
sus experiencias y a enriquecernos con sus aportes. De igual modo, 
me siento muy comprometido para con nuestros anfitriones peruanos, 
que  tambi‚n  desatendieron sus tareas habituales para contribuir 
con  sus aportes y que como anfitriones, sobre todo, nos trataron 
maravillosamente bien.