4.4 EFECTO INVERNADERO

La atmósfera terrestre es relativamente transparente a la radiación solar que calienta a la superficie. La superficie, a su vez, calienta el aire por convección y mediante la emisión de radiación infrarroja de onda larga. Ciertos elementos constitutivos de la atmósfera tal como el bióxido de carbono (CO2 ), vapor de agua y metano, absorben fuertemente la radiación infrarroja, y con ello, mantienen el calor en la atmósfera. Dichos elementos son también fuertes emisores de radiación infrarroja, parte de lo cual vuelve a la Tierra y el resto desaparece en el espacio exterior. Aunque en baja concentración (alrededor de 350 ppm para el CO2 ), estos gases poseen un profundo impacto sobre la estructura térmica de la atmósfera. El proceso posee cierta analogía con el calentamiento de un invernadero. Los rayos solares penetran el vidrio y calientan la tierra que, a su vez, calientan el aire, que no puede escapar.

Si bien el CO2 es un importante elemento nutritivo de las plantas, sus efectos sobre las mismas varían considerablemente. Para ciertas especies, un incremento del CO2 resultará en un crecimiento más rápido y en un mayor desarrollo dentro de una atmósfera rica en CO2, toda vez que no existan factores límite, tales como la disponibilidad de agua y de otros elementos nutritivos. Es posible que dichas plantas suplanten a otras que no se hallen predispuestas a medrar en atmósferas ricas en CO2; es igualmente probable que los cambios climáticos afecten a multitud de actividades humanas tales como la producción y la distribución de energía, transporte, desarrollo urbano. Normas de construcción, cuidados sanitarios, entre otros.

Parece inevitable un cierto grado de calentamiento global. Los científicos han sabido durante mucho tiempo que el bióxido de carbono (CO2) actúa sobre la Tierra como el techo de un invernadero, dejando pasar el calor del Sol pero no permitiendo que éste escape. Sin el «efecto invernadero» natural, la Tierra sería un desierto helado. El problema se plantea porque las actividades humanas están aumentando la magnitud de este efecto al aumentar la concentración de CO2 y otros«gases de invernadero» en la atmósfera.

El CO2 extra proviene de la quema de combustibles fósiles en las plantas termoeléctricas, las fábricas y los sistemas de calefacción domésticos, así como de la tala y quema de árboles. El desarrollo industrial y agrícola también ha hecho que aumenten las concentraciones atmosféricas de metano y óxido nitroso, responsables de una quinta parte del efecto invernadero. Un cuarto es provocado por los clorofluorocarbonos (CFC), o sustancias gaseosas concentradas en la atmósfera, que también están dañando la capa de ozono.

Las actividades humanas también están perjudicando los dos principales sistemas de eliminación del CO2 que tiene el medio ambiente. Las hojas de las plantas y el fitoplancton de los océanos absorben el CO2 del aire. Millones de hectáreas de tierra son despejadas cada año. Por cada diez árboles que se talan en todo el mundo, solo se planta uno. Entretanto, se cree que las radiaciones ultravioletas que pasan a través de la debilitada capa de ozono están destruyendo el fitoplancton.

Lluvia ácida es una denominación sencilla para un asunto complejo. Consiste en la precipitación atmosférica de compuestos acidificantes, en forma tanto secas como húmedas, procedentes de procesos de combustión. Aunque por lo común se le considera como un sólo agente perjudicial, de hecho pueden hallarse en ella numerosos contaminantes, por ejemplo, SO2 gaseoso, óxidos de nitrógeno y ozono por una parte, y ácidos sulfúrico y nítrico depositados en forma húmeda, sulfatos, compuestos de nitrato y amoniaco por la otra.

En algunos casos es difícil distinguir las muchas causas de daño al medio ambiente en las que interviene la lluvia ácida. Puede ser parcialmente responsable de daños a los bosques, por ejemplo, pero está claro que existen también otras causas perjudiciales a este respecto. No obstante, gradualmente se han acumulado pruebas científicas que demuestran el efecto dañino de depósitos ácidos en ríos, lagos y suelos así como la contribución de la quema de combustibles fósiles, en particular en las centrales eléctricas y vehículos motorizados.

El problema se hizo evidente por primera vez en Escandinavia, donde se identificaron la muerte de peces y la acidificación del agua dulce como fenómenos interrelacionados. Pero donde quiera que el suelo este sobre lechos de granito, tiene escasa o ninguna capacidad neutralizante y por lo tanto permite a la lluvia ácida, por lixiviación del aluminio, erosionar al suelo. Es el aluminio más que la acidez misma lo que resulta mortal para los peces adultos, la acidez mata a los huevecillos de los peces y a los alevines.