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Los enfoques tradicionales del desarrollo restringen su ámbito a la dimensión económica, bajo el supuesto de que el crecimiento redistribuye espontáneamente los recursos hacia la población que se encuentra en situación de vulnerabilidad. Por ello el interés en mostrar indicadores macroeconómicos como el Producto Bruto Interno (PBI), PBI percápita, Balanza Comercial, Balanza de Pagos, entre otros, como puntos ejes del desarrollo, los cuales, a pesar de no reflejar a cabalidad la calidad de vida de la población, son utilizados como indicadores de bienestar. En particular, las cuestiones de interés para las mujeres a menudo quedan sumidas en un paradigma de desarrollo que centra su atención en la modernización y la industrialización, cuya cuestión central es el crecimiento económico. El supuesto expreso es que el crecimiento acelerado conduce de por sí a la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Sin embargo, diversas experiencias indican que no basta que la economía se encuentre en crecimiento para que al mismo ritmo vaya mejorando la calidad de vida de la población, que las brechas entre ricos y pobres se estén cerrando, o que las disparidades urbano - rural o de la capital con el interior del país estén siendo superadas. Frente a los enfoques tradicionales en la actualidad se cuenta con uno novedoso y diferente, el del Desarrollo Humano. Este paradigma del desarrollo incide en el ser humano como su finalidad, como el centro de su accionar, y busca la ampliación de las oportunidades de los individuos para que éstos puedan vivir una vida prolongada, saludable y creativa. Las oportunidades humanas son infinitas. Entre las más importantes se pueden encontrar el tener acceso a la educación, disfrutar de un nivel de vida decoroso, lograr una vida prolongada y saludable, la garantía de los derechos humanos, sentirse libres frente a la necesidad y el miedo, gozar de libertad política, etc. El ingreso es una de las oportunidades más importantes del ser humano, sin el cual no es posible el desarrollo de las personas, pero no es la única oportunidad ni la suma total de la vida humana. Las Naciones Unidas han seleccionado algunas de estas oportunidades, por ser las más importantes, perdurables a través del tiempo, y que constituyen la capacidad humana básica. Éstas son: lograr una vida prolongada y saludable, tener acceso a la educación y disfrutar de un nivel de vida digno. Sin embargo, ¿Cómo están repartidas estas oportunidades entre hombres y mujeres?, ¿Hay equidad en el acceso por género a las oportunidades humanas? El paradigma del desarrollo humano, que coloca al ser humano en el centro de sus preocupaciones, tendría escaso significado si no fuera totalmente sensible a los problemas de hombres y mujeres. El desarrollo humano es imposible si no hay equidad entre hombres y mujeres. Mientras existan mujeres que son excluidas del proceso de desarrollo, éste seguirá siendo débil y desnivelado.
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