Históricamente, el tema de atención a la mujer (a quien se suele agrupar con los niños, adultos mayores y personas con discapacidad) ha sido abordado desde la perspectiva de "grupo vulnerable", siendo objeto pasivo de atención. Los programas y proyectos de salud familiar y comunitaria se apoyan en los roles materno y doméstico, tradicionalmente asignados a las mujeres, y su extensión de servicio voluntario a la comunidad.

En décadas pasadas, el enfoque de atención de salud de la mujer fue considerado como vehículo para lograr la salud de otros, orientación que ha sido influida por la perspectiva médica respecto al impacto de la salud materna en la salud perinatal e infantil. La finalidad era tener infantes y niños saludables, quedando relegados aspectos importantes de la salud propiamente femenina.

Ante la amenaza de una "explosión demográfica", los servicios de planificación familiar comenzaron a destacarse como actividad sanitaria preventiva, y la atención se dirigió entonces a las mujeres, con el fin de lograr la reducción de la natalidad.

Asimismo, el reconocimiento de la importancia de la leche materna para el desarrollo del niño sano volvió la mirada de nuevo hacia las mujeres, como blanco lógico de los programas de promoción de la lactancia materna.

Las iniciativas sobre la supervivencia infantil llevadas a cabo en la década de 1980 centraron el enfoque otra vez en las madres, al recaer en ellas la responsabilidad de ejecutar las estrategias básicas para la protección de la salud de los niños.

Más recientemente, las campañas para la prevención del SIDA se dirigieron a las mujeres, no tanto debido a su situación de mayor vulnerabilidad, sino por la preocupación en torno a su papel como transmisora potencial de la enfermedad a los hijos por nacer y a sus compañeros sexuales.

Un aspecto a destacar es el tratamiento dado a la mujer mediante la iniciativa "maternidad sin riesgo", que surgió con el objeto de reducir la mortalidad materna. Este interés ha propiciado el diseño de programas de atención dirigidos a la mujer por derecho propio y ha contribuido, además, a crear conciencia pública en torno del hecho que los persistentes y altos niveles de mortalidad materna, reflejan la posición de desventaja que ocupa la mujer en la sociedad. Aunque pionera en el campo de la atención de la salud femenina, sólo se ocupa de las mujeres madres.

La incorporación de la dimensión de género en el análisis de salud, ha hecho visible las distintas maneras en que las construcciones sociales de lo masculino y lo femenino moldean diferentes perfiles de salud y de participación sanitaria de hombres y mujeres. El objetivo central de este nuevo enfoque ha sido el de develar aquellos mecanismos que, a partir de la división social del trabajo según el sexo, crean o refuerzan desigualdades intergenéricas.

Existe falta de equidad en materia de salud, cuando se presentan diferencias sistemáticas en cuanto a la probabilidad de gozar de salud o enfermar y morir por causas innecesarias o evitables, siendo las inequidades de género una de las más importantes entre las existentes.