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En las puertas del nuevo milenio, distingue al mundo actual la rapidez de los cambios que en su seno se desarrollan. Por ello, la educación adquiere cada día mayor importancia para preparar a las personas a participar en este mundo en continua transformación, donde la capacidad crítica y creativa es la mejor manera de adaptarse. La educación tradicional, especializada en la transmisión de conocimientos y verdades permanentes, entra en crisis. La existencia de una sociedad global que se distingue por la abundancia de conocimientos e información ya no requiere de una escuela que "enseñe" conocimientos que rápidamente quedan en la obsolescencia. La escuela requiere cambiar de paradigmas y centrar su accionar ya no en la enseñanza, sino en formar competencias y capacidades para que las personas dirijan sus propios procesos de aprendizaje, seleccionen y asimilen críticamente los conocimientos e información a la que acceden y los apliquen de manera creativa, desarrollando capacidades para comprender y actuar sobre el mundo exterior. Por ello existe consenso en el ámbito internacional que la inversión en educación es la más rentable de las inversiones, tanto para la sociedad como para los individuos, pues permite complementar el crecimiento económico y el desarrollo social. Durante décadas, la educación ha constituido el mecanismo central de movilidad social. Con la educación se desarrolla la capacidad productiva; se adquiere conciencia de los derechos como persona; se desarrolla la autoestima y autoconfianza que conduce al cambio de actitudes. La educación, permite, a su vez, una mayor comprensión y control sobre las condiciones en que discurre la propia vida. La educación ha repercutido en el proceso de cambio que han experimentado las mujeres, al potenciar el desarrollo de sus capacidades, lo que hace posible tanto el acceso al empleo y a la autonomía económica como el fortalecimiento de la confianza y autoestima en las propias capacidades. Es así, que la educación crea las condiciones objetivas y subjetivas para el "empoderamiento" de las mujeres. La educación también contribuye al control del proceso de crecimiento demográfico. El aumento de los niveles educativos de hombres y mujeres permite un mayor conocimiento del cuerpo y un mayor acceso a mecanismos de regulación de la fecundidad. Ello permite mayor plenitud en la vida sexual de la pareja, al liberarlas de preocupaciones relacionadas con la inminencia del embarazo después de cada relación sexual, redundando de manera directa en la regulación de los nacimientos, así como en el descenso de la mortalidad infantil. | |