ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿      
   ³               1.1  LA POBLACION EN LA TRANSFORMACION                 ³
   ³                        PRODUCTIVA CON EQUIDAD1                       ³                      ³
   ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ 
           Comisi¢n Ec¢nomica para Am‚rica Latina y el Caribe(CEPAL)
                 Centro Latinoamericano de Demograf¡a(CELADE) 


   A.   La propuesta de la CEPAL para el desarrollo de los a¤os  noventa:
        la transformaci¢n productiva con equidad.

        En el cumplimiento de su tarea al servicio del desarrollo  de los
        pa¡ses de Am‚rica Latina y el Caribe, la CEPAL  ha  preparado  un
        conjunto   de   planteamientos,  contenidos   en   el   documento
        Transformaci¢n  productiva  con  equidad  (CEPAL, 1990),  que fue
        conocido y aprobado por los gobiernos de la regi¢n en el vig‚simo
        tercer  per¡odo de sesiones celebrado en Caracas. La propuesta se
        ampli¢  en  estudios  posteriores,  que  incluyen  ®El desarrollo
        sustentable: transformaci¢n productiva, equidad y medio ambiente¯
        (CEPAL,  1991a),  ®Educaci¢n    y   conocimiento:   eje   de   la
        transformaci¢n  productiva  con  equidad¯  (CEPAL/OREALC, 1992) y
        ®Equidad  y  transformaci¢n  productiva:  un  enfoque  integrado¯
        (CEPAL, 1992b). Este £ltimo  fue presentado en el vig‚simo cuarto
        per¡odo de sesiones de la CEPAL.

        Los planteamientos no constituyen una receta £nica  de aplicaci¢n
        general sino un conjunto de orientaciones  puestas  a disposici¢n
        de  los  gobiernos y las sociedades civiles  de  la  regi¢n  para
        abordar  el  desarrollo  de  los  a¤os  noventa   y  mejorar  las
        condiciones de vida de la poblaci¢n. Se  trata  de  encontrar las
        respuestas  a  c¢mo  crecer  e  incorporarse  positivamente  a la
        econom¡a mundial y c¢mo hacerlo con mayores niveles  de  equidad,
        en el entendido de que el fin del desarrollo es el bienestar  del
        conjunto  de  la  poblaci¢n;  se  trata  de  lograr  todo  esto y
        preservar,  al  mismo  tiempo,  la  capacidad de sustentaci¢n del
        medio ambiente  para  el  presente  y  el  futuro, en un marco de
        mantenimiento y de refuerzo de los sistemas democr ticos.

        La idea central y articuladora de esos planteamientos  es  que la
        incorporaci¢n  y  la  difusi¢n del progreso t‚cnico son el factor
        fundamental  para  que  la  regi¢n   desarrolle   una   creciente
        competitividad   que   le   permita   elevar  progresivamente  la
        productividad  y  generar m s  y  mejores  puestos de trabajo. La
        competitividad surge, entonces, como un requisito del crecimiento
        y de la equidad. La aut‚ntica  competitividad  es la que se apoya
        en  la  incorporaci¢n sistem tica del progreso t‚cnico al proceso
        productivo  y  genera empleos m s calificados que utilizan medios
        ambientalmente  sustentables. En efecto, a mediano y largo plazo,
        las sociedades no pueden aspirar a niveles de bienestar que est‚n
        m s  all   de  la  evoluci¢n de  su  productividad.  Aumentar  la
        productividad demanda inversi¢n en  nuevas maquinarias y equipos,
        nuevas t‚cnicas  de organizaci¢n del trabajo y, fundamentalmente,
        cambio t‚cnico y significativa inversi¢n en recursos humanos.

        La competitividad relacionada  con  la incorporaci¢n del progreso
        t‚cnico  marca  una  fuerte  ruptura  con  el  esp¡ritu  rentista
        tradicional, pues no se apoya  en  los  bajos  salarios  ni en la
        depredaci¢n  de  los  recursos  naturales  que caracterizaron las
        ventajas  comparativas  de  una competitividad espuria y que hoy,
        frente  a las tendencias de la econom¡a mundial, pierden cada vez
        m s  vigencia  y  dan al traste con las tendencias del futuro. La
        competitividad aut‚ntica supone  contar  con  recursos    humanos
        calificados, capaces de agregar progresivamente valor intelectual
        y  progreso t‚cnico a la base de recursos naturales de la regi¢n,
        resguard ndolos y  enriqueci‚ndolos.  Este  tipo  de  crecimiento
        coloca,  entonces,  en  el centro de la atenci¢n la calidad de la
        poblaci¢n de los pa¡ses de la regi¢n, lo que se vuelve primordial
        tanto  para  la  transformaci¢n  productiva como para el logro de
        niveles adecuados de equidad.

        Se postula tambi‚n que las transformaciones productivas deben ser
        compatibles  con  la conservaci¢n del medio ambiente f¡sico y, en
        consecuencia,  que  la  dimensi¢n ambiental y geogr fico-espacial
        debe incorporarse  plenamente  al  proceso de desarrollo. En este
        marco   deben   considerarse    tambi‚n  aquellos  aspectos   del
        crecimiento  y  de  la   distribuci¢n  de la poblaci¢n que pueden
        afectar  los  ecosistemas.  Se  trata  de invertir las tendencias
        negativas  del agotamiento  de  los  recursos  naturales  y   del
        creciente deterioro por contaminaci¢n, as¡ como de aprovechar las
        posibilidades  de    utilizar  esos  recursos,   gracias   a   la
        investigaci¢n y la conservaci¢n. La sustentabilidad ambiental  en
        la actualidad se relaciona tanto con el nivel de vida como con la
        calidad  de  vida.  Adem s  de  las  posibilidades  de obtener el
        crecimiento econ¢mico requerido en un contexto de mayor dinamismo
        y  con  una  orientaci¢n  competitiva  y abierta, debe tenerse en
        cuenta  la  necesidad  de  asegurar  a toda la poblaci¢n una vida
        sana,  tanto  f¡sica  como  mentalmente,  en  un  medio  ambiente
        apropiado.

        Alcanzar una competitividad sobre  la  base  descrita  supone  un
        enfoque  sist‚mico,  es  decir,  actuar  sobre  una  vasta red de
        vinculaciones  que  influyen  sobre el grado de competitividad de
        las  empresas.   Entre   otros   aspectos   esa   red  abarca  la
        infraestructura  tecnol¢gica,   energ‚tica   y   de  transportes,
        el    sistema  educativo,  las  relaciones  entre   empleados   y
        empleadores,   el   sistema     financiero  y  el    ordenamiento
        institucional, tanto p£blico como privado.

        Tambi‚n supone entre los diversos  sectores  de  la  sociedad  un
        conjunto  m¡nimo  de  acuerdos  relativos  al  contenido, alcance
        y secuenciasnecesarias para alcanzar la transformaci¢n productiva
        con equidad: es decir, exige una determinada cohesi¢n social.

        En  este  enfoque  sist‚mico,  la   equidad  adquiere  una  nueva
        dimensi¢n.  La  existencia  de  una  sociedad m s equitativa, con
        mayor igualdad de oportunidades y mayor capacidad de integraci¢n,
        con una ciudadan¡a eficaz en lo econ¢mico y en lo social, resulta
        necesaria  desde  la  perspectiva ‚tica y pol¡tica. La primera es
        v lida por s¡ misma y la segunda porque obviamente la estabilidad
        democr tica  estar   siempre  en  peligro en sociedades con bajos
        niveles de integraci¢n y altos niveles  de  pobreza y frustraci¢n
        de aspiraciones. Lo novedoso es que adquiere fuerte validez en el
        propio  terreno  de  la  econom¡a,  pues muestra la incongruencia
        entre la necesidad de  recursos  humanos  capaces  de  incorporar
        progreso t‚cnico y una poblaci¢n en condiciones de pobreza  y con
        bajos niveles de formaci¢n.

        De  all¡  la  necesidad  de  favorecer  un  enfoque  integrado de
        transformaci¢n productiva y equidad que ®implica, por una  parte,
        preferir aquellas  pol¡ticas  econ¢micas que favorecen no s¢lo el
        crecimiento, sino tambi‚n la equidad, y, por otra, destacar en la
        pol¡tica  social  el efecto productivo y de eficiencia, y no s¢lo
        la  equidad¯.  La  pol¡tica  de  poblaci¢n  representa  un  papel
        protag¢nico en este contexto.

        Como  hay  comprobaciones  emp¡ricas  sobre  la   posibilidad  de
        alcanzar simult neamente un mayor crecimiento y m s altos niveles
        de equidad _ha  sucedido  recientemente  en  otras  regiones_  es
        necesario  impulsar   las   tareas   que    son   portadoras   de
        complementariedades entre ambos objetivos.  Entre  ellas   pueden
        mencionarse   la   ampliaci¢n   del    empleo     productivo  con
        remuneraciones adecuadas, la difusi¢n tecnol¢gica,  especialmente
        en el agro y en la empresa peque¤a y mediana, el incremento   del
        ahorro, la inversi¢n en recursos humanos y  la  descentralizaci¢n
        en  la  gesti¢n del desarrollo.  Esta  descentralizaci¢n  implica
        fortalecer     el   proceso   de  democratizaci¢n,  as¡  como  la
        participaci¢n  comunitaria,  en  la  toma  de  decisiones y en la
        puesta en pr ctica de las pol¡ticas de desarrollo.  Las pol¡ticas
        econ¢micas y las pol¡ticas sociales no deber n ser  consideradas,
        por  tanto,  como  mundos  separados,  sino  como aspectos de una
        pol¡tica  p£blica  que,  en  su conjunto, se dirija a la vez a la
        transformaci¢n productiva y a la equidad.

        La incorporaci¢n a los sectores de creciente productividad de los
        grupos  de  la  poblaci¢n m s desfavorecidos puede ser un proceso
        prolongado  en  el  tiempo  y  ser  necesario desarrollar medidas
        complementarias. Entre ellas figuran los  programas  masivos   de
        capacitaci¢n destinados a  peque¤os  empresarios,  trabajadores y
        campesinos por cuenta propia; reformas de los diversos mecanismos
        de regulaci¢n que obstaculizan la formaci¢n de peque¤as empresas;
        adecuaci¢n de los servicios sociales  (incluso  los  programas de
        poblaci¢n)  a  las  necesidades  de  los  sectores  m s  pobres y
        pol¡ticas    asistenciales   focalizadas  en   grupos   de   alta
        vulnerabilidad; fomento   de   la   organizaci¢n  para  propiciar
        la ayuda mutua y la adecuada representaci¢n ante el Estado de las
        necesidades de los m s  desfavorecidos;  aprovechamiento  de  las
        potencialidades  redistributivas  de la pol¡tica fiscal; y planes
        de  empleo m¡nimo. En el ‚xito obtenido por pa¡ses de fuera de la
        regi¢n  que  han  alcanzado  simult neamente  la   equidad  y  la
        competitividad,   han  representado  un  papel  fundamental   los
        recursos humanos: capacitaci¢n, educaci¢n,  ciencia y tecnolog¡a.
        De distintas maneras, todos ellos han hecho un enorme esfuerzo de
        inversi¢n en esta  rea, esencial para alcanzar una competitividad
        aut‚ntica. Es decir, la capacidad de potenciar el desarrollo pasa
        por mejorar la calidad de la poblaci¢n.

        En  Am‚rica  Latina y el Caribe, pese a los esfuerzos importantes
        en  la  posguerra,  que  alcanzaron  resultados significativos en
        t‚rminos de la cobertura educativa, la situaci¢n  actual  no   es
        satisfactoria. Se ha agotado un ciclo en el sistema educativo; ha
        ca¡do  en  forma  notoria  la  calidad de la educaci¢n, en cuarto
        a  pertinencia,  capacidad  integradora  y  satisfacci¢n  de  las
        necesidades  de la producci¢n. La capacitaci¢n en las empresas es
        embrionaria,  la  formaci¢n  t‚cnica  obsoleta y la investigaci¢n
        cient¡fica insuficiente y alejada del sistema productivo.

        Sin un profundo cambio del sistema educativo y  de  producci¢n  y
        difusi¢n del conocimiento,  la  regi¢n  ser  incapaz de crear los
        recursos humanos que requiere la transformaci¢n  productiva   con
        equidad.  Esta  reforma  profunda  del  sistema  educativo  y  de
        difusi¢n de los conocimientos, seg£n la propuesta elaborada   por
        CEPAL  y  UNESCO,  tambi‚n  deber   estar  marcada  por la visi¢n
        integrada y de complementariedad antes se¤alada,  es  decir,   se
        articular  simult neamente en torno a los objetivos de generaci¢n
        de  competitividad, buscando vincular las habilidades y destrezas
        necesarias para desempe¤arse productivamente en el mundo moderno,
        y  de  generaci¢n  de  ciudadan¡a,  es  decir, la  transmisi¢n de
        valores  de  responsabilidad  social,   solidaridad  y  formaci¢n
        democr tica.

        A   partir   de   esos   objetivos,  se  se¤alan  como  criterios
        inspiradores de las pol¡ticas  educativas,  la equidad referida a
        la igualdad de oportunidades y la compensaci¢n de las diferencias
        y el desempe¤o, reflejado en la evaluaci¢n  de los rendimientos y
        el incentivo a la innovaci¢n. Como principales lineamientos de la
        reforma  se  proponen  a  la  vez  la  integraci¢n,  dirigida   a
        fortalecer  la  capacidad  institucional  de   los  pa¡ses  y  la
        descentralizaci¢n, orientada a favorecer la mayor autonom¡a de la
        acci¢n  educativa  y  a promover la responsabilizaci¢n   de   los
        agentes en relaci¢n con los resultados.

        Las orientaciones contenidas en la transformaci¢n  productiva con
        equidad exigen  un conjunto m¡nimo de acuerdos entre los diversos
        sectores  de  la  sociedad  respecto  del  contenido,   alcance y
        secuencias  de  las  pol¡ticas.  Tras  esos  acuerdos, debe haber
        consensos de largo alcance entre   los  principales actores de la
        sociedad civil y de ‚stos con el Estado   para   legitimar    los
        mecanismos  y  acciones que fomenten comportamientos convergentes
        con  los   prop¢sitos  comunes   e inhiban la manifestaci¢n    de
        intereses puramente sectoriales, cuando ‚stos entren en conflicto
        con los prop¢sitos colectivos.

        De otra parte, los sectores   m s   rezagados  deben  contar  con
        instancias  para  hacer  presente  sus demandas a los sistemas ya
        establecidos.  Todo  ello  alude a la necesidad de fortalecer los
        contextos    democr ticos    y  pluralistas,    favoreciendo   la
        participaci¢n, la desconcentraci¢n  y la descentralizaci¢n de los
        sistemas de gobierno.

        Se trata  de  avanzar   hacia  un Estado que renueve su estilo de
        intervenci¢n:  desarrollar  una mayor capacidad estrat‚gica tanto
        en el  terreno de la competitividad y la innovaci¢n como en el de
        la  equidad; no sustituir  a los agentes econ¢micos  y  sociales,
        sino que por el contrario, asegurar  las reglas y el terreno para
        la estabilidad  y el crecimiento; y ser  capaz de contrapesar los
        efectos socialmente  negativos  de  la  din mica  econ¢mica,  con
        mecanismos  de  regulaci¢n, protecci¢n y compensaci¢n en materias
        como la educaci¢n,  la salud (incluso la salud reproductiva) y la
        vivienda,  para  aumentar  las  posibilidades  de aquellos que no
        est n en condiciones de acceder al mercado.


   B.   Los ejes  que vinculan la din mica de la poblaci¢n y la transfor-
        maci¢n productiva con equidad.

        La propuesta de transformaci¢n  productiva con equidad pone en el
        centro  de  su atenci¢n la existencia de una poblaci¢n productiva
        con  una  alta  capacidad de creaci¢n econ¢mica  y  t‚cnica, para
        alcanzar una aut‚ntica competitividad. Al tiempo de favorecer las
        tareas  productivas,  ella  colabora en la generaci¢n   de    una
        ciudadan¡a moderna, con participaci¢n  en la toma de decisiones y
        en la  construcci¢n de mecanismos de solidaridad y de cooperaci¢n
        social,   lo  que  permite  alcanzar  sociedades  equitativas   y
        democr ticas. La  consideraci¢n de la din mica de la poblaci¢n en
        todas sus dimensiones tama¤o, crecimiento, estructura por edades,
        mortalidad  y morbilidad,  fecundidad,  migraci¢n  internacional,
        distribuci¢n espacial, tama¤o y tipo de familia y condici¢n de la
        mujer_ es  de  enorme  importancia  en  la  configuraci¢n  de las
        pol¡ticas p£blicas que se dirijan a plasmar  los  objetivos de la
        transformaci¢n productiva.

        La transici¢n demogr fica, como se se¤ala en el cap¡tulo I (v‚ase
        CEPAL/CELADE, 1993),  ha  sido  en  la  regi¢n m s intensa que lo
        pronosticado.  En  efecto, los descensos de la mortalidad y de la
        fecundidad  han  sido  m s  marcados  que  los  proyectados en el
        decenio de 1970. Sin embargo, est n lejanos de los ¡ndices de los
        pa¡ses desarrollados.  Entre  los  factores  explicativos  de  la
        r pida   ca¡da  en  la   fecundidad  se  han  indicado  la  mayor
        urbanizaci¢n y cobertura educativa, sobre todo para las  mujeres,
        la  mayor  participaci¢n  femenina  en  el mercado de trabajo, la
        aplicaci¢n  en  varios pa¡ses de pol¡ticas p£blicas o privadas de
        poblaci¢n    y   el      fen¢meno  de  universalizaci¢n  de   las
        comunicaciones, muy intenso en los £ltimos a¤os. La intensidad de
        la  transici¢n  demogr fica no aparece s¢lo ligada al crecimiento
        econ¢mico, sino  que persisti¢ en el decenio de 1980, lo que hace
        m s  complejo  el  an lisis de su causalidad (v‚ase CEPAL/CELADE,
        1993, cap¡tulo I, secci¢n B).

        En  este  sentido, todo indica que  precisamente en esos a¤os, la
        crisis, el aumento de la pobreza y el aumento de  la  inseguridad
        laboral y de acceso a bienes y servicios  se  dio a la par con el
        mantenimiento  de  las  tendencias a una menor fecundidad y mayor
        cobertura  de  la  educaci¢n.  El  efecto combinado de esta mayor
        cobertura,  aun  en  desmedro  de la calidad,  con  la  creciente
        difusi¢n de los medios de comunicaci¢n social, tendi¢ a uniformar
        las aspiraciones y acercar el imaginario colectivo  de  la regi¢n
        al prevaleciente en los pa¡ses desarrollados.  Se  explicar¡a as¡
        la existencia de familias peque¤as, incluso  en  situaciones   de
        mayor precariedad para algunos sectores de  la  poblaci¢n.   Esto
        parece ligarse fuertemente a las nuevas aspiraciones de consumo y
        bienestar, as¡ como a estrategias de sobrevivencia  frente  a  la
        crisis econ¢mica. La continua homogeneizaci¢n  internacional   de
        los patrones  de  consumo, fen¢meno estimulado  por  la  apertura
        comercial,  la  fluidez  de  las  comunicaciones   y   el  r pido
        crecimiento del comercio internacional de los servicios, refuerza
        las aspiraciones  de  consumo  y  calidad de la vida, que parecen
        cada vez m s dif¡cil de satisfacer con familias numerosas, lo que
        lleva a las parejas al deseo de tener menos hijos.

        A la luz de estos hechos,  en la consideraci¢n de los aspectos de
        poblaci¢n   involucrados   en  la  propuesta  de   transformaci¢n
        productiva  con equidad, se identifican tres ejes principales que
        se detallan  en  lo  que sigue del cap¡tulo: poblaci¢n y recursos
        humanos,    poblaci¢n  y  equidad,  y  poblaci¢n  y    desarrollo
        sustentable.


   C.   La poblaci¢n desde la perspectiva de los recursos humanos 

        El actual debate sobre el desarrollo privilegia  la   calidad del
        recurso humano. En efecto,  el  desaf¡o  de la regi¢n consiste en
        adecuar  sus  estructuras  productivas a las tendencias  de   los
        mercados  internacionales  con  un  esfuerzo  de  competitividad,
        anclado en la incorporaci¢n tecnol¢gica  y  en  el  incremento de
        productividad.  Ello  no  ser   posible  de  no  mediar una clara
        prioridad  para  la  educaci¢n,  la  capacitaci¢n  laboral  y  la
        difusi¢n  de  las  capacidades  de aprendizaje continuo   en   la
        poblaci¢n.
                                          
        El aumento de la calidad del recurso humano es tambi‚n  necesario
        para  reducir  la  pobreza.  El  crecimiento  econ¢mico  no    es
        suficiente, como ense¤a la propia experiencia de  la  regi¢n.  Es
        necesario  acompa¤ar  el  crecimiento  econ¢mico  con  una  mayor
        eficacia de las pol¡ticas sociales,  fortaleciendo su v¡nculo con
        la transformaci¢n productiva, de modo de aumentar la rentabilidad
        social  de  los  recursos  asignados  a  ellas y la productividad
        global de la econom¡a.

        Mejorar  la   calidad  del   recurso   humano   como   eje  de la
        modernizaci¢n productiva y del fortalecimiento de la   democracia
        exige una perspectiva   nacional,   en   el  marco de un proyecto
        pol¡tico  consensual.  El nivel medio de escolaridad de la fuerza
        de trabajo, por ejemplo, se eleva con lentitud y la crisis de los
        sistemas p£blicos ha ahondado las diferencias  de   acceso  y  de
        calidad  de  la  educaci¢n  entre  diversos estratos sociales. La
        complejidad de las nuevas tareas  del  desarrollo,  y  tambi‚n la
        inadecuaci¢n de la educaci¢n  respecto  de  las  necesidades  del
        aparato  productivo,  est n  elevando  los  requisitos educativos
        m¡nimos para salir  de la pobreza. As¡ tienden a demostrarlo, por
        ejemplo,  datos  parael caso chileno, donde acceder a empleos con
        salarios o retribuciones que den probabilidades altas de salir de
        la  pobreza,  exige  un  m¡nimo  de  doce   a¤os de educaci¢n. La
        magnitud de la tarea queda de manifiesto cuando se conoce que, en
        Brasil, por ejemplo, 70%  de  la  poblaci¢n econ¢micamente activa
        (PEA) urbana ha cursado menos de diez a¤os de estudios.

        La  urgencia  de centrar los esfuerzos en la inversi¢n en capital
        humano es avalada adem s porque los desaf¡os de la competitividad
        y  participaci¢n en el mercado internacional exigen una fuerza de
        trabajo  de  mejor  calidad.  La  segmentaci¢n  social, propia de
        econom¡as con  elevadas  desigualdades  como  las  regionales, se
        expresa  tambi‚n  en  ofertas   educativas  de dispar calidad, en
        funci¢n del nivel de ingreso. Corregir esa disparidad es la tarea
        m s importante de las sociedades latinoamericanas,  en  una ‚poca
        en que el acceso  al  conocimiento  se transforma en la principal
        ventaja competitiva de  individuos, instituciones y naciones. Hay
        indicaciones,  adem s de que el conocimiento se encuentra a£n m s
        concentrado que el ingreso, de manera que mejorar las condiciones
        de acceso de  los  grupos  m s desfavorecidos a la educaci¢n y al
        conocimiento  es  la  principal tarea desde  el  punto  de  vista
        redistributivo. A falta de un esfuerzo decidido en esa direcci¢n,
        la  regi¢n   ver    consolidarse   estructuras  concentradas  del
        ingreso y de las oportunidades de progreso,  haciendo   est‚riles
        los esfuerzos de las pol¡ticas asistenciales.

        Desde  el  punto  de  vista  de  la  relaci¢n   entre poblaci¢n y
        desarrollo, debe adoptarse un enfoque pragm tico  que  evite  las
        asociaciones  simplistas de cualquier signo entre el desarrollo y
        los  niveles  de  fecundidad,2  y  que   m s   bien   explore las
        posibilidades  de  potenciar  los  espacios  de complementariedad
        entre comportamientos p£blicos y privados orientados a mejorar la
        calidad  del  recurso  humano,  como  eje   de una transformaci¢n
        productiva con equidad. Lo importante es  la  calidad del recurso
        humano disponible para  el cambio tecnol¢gico, para la innovaci¢n
        y la creaci¢n. En ese contexto, pa¡ses de crecimiento demogr fico
        y  niveles de pobreza elevados estar n en condiciones disminuidas
        para mejorar  la  calidad  de  su  recurso humano, pues elevar la
        calidad de una masa mayor de individuos exige m s recursos.

        Por   otra parte, hay  numerosas comprobaciones  acerca  de   las
        ventajas  de  una  familia   peque¤a   desde  un   punto de vista
        microecon¢mico y microsocial. Es conocido el deseo de las parejas
        de  tener menos hijos y tambi‚n hay indicaciones de que el tama¤o
        de  la familia, sobre todo en sectores pobres, tiene una relaci¢n
        inversa  con el nivel de instrucci¢n que alcanzan los ni¤os. As¡,
        la  planificaci¢n   familiar   tiene   una  justificaci¢n por los
        beneficios que reporta para la salud de la   madre   y   del hijo
        y  para la crianza y desarrollo m s adecuados del ni¤o, lo que en
        definitiva  tiene  un   efecto   importante  en la calidad de los
        recursos humanos.

        La  prioridad  para la inversi¢n en capital humano modificar  las
        variables  demogr ficas y contribuir , en particular, al descenso
        de la fecundidad en  forma  funcional   con   la   transformaci¢n
        productiva.  En  efecto,  la  baja  de la fecundidad reducir  las
        nuevas cohortes de edad escolar, lo que permitir  concentrarse en
        el mejoramiento de la educaci¢n y de la salud. El menor tama¤o de
        la familia permitir  tambi‚n una mayor posibilidad de afectividad
        y  estimulaci¢n  familiar   hacia los hijos, adem s de mejorar la
        calidad  de  la   alimentaci¢n,  lo  que  limitar  el impacto del
        c¡rculo vicioso de la pobreza en los sectores m s despose¡dos.

        Si  bien  la  calidad  de  la  poblaci¢n  est  en el centro de la
        preocupaci¢n de la propuesta de  transformaci¢n   productiva  con
        equidad, la cantidad de poblaci¢n que se incorporar    al mercado
        de trabajo y la que demandar  educaci¢n  y  capacitaci¢n   tienen
        gran importancia para la elaboraci¢n  de  planes  y  programas de
        desarrollo.  Esto  es  especialmente  v lido  en   la   etapa  de
        transici¢n tanto demogr fica como del sistema educativo y para la
        propia organizaci¢n de la econom¡a.

        Alrededor de 82 millones de personas  se agregar n a la poblaci¢n
        de  Am‚rica  Latina y el Caribe durante el £ltimo decenio de este
        siglo  (v‚ase  CEPAL/CELADE, 1993, p gina 32). De ese aumento, un
        80% se situar    entre   los  15  y los 64 a¤os, lo que implicar 
        incorporaci¢n  masiva  al  mercado  del  trabajo  y   a   la vida
        reproductiva. Hay en ello un reto  indudable  de  generaci¢n   de
        puestos de trabajo, pero en esencia ofrece un potencial favorable
        para el desarrollo.  Por  ejemplo,  las  menores  relaciones   de
        dependencia, originadas  en  el   aumento  de la proporci¢n de la
        poblaci¢n  en edad activa, significar n una menor carga econ¢mica
        por  cada  trabajador. Adem s, el descenso de la mortalidad y los
        avances  en salud tienden a elevar la productividad de la mano de
        obra. Por £ltimo, el mayor control sobre la  fecundidad  facilita
        una mayor participaci¢n  laboral  de la mujer y una mayor equidad
        entre los sexos.

        En  la  creaci¢n   de   puestos   de   trabajo   merece  especial
        consideraci¢n  el  desempleo  juvenil.  La  tasa de desempleo que
        afecta a los j¢venes es mayor que la registrada  para el conjunto
        de la fuerza de trabajo, pese  a  que  su escolaridad es superior
        a la de sus padres.  En la mayor¡a de los pa¡ses, la desocupaci¢n
        juvenil  duplica  y,  en  un   caso  _Uruguay_, hasta triplica el
        desempleo medio para el conjunto de  la  poblaci¢n activa. Afecta
        proporcionalmente m s  a  las   reas urbanas que a las rurales, a
        las  mujeres  m s que a los hombres, y m s al tramo entre 15 y 19
        a¤os de edad que al siguiente.  Por  otra parte, cuando consiguen
        trabajo,  los  j¢venes s¢lo  lo  logran  en  actividades  de baja
        remuneraci¢n y con escasas perspectivas de ascenso.  Pese  a   la
        ampliaci¢n  de  posibilidades   educativas,   los   conocimientos
        recibidos no les aseguran acceso a empleos de calidad   (v‚ase el
        cuadro 1).

        La fuerza de trabajo juvenil es sobre todo urbana y esa tendencia
        ir  aumentando hasta llegar  a representar tres cuartas partes de
        ella a fines de siglo.  A comienzos del decenio de 1990 la fuerza
        de  trabajo  juvenil  urbana   ascend¡a   a  34 millones y a 14.5
        millones la similar rural. En el a¤o 2000 la  poblaci¢n   juvenil
        activa  en  el medio urbano superar  los 40 millones, en tanto la
        rural se habr  reducido a 13.7 millones.

        Sin pol¡ticas espec¡ficas para este grupo poblacional, se calcula
        que la tasa de desempleo juvenil podr¡a ascender a 12% a fines de
        siglo,  y afectar a  cerca de 6.5 millones de j¢venes, contra 4.7
        millones en 1990.

        El n£mero de adolescentes y j¢venes (entre 15 y 24  a¤os de edad)
        que  se  incorporar n a la fuerza de trabajo, ejercer  una fuerte
        presi¢n sobre la capacidad de absorci¢n  del  aparato productivo.

        Los que logren ocupaci¢n podr n  verse relegados al subempleo, en
        la medida  en que la formaci¢n entregada por el sistema educativo
        siga  desvinculada  de  la  demanda   de   la  producci¢n, lo que
        acentuar¡a la tendencia a su exclusi¢n de  las   actividades  m s
        din micas.

        Romper esa tendencia constituye un desaf¡o de primer orden, tanto
        por  razones  estrictas  de  equidad   como  por un imperativo de
        productividad y competitividad para el conjunto de las econom¡as.
        Superar  la  subutilizaci¢n  laboral  y  la  marginaci¢n pol¡tica
        previsible  de  los  j¢venes  se  transforma  en  una   condici¢n
        ineludible de la transformaci¢n productiva y del  fortalecimiento
        de la democracia en Am‚rica Latina y el Caribe.


   D.   Poblaci¢n y equidad.

        La  superaci¢n  de  la  pobreza  en  la regi¢n plantea uno de los
        mayores  retos  para  el  logro  efectivo  de  la  equidad.  Para
        enfrentarlo conviene tomar en cuenta tanto su evoluci¢n  reciente
        y  la  experiencia  que  podr¡a  derivarse  de  los resultados de
        algunos esfuerzos de reestructuraci¢n econ¢mica, como los rezagos
        que desde el punto de vista del comportamiento  de  las variables
        de la poblaci¢n  se  detectan  entre los pa¡ses y dentro de ‚stos
        (v‚ase el cuadro 2).


        La evoluci¢n de la pobreza y el ciclo econ¢mico.
        En el primer  quinquenio  de  los  ochenta,  cambi¢  de  signo la
        tendencia de la posguerra  hacia la disminuci¢n de la pobreza que
        hab¡a perdurado  hasta fines de los a¤os setenta en la mayor¡a de
        los pa¡ses de la regi¢n. En el segundo quinquenio, ese quiebre se
        acentu¢, sobre  todo  en  los  pa¡ses de mayor tama¤o econ¢mico y
        demogr fico,  como  parecen  mostrar  cifras  preliminares   para
        Argentina, Brasil, M‚xico y Venezuela (CEPAL, 1992a).

        Una estimaci¢n de 1990, basada en informaci¢n de las encuestas de
        hogares,  sit£a  en 196 millones la poblaci¢n de Am‚rica   Latina
        bajo la l¡nea de pobreza, lo que representa  aproximadamente  46%
        de  la  poblaci¢n  total  (CEPAL 1992a), cifra que en 1986 era de
        43%. Esto significa una tasa media anual de crecimiento  de  3.6%
        de la poblaci¢n  pobre. Para lograr la equidad ser¡a necesario no
        s¢lo reducir la pobreza, sino invertir  la  tendencia  ascendente
        que registra la regi¢n.

                                     Cuadro 1

             AMERICA LATINA: PERFIL DE DESOCUPACION JUVENIL EN 1990a
                                  (Porcentajes)
  ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
  ³          ³  Tasas de Desempleo  ³        Desempleo Juvenil por:         ³
  ³          ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´
  ³  Pa¡s    ³           ³          ³        Sexo       ³       Edad        ³
  ³          ³           ³          ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´
  ³          ³   Total   ³  Juvenil ³ Hombres ³ Mujeres ³  15-19  ³  20-24  ³
  ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
    Brasil           3,50      6,00      6,20      7,40      6,80      6,50   
    Colombia        10,30     22,00     21,50     23,00     20,40
    Costa Rica       6,00      8,30      7,60     10,00     11,20      6,20
    Chile            5,70     13,10     13,40     12,40     15,90     12,00
    Ecuador          6,10     12,70     10,20     16,80     14,60     12,70
    El Salvador     10,00     18,60     17,00     20,50     19,20     18,00
    Guatemala        2,30      4,00      3,10      6,30      5,00      4,20
    Honduras         4,20      6,30      5,10      9,90      5,40      7,60
    Panama          16,30     31,50     25,90     42,70     33,50     30,30
    Paraguay         6,60     15,80     15,80     15,70     18,20     14,10
    Uruguay          9,30     26,60     23,70     30,20     30,50     18,10
    Venezuela        9,90     17,80     17,80     17,80     20,00     16,60
    ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
Fuente: Programa Regional de Empleo para Am‚rica Latina y el Caribe (PRELAC), Bolet¡n PRELAC Informe, N§ 30,
Santiago de Chile, 1992

a   Brasil, 1987, Guatemala, 1989
b   Se refiere a la fuerza de trabajo de los menores de 25 a¤os


        En  algunos  pa¡ses,  como  Chile y Uruguay, habr¡a comenzado  de
        nuevo a descender la incidencia de la pobreza. Sin embargo,   aun
        en estos casos, la disminuci¢n  ha  sido  lenta  respecto  de  la
        recuperaci¢n  del  ritmo  de  crecimiento  econ¢mico.  Se detecta
        cierta asimetr¡a en la evoluci¢n de la pobreza respecto del ciclo
        econ¢mico:  fuerte  aumento  en  condiciones  recesivas  y  d‚bil
        reducci¢n, cuando no estabilizaci¢n,  al recuperarse la actividad
        productora. Esta asimetr¡a ha sido m s destacada  en  los    a¤os
        ochenta  porque, en verdad, no se ha tratado solamente de cambios
        en  el  ritmo  de la actividad econ¢mica. En rigor, lo acontecido
        respondi¢  a  un  proceso de ajuste frente a condiciones externas
        muy adversas, las que obligaron a una transformaci¢n en el propio
        modelo  de  desarrollo.  M s que crisis recesiva, se trat¢ de una
        reestructuraci¢n  productiva  (y  de  los   flujos  de   renta  e
        incentivos)  para  cerrar  una  singular brecha externa,  lo  que
        oblig¢ a privilegiar la producci¢n transable, particularmente las
        exportaciones.
                      
                                   Cuadro 2

        AMERICA LATINA (19 PAISES): EVOLUCION Y COBERTURA DE LA POBREZA
            (En porcentajes de la poblaci¢n y millones de personas)

ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
³                 ³   1960   ³  1970   ³  1980   ³  1986   ³  1990     ³
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
    Pobreza (%)         51        40        41        43        46                46
    (personas)         110       113       136       170       196
                        
    Indigencia (%)      26        19        19        21        22
    (personas)          56        54        62        81        93
 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
        Fuente:  Comisi¢n   Econ¢mica   para  Am‚rica  Latina y el Caribe
        (CEPAL), Magnitud  de   la   pobreza   en  Am‚rica  Latina en los
        a¤os ochenta (LC/G.1653-P),  serie  Estudios  e  Informes  de  la
        CEPAL, N§ 81, Santiago  de   Chile,   agosto de 1991. Publicaci¢n
        de   las   Naciones  Unidas, N§ de venta:  S.91.II.G.10; Comisi¢n
        Econ¢mica para Am‚rica Latina y el Caribe (CEPAL),Programa de las
        Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), Se  puede  superar  la
        pobreza?  Realidad y  perspectivas   en   Am‚rica.   Latina  y el
        Caribe (CEPAL/E. 1139), Santiago de Chile,  CEPAL, 1980; Comisi¢n
        Econ¡mica para Am‚rica Latina  y  el  Caribe  (CEPAL),  El perfil
        de la Pobreza en Am‚rica Latina a comienzos de los a¤os 90 (LC/L.
        716 (Conf. 82/6), Santiago de Chile, 1992,


        Si  lo  anterior  es  v lido,  entonces  es  dable  pensar que la
        evoluci¢n futura de la pobreza bien podr¡a  retomar  su  anterior
        tendencia  decreciente,  sobre  todo  en  los  pa¡ses  en    que,
        habi‚ndose avanzado m s en las reformas econ¢micas, los costos de
        la reestructuraci¢n econ¢mica parecen haber sido asimilados. As¡,
        es probable que la recuperaci¢n del crecimiento   econ¢mico    se
        asocie,  m s en los a¤os pr¢ximos que en los reci‚n pasados, a la
        generaci¢n  de  empleos  productivos  y  a  los  aumentos  de los
        salarios  con  lo  cual se  podr¡an  invertir  las  tendencias de
        aumento de la pobreza_ en aquellos casos en que el  grueso de las
        reformas econ¢micas  que  hacen  posible  la reorientaci¢n de los
        incentivos hacia el exterior ya se ha efectuado; el ajuste fiscal
        destinado a equilibrar las cuentas p£blicas ha comenzado a rendir
        sus frutos, traduci‚ndose en menores ¡ndices inflacionarios, y se
        han  consolidado  las  nuevas  perspectivas  de  mayor  acceso al
        financiamiento  externo en particular, la inversi¢n directa   que
        eliminan las transferencias netas de  recursos  hacia el exterior
        y  generan  mayores  posibilidades para el financiamiento  de  la
        inversi¢n y los aumentos de la productividad.

        La repercusi¢n de esos costosos ajustes en el mercado del trabajo
        ha  agravado  la situaci¢n distributiva y de pobreza, al marginar
        de un modo  que podr¡a ser permanente a segmentos de la poblaci¢n
        cuyo ingreso  a  la fuerza de trabajo coincidi¢ con el decenio de
        la  reestructuraci¢n.  De  all¡  la  importancia  de acompa¤ar el
        crecimiento  econ¢mico con pol¡ticas de capacitaci¢n laboral para
        los  j¢venes  y  de reconversi¢n laboral para aquellos grupos m s
        afectados por el ajuste econ¢mico.

        La pobreza es hoy en  su  mayor parte urbana en lo que respecta a
        los vol£menes  de  poblaci¢n afectada, aunque en muchos pa¡ses su
        incidencia  y  severidad  son  m s  elevadas  en  el medio rural.
        Mientras mayor  sea  el  predominio  de poblaci¢n  rural, como en
        Bolivia,   Guatemala  y Honduras, mayor ser  la incorporaci¢n  al
        mercado laboral  a  trav‚s  de  actividades  por  cuenta  propia,
        realizadas  sin  calificaci¢n  profesional  ni t‚cnica.  En  esos
        pa¡ses, es reducida la difusi¢n de las actividades   modernas que
        no  poseen  el  tama¤o  ni v¡nculos suficientes como para influir
        significativamente   a   mediano   plazo   sobre   los    niveles
        ocupacionales y salariales.  Los  problemas   de    productividad
        tienden  a  ser masivos, vinculados al atraso econ¢mico y exigen,
        por lo tanto, pol¡ticas estructurales.

        En otros pa¡ses de transici¢n demogr fica m s avanzada y de mayor
        ingreso  por  habitante, el grueso de la poblaci¢n econ¢micamente
        activa ocupada es asalariada.  A  consecuencia  de  la   profunda
        reestructuraci¢n econ¢mica de los a¤os ochenta, la incidencia  de
        la pobreza  aument¢ entre  los asalariados de baja calificaci¢n y
        un dato nuevo_ empez¢  a afectar a cerca del 10% de profesionales
        y  t‚cnicos,  tanto del sector p£blico como de empresas privadas.
        Por ello, en estos casos  el  salario  es  un elemento vital para
        enfrentar la pobreza. Por otra parte, las pol¡ticas de generaci¢n
        de empleo productivo deber n  considerar  que el empleo p£blico y
        del sector manufacturero ya  no  representar n  el mismo papel de
        anta¤o y que los mercados de trabajo se han flexibilizado, con lo
        cual, en ocasiones, ha aumentado la precariedad  de  la  relaci¢n
        laboral.

        Tanto  la  productividad  de  la  econom¡a  como  los    ingresos
        individuales dependen estrechamente del nivel educativo  y    del
        grado de calificaci¢n   de  la  fuerza  de  trabajo.  Por eso, el
        esfuerzo en educaci¢n  y  capacitaci¢n se traduce simult neamente
        en mejoramientos  de  la  competitividad  y  de la equidad. En la
        regi¢n  existe  un  contraste  muy  marcado  entre   los  grandes
        progresos alcanzados por la cobertura del sistema educativo y los
        contingentes a£n masivos  de  poblaci¢n  econ¢micamente    activa
        ocupada  con  menos  de  diez  a¤os  de  escolaridad,  nivel  que
        puede considerarse  el umbral inferior para acceder a ocupaciones
        compatibles  con  un ingreso que satisfaga m¡nimamente a un grupo
        familiar.

        Por  otra  parte,  como  la  transici¢n demogr fica est  en pleno
        desarrollo en la regi¢n y  la baja de la fecundidad va siendo m s
        r pida  que  lo proyectado hasta hace pocos a¤os, esas tendencias
        podr¡an  significar  que  las  tareas de crecimiento y equidad se
        enfrenten bajo condiciones demogr ficas  menos  desfavorables que
        las  que  se  ven¡an  pronosticando.  Las  tasas  m s  bajas   de
        fecundidad  significan  una  menor  presi¢n para la generaci¢n de
        puestos  de  trabajo productivo en los a¤os noventa  y  para   la
        demanda  de  servicios  sociales.  Por   ejemplo,   los   cambios
        demogr ficos  implicar¡an la posibilidad de liberar recursos para
        conseguir  mejoras  en la calidad de la educaci¢n y en la salud y
        nutrici¢n  materno-infantil, cuyo deterioro fue muy fuerte en los
        a¤os  ochenta.  Estos  est n  en  la  base de la reproducci¢n del
        c¡rculo  de  pobreza  pues  representan  los  dos componentes m s
        importantes de la  inversi¢n en capital humano. Como el n£mero de
        escolares de la regi¢n aumentar   menos  del  10%  en los    a¤os
        noventa y como los ingresos  fiscales  se  elevar n  m s  o menos
        seg£n  el  crecimiento del producto (tal vez en 50% a fines de la
        d‚cada,  si  el  PIB crece a un ritmo de 4% anual en los a¤os que
        restan),  se  dispondr¡a  de  un  saldo para canalizarlo hacia el
        mejoramiento  de  la  calidad  de  la  educaci¢n y de la atenci¢n
        materno-infantil.

        Esta  menor  presi¢n  demogr fica   es  relativa.  Los  promedios
        se¤alados son muy distintos en el grupo de pa¡ses  de  transici¢n
        incipiente (Bolivia y  Hait¡) o moderada (El Salvador, Guatemala,
        Honduras,  Nicaragua,  Paraguay),  en  que  la  tasa  global   de
        fecundidad supera los 4.5 hijos. Tanto en esos pa¡ses como en los
        que se encuentran  en  etapas  de  transici¢n  m s  avanzadas hay
        comprobaciones emp¡ricas de  que  la  fecundidad  ha decrecido en
        forma desigual, siendo su nivel actual  mucho  m s  alto  en  las
        mujeres de los sectores de m s bajos ingresos, de zonas rurales y
        de bajo nivel educativo.

        Aunque  el  descenso  de  la  fecundidad  en  curso, que propicia
        mejores condiciones para la transformaci¢n productiva  con  mayor
        equidad, ha sido intenso y m s que lo pronosticado, el proceso no
        es  homog‚neo  entre  pa¡ses  ni dentro de ellos.  Los  de  menor
        desarrollo relativo, que son los m s  necesitados  de crecimiento
        con  equidad,  presentan  todav¡a  una  fecundidad  alta  y  esta
        situaci¢n se puede encontrar, adem s, entre los grupos que  viven
        en  condiciones  de  pobreza  en  el resto de la regi¢n.  Existen
        serios rezagos en materia de equidad  demogr fica  en  todos  los
        pa¡ses.  Por  lo   tanto,   la  falta  de  pol¡ticas  dirigidas a
        satisfacer la aspiraci¢n creciente de numerosas parejas  de tener
        menos   hijos,  como  complemento  de  las  pol¡ticas    p£blicas
        contenidas  en  la  propuesta  de  transformaci¢n  productiva con
        equidad,  acentuar¡a  la  heterogeneidad   de   los   niveles  de
        desarrollo y los dualismos  internos  de  las  sociedades  de  la
        regi¢n, obstaculizando  los  esfuerzos  por  romper  la cadena de
        transmisi¢n intergeneracional de la pobreza.


        La poblaci¢n y los rezagos de la equidad

        En el cambio de comportamiento reproductivo de la mayor  parte de
        la  poblaci¢n  se traducen  las  transformaciones  econ¢micas   y
        sociales experimentadas por la regi¢n  en  la posguerra. Diversos
        factores  condujeron a difundir el deseo de tener un menor n£mero
        de hijos, y el cumplimiento de ese deseo fue posible   gracias  a
        los medios  que  permit¡an evitar la concepci¢n. Hogares ubicados
        en  diferentes estratos sociales y distintos puntos de residencia
        optaron  por la familia m s peque¤a, lo que llev¢ a la aceptaci¢n
        creciente del control de la fecundidad cuyos costos, de mercado y
        subjetivos, se redujeron.

        El descenso de la fecundidad no tuvo la misma intensidad en todos
        los grupos sociales. Las mujeres de  los estratos socioecon¢micos
        m s  despose¡dos  tienen  un mayor promedio de hijos;  del  mismo
        modo, la fecundidad m s elevada de  las  zonas  rurales se asocia
        con los sectores campesinos,  trabajadores  sin  tierras  y   las
        minor¡as ‚tnicas,  que se encuentran marginados de los frutos del
        progreso. Un hecho de singular importancia es que muchas  de esas
        mujeres declaran sistem ticamente  que  una elevada proporci¢n de
        su  fecundidad  real es  no deseada (v‚ase el recuadro 1). Por lo
        tanto, la planificaci¢n familiar parece  haber  seguido una l¡nea
        de  inequidad; por ser inaccesible para ciertos grupos, se vuelve
        para ellos casi imposible el ejercicio de un derecho reproductivo
        esencial y coarta la libertad de las  parejas para decidir acerca
        del n£mero de hijos que desean tener.

        Las diferencias de la fecundidad por sectores sociales son, pues,
        expresiones notorias  de la inequidad prevaleciente en los pa¡ses
        de la regi¢n. Esta situaci¢n   es  tanto  m s  apremiante  cuanto
        que en algunos pa¡ses los bolsones de alta fecundidad representan
        una  proporci¢n  muy  importante  de la poblaci¢n.  El  cuadro  3
        presenta informaci¢n reciente sobre  diferencias de la fecundidad
        en  los pa¡ses que realizaron la Encuesta Demogr fica y de Salud.
        Se  observa  que  las  mujeres sin instrucci¢n,  as¡ como las que
        viven en  reas rurales,  tienen,  en  promedio,  5  o  m s hijos,
        mientras  que  en  cinco de los ocho pa¡ses  analizados  la  tasa
        global de fecundidad  de  las  mujeres con estudios secundarios o
        superiores es de alrededor de 2 hijos.

        Junto  a  las diferencias de la fecundidad,  hay  otra  dimensi¢n
        trascendental:  la  sobremortalidad.  La  gran  magnitud  de  las
        diferencias en los niveles de morbilidad y de mortalidad  a pesar
        de  los  logros  obtenidos  constituye  uno  de  los  rezagos m s
        preocupantes en materia de equidad. Se trata de  la  persistencia
        de  grupos   vulnerables  que  se  ven  expuestos  a  una   menor
        probabilidad   de    sobrevivencia,   refuerza   los     patrones
        reproductivos que  conducen a altos niveles de fecundidad y puede
        impedir  los  esfuerzos  de  mejorar  la  calidad de la poblaci¢n
        contenidos   en   la   propuesta  central  de  la  transformaci¢n
        productiva. La sobremortalidad  para vastos sectores de la regi¢n
        es  manifiestamente  un  fen¢meno  que forma parte de la pobreza,
        porque incluso en aquellos pa¡ses  que  han  tenido  los  mayores
        progresos  en  la  lucha  contra  la   mortalidad   se  presentan
        diferencias abismales seg£n grupos sociales.

        Un  indicador sint‚tico de esta inequidad es la esperanza de vida
        al nacer: se ha encontrado que en los grupos m s pobres de pa¡ses
        centroamericanos  es  del  orden  de 10 a¤os menor a la de los no
        pobres  (v‚ase  el  recuadro 2),   diferencias  que  est n  dadas
        principalmente por la incidencia de la mortalidad infantil  y  de
        la ni¤ez. Igual que en el caso de la fecundidad, las estimaciones
        de mortalidad infantil seg£n  rea de residencia y educaci¢n de la
        madre,  para  pa¡ses  en  distintas  etapas   de   la  transici¢n
        demogr fica,  muestran  diferencias  importantes (v‚ase el cuadro
        3). Tambi‚n se observan altos contrastes  al considerar el origen
        ‚tnico  de  la  poblaci¢n;  es notorio que la mortalidad de ni¤os
        pertenecientes a comunidades  ind¡genas  presenta tasas mucho m s
        altas que las de ni¤os  de  otro  origen. Estudios realizados con
        datos  censales  muestran,  por ejemplo, que en Bolivia (1976) la
        mortalidad infantil de quienes s¢lo hablan quechua era de 218 por
        mil  nacidos vivos, mientras que los que hablan castellano ten¡an
        una  tasa  de  137  por mil  (OPS, 1990).  Por   otra  parte,  en
        un estudio reciente en reducciones ind¡genas de Chile  (1988)  se
        encontr¢ una tasa de mortalidad infantil de 45 por mil,  mientras
        que, para la misma ‚poca, el valor nacional era de 17 por mil,  y
        la de los barrios m s acomodados de Santiago alcanzaba a poco m s
        de 10 por mil. (UFRO/INE/FII/PAESMI/CELADE,1990).

        En conjunto, las   desigualdades  de  comportamiento  demogr fico
        significan que cada grupo social sigue sus  propias tendencias en
        relaci¢n con el crecimiento y la distribuci¢n por edades, por  lo
        que existe un aporte diferenciado al crecimiento y estructura del
        total de la poblaci¢n. La din mica demogr fica cumple una funci¢n
        importante  en  la reproducci¢n de la pobreza desde dos puntos de
        vista:  en  forma  directa  por  la  alta  tasa  de  fecundidad y
        crecimiento de la poblaci¢n pobre e, indirectamente, porque estos
        hechos  favorecen  la  permanencia de los hijos en condiciones de
        vida   similares  a  las  de  sus  padres,  por  la   transmisi¢n
        intergeneracional de la pobreza.

        El efecto de la mayor fecundidad  en  familias pobres estimula la
        aparici¢n  de mecanismos como el trabajo infantil y la fecundidad
        temprana.  El  trabajo  infantil, como mecanismo de sobrevivencia
        familiar,  sacrifica  la  educaci¢n  de   los  peque¤os  y  puede
        inhabilitarlos  para  postular  en  el  futuro  a  puestos  mejor
        remunerados. La fecundidad temprana, tiende  a transmitir al hijo
        las carencias culturales y materiales del ambiente de la madre.

        Aunque diversos estudios muestran una fecundidad y mortalidad m s
        elevadas  en  los  grupos  de  bajos  ingresos,  son  pocas   las
        mediciones  acerca  de  c¢mo   ello  incide  en  su   crecimiento
        demogr fico y, por lo tanto, acerca de cu l es la  importancia de
        ‚ste en la evoluci¢n de la magnitud de la pobreza. El an lisis de
        encuestas de hogares de algunos  pa¡ses  permite  concluir que la
        elevada  fecundidad  es  de  importancia  preponderante  en    la
        determinaci¢n del alto crecimiento vegetativo de su poblaci¢n. De
        este modo, se observa, por ejemplo,  que   la   tasa   global  de
        fecundidad de los indigentes de Guatemala es  de  6.7  hijos  por
        mujer y la tasa  de  crecimiento natural  de 3.4%,  frente  a una
        fecundidad de 3.6 hijos y  una  tasa de aumento de 2.3% de los no
        pobres.  Resultados  similares  se encontraron en investigaciones
        realizadas para Honduras y Nicaragua,  en  los  que se analiz¢ la
        din mica demogr fica de los grupos pobres  consider ndolos  seg£n
        el criterio de necesidades b sicas insatisfechas (recuadro 2).

        Las tendencias demogr ficas diferenciales entre sectores sociales
        son un factor que contribuye al aumento absoluto y relativo de la
        poblaci¢n  de  menores  recursos.   Un  ejercicio  reciente    de
        proyecci¢n de poblaci¢n pobre y no  pobre realizado para Honduras
        (CELADE,  1992; Gabrie, 1991),  en  la hip¢tesis de una movilidad
        social  nula  y una disminuci¢n de la fecundidad y la mortalidad,
        muestra entre el a¤o 1990 y el 2000 un aumento de 1.5 millones de
        pobres, que subir¡an de un 78 a un 80% de la poblaci¢n total (5.1
        millones  en  1990).  Para  reducir  la  proporci¢n  de    pobres
        debiera producirse una movilidad social ascendente que compensara
        el  crecimiento  demogr fico.  Como  un  ejemplo  hipot‚tico  que
        permita apreciar ¢rdenes de magnitud, consid‚rese   una  meta  de
        reducci¢n del porcentaje de pobres,  en  el  a¤o 2000,  del   80%
        esperado, al 66%. Esto  implica s¢lo que el incremento del n£mero
        de pobres ser¡a 700 000 en vez de los 1.5  millones  proyectados,
        lo  que  podr¡a  lograrse  con  programas  socioecon¢micos    que
        conduzcan a la movilidad social ascendente de 800 000 personas.

        ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
        ³                         Recuadro 1                            ³
        ³    LA FECUNDIDAD NO DESEADA SEGUN SECTORES SOCIALES           ³
        ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ

        El hecho  de  que  las  parejas de bajos ingresos tengan una alta
        fecundidad  no  significa   que  no  deseen  reducirla.  Estudios
        recientes muestran que la  fecundidad deseada por las mujeres  de
        bajo  nivel de instrucci¢n, as¡ como por las que viven  en  zonas
        rurales, es muy inferior al n£mero efectivo de hijos que alcanzan
        al   final del per¡odo reproductivo.

        Por  ejemplo, en  Bolivia  y  Per£,  uno  de  cada tres hijos fue
        declarado por  todas  las mujeres como no deseado, proporci¢n que
        alcanza  a  un 40 % de la  fecundidad total entre aquellas de m s
        bajo  nivel  de  instrucci¢n. Esta  realidad  muestra una demanda
        insatisfecha,  sobre  todo  por  parte  de   sectores pobres,  de
        programas  de  poblaci¢n  tendientes  a    brindar  servicios  de
        planificaci¢n  familiar  y  de atenci¢n materno-infantil. 
        Cualquier  pol¡tica que tenga como prop¢sito  la reducci¢n  de la 
        fecundidad,  debe  considerar  la  extensi¢n de  la planificaci¢n
        familiares  a  los sectores rurales y a las mujeres de bajo nivel
        de instrucci¢n.
 
        TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD Y PORCENTAJES DE FECUNDIDAD NO DESEADA SEGUN
       ZONA DE RESIDENCIA Y EDUCACION EN PAISES SELECCIONADOS DE AMERICA LATINA

      ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
      ³  Bolivia  ³Brasil ³Colombia ³Ecuador ³El Salvado ³Guatemala ³M‚xico  ³Per£ ³Rep. Dom. ³
      ³     1989  ³  1986 ³    1986 ³   1987 ³    1985   ³     1987 ³  1987a ³1986 ³    1986  ³
      ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
                                    Tasa global de fecundidad b

Total         5,0      3,5       3,3      4,3       4,2         5,6      3,8    4,1       3,8
Deseada       3,2      2,8       2,8      3,6       3,1         4,9      -      2,6       2,8
No deseada    1,8      0,5       0,5      0,7       1,1         0,7      -      1,5       1,0

                                      Fecundidad no deseada (%) c

Total        36,0     19,8      15,9     17,1     27,0         12,5    58,9   35,9      26,3

Seg£n nivel de instrucci¢n d

i)   Bajo    37,7      38,5      19,7     16,0     25,7         11,4    62,4   40,7      30,4
i)   Medio
     Bajo    38,3      27,1      17,1     19,0     32,3         12,5    64,6   22,5      27,3
iii) Medio   31,1      13,6       8,5     10,4     22,5         17,9    59,6   24,6      13,8
iv)  Alto    24,1      11,6       9,5      3,5     21,3          7,4    49,0      -       9,1

Seg£n zona de residencia

Urbana       35,0      16,1      12,3     16,2        -         14,6    63,3      -      21,9

Area metropo. -         -         -        -       26,9            -    58,5   26,2         -
Resto urbano  -         -         -        -       30,6            -    60,3   30,8         -
Rural        35,9      27,5      20,7     17,6     25,0         10,8    54,3   42,3      31,3
 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
Fuente: Informes nacionales de las Encuestas Demogr ficas y de Salud 

        a.- En M‚xico  no  se  hicieron  preguntas  para  la   estimaci¢n
        de la fecundidad deseada. En  este caso, los valores  representan
        la proporci¢n de mujeres casadas o unidas que no desean m s hijos
        en el futuro.  En  consecuencia, no  son  cifras comparables  con
        la  de  los  dem s pa¡ses. Las categor¡as de la variable zona  de
        residencia  son:   rea metropolitana: 20 000 y m s; resto urbano,
        2 500 a 19 999;  y rural, menos de 2 500 habitantes.

        b.- La tasa global  de fecundidad se ha calculado para un per¡odo
        de tres a¤os anteriores  a la  encuesta.  La  fecundidad  deseada
        y no deseada se  calcula para el mismo per¡odo, atendiendo  a  si
        los hijos  hab¡an sido deseados o si resultaron de un embarazo no
        deseado.

        c.- Esta proporci¢n representa el peso porcentual de la fecundidad 
        no deseada respecto a la fecundidad total.

        d.- El nivel de instrucci¢n  se  agrupa  de menor a mayor, siendo 
        diferentes las categor¡as para  cada pa¡s. En el caso de Ecuador, 
        Colombia, Bolivia y Rep£blica Dominicana, las categor¡as son  las 
        siguientes: i) sin instrucci¢n,  ii)  primaria, iii) secundaria o 
        media,  iv) superior o universitaria.  En  el  caso  de Per£, los 
        primeros  dos  grupos  (sin  instrucci¢n y primaria) est n en uno
        s¢lo. En Brasil, M‚xico y Guatemala, los primeros dos grupos son:
        i)  sin  instrucci¢n,  ii)  primaria  incompleta,  iii)  primaria
        completa  y  iv) secundaria y m s. En Bolivia, los grupos son: i)
        sin educaci¢n, ii) b sica 1-3, iii) intermedia y iv) media o m s.
        En el Salvador,  los  grupos  son:  i) sin educacin, ii) primaria
        incompleta  iii)  primaria completa y iv) seundaria y m s.
         ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 


        Se fortalece la tesis de que la evoluci¢n  de  la pobreza no est 
        determinada s¢lo  por  factores  demogr ficos  diferenciales sino
        tambi‚n por otros socioecon¢micos, al considerar  las  tendencias
        al  aumento  de  los  sectores pobres registrados en pa¡ses de la
        regi¢n  durante  el  decenio  de  1980  (CEPAL, 1991b). En varios
        han ocurrido aumentos en el n£mero y la proporci¢n de  pobres  de
        una magnitud que no es posible explicar s¢lo por  su  crecimiento
        demogr fico,  sino que habr¡an ocurrido tambi‚n a consecuencia de
        los  efectos perjudiciales de la equidad  derivados de la crisis.
        De  los  diez  pa¡ses  analizados  por  la  CEPAL,  la  tasa   de
        crecimiento medio anual total de la poblaci¢n pobre fue de  3%  o
        m s en los casos de Argentina,  Costa Rica, Guatemala,  Uruguay y
        Venezuela; en dos de ellos alcanz¢ una tasa del orden del 9%, que
        supera varias veces el crecimiento demogr fico.


                                  Cuadro 3

   AMERICA LATINA: TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD Y TASA DE MORTALIDAD INFANTIL,
           POR AREA DE RESIDENCIA Y NIVEL DE INSTRUCCION DE LA MADRE,
          SEGUN DATOS DE LAS ENCUESTAS NACIONAL DE DEMOGRAFIA Y SALUD,
                                 DECENIO DE 1980

ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄ¿
³                  ³   Area de     ³         Nivel de instrucci¢n       ³     ³
³                  ³  residencia   ³            de la mujer             ³     ³
³                  ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´     ³
³      Pa¡s        ³  Urbana ³Rural³Ninguno³Primaria³Primaria³Secundaria³Total³
³                  ³         ³     ³       ³incomple³completa³  y m s   ³     ³  
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÙ
                                Tasa global de fecundidad

 Guatemala   1983-87     4,1     6,5     7,0     5,6     3,9     2,7     5,6       
 Bolivia     1984-89     4,0     6,4     6,1     5,9     4,5     2,9     4,9
 Paraguay    1987-90     3,6     6,1     6,7     6,2     4,5     3,2     4,7
 Per£        1984-86     3,1     6,3     6,6     5,0     3,1     1,9     4,1 
 M‚xico      1984-86     3,1     5,2     6,1     5,7     3,7     2,5     3,8
 Rep. Dom    1983-86     3,1     4,8     5,3     4,3     2,9     2,1     3,7
 Brasil      1983-86     3,0     5,0     6,5     5,1     3,1     2,5     3,5
 Colombia    1981-86     2,8     4,9     5,4     4,2     2,5     1,5     3,3

                         Tasa de mortalidad infantil (por mil)

 Bolivia     1979-89    79,0   112,0   124,0   108,0    65,0    46,0    96,0
 Brasil      1976-86    76,0   107,0   ...     ...     ...       ...    86,0
 Guatemala   1983-87    65,0    84,0    82,0    86,0    61,0    41,0    79,0
 Per£        1981-86    54,0   101,0   124,0    85,0    42,0    22,0    76,0
 Rep. Dom    1976-86    72,0    71,0   102,0    76,0    57,0    34,0    68,0
 M‚xico      1982-87    23,0    64,0    83,0    64,0    46,0    27,0    56,0
 Colombia    1976-86    38,0    41,0    60,0       --40---      28,0    39,0
 Paraguay    1980-90    32,0    38,0    45,0    42,0    33,0    22,0    35,0
  ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
        Fuente: Informes nacionales de las  Encuestas  Demogr ficas  y de
        Salud. 
        Notas: Nivel de instrucci¢n: En la Rep£blica Dominicana, Colombia
        y  Per£  los  grupos  de     educaci¢n  son  los  siguientes: sin
        educaci¢n, primaria, secundaria y universitaria; en Bolivia,  los
        grupos son: sin instrucci¢n, b sica, intermedia, media y m s.
        En  Paraguay  el  grupo  sin instrucci¢n incluye a los que tienen
        dos a¤os o menos de escolaridad.
        Area de  residencia: Para M‚xico, en la zona urbana se incluyeron
        aqu¡ las localidades mayores de 20 000 habitantes.
        ...: No disponible.



        A ra¡z del mayor crecimiento  demogr fico  de la poblaci¢n pobre,
        es  superior la incidencia de la pobreza y de la indigencia entre
        los  ni¤os  y  los  j¢venes.  A  esto  hay  que  agregar  que las
        poblaciones en condiciones de pobreza tienen una alta relaci¢n de
        dependencia y un elevado promedio de personas por hogar.
      

  ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
  ³                               Recuadro 2                             ³
  ³  PAISES SELECCIONADOS DE AMERICA LATINA: INDICADORES DEMOGRAFICOS    ³
  ³                  Y SOCIALES SEGUN ESTRATOS DE POBREZA                ³
  ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ

        Fuentes diferentes en los  indicadores  demogr ficos, asi como en
        otros  de car cter  socioecon¢mico,  acompa¤an las cituaciones de
        pobreza,  representan  rasgos  de  la  fecundidad existente en la
        regi¢n.  Al  tomar  como ejemplo tres pa¡ses centroamericanos, se
        advierte que los disimiles comportamientos de la  fecundida  y la
        mortalidada se reflejan en el ritmo de incremento de la poblaci¢n
        pobre  y  en la juvenil estructura por edades, lo que aumentan la 
        incidencia de la pobreza entre los ni¤os y jovenes.  

ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ 
³                           ³                            Pa¡ses                           ³
³                           ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´ 
³        Indicador          ³    Guatemala (1986-1987)   ³Honduras(1990)³ Nicaragua (1985)³
³                           ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´
³                           ³           ³        ³   No  ³       ³      ³       ³         ³
³                           ³Indigentes ³ Pobres ³ pobres³  NBI  ³ NBS  ³  NBI  ³   NBS   ³
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ

Porcentaje de poblaci¢n               48       25     27     78     22      69       31
Porcentaje de ind¡gena                55       38     23      -      -       -        -
Tasa de natalidad (por mil)           44       34     30     40     28      48       35
Tasa de mortalidad (por mil)          10        9      7      8      5      13       11
Tasa de crecimiento natural (por mil) 34       25     23     32     23      35       24
Tasa global de fecundidad              7        5      4      6      3       7        4
Esperanza de vida al nacer (a¤os)     60       63     71     65     74       -        -
Porcentaje de nacimientos totales     56       22     22     83     17      75       25
Porcentaje de muertes totales         55       25     20     84     16      72       28
Estructura de edad (por cien)        100      100    100    100    100     100      100
        0 - 19                        62       56     47     59     46      60       52
       20 - 59                        34       39     46     37     47      35       42
       60 y mas                        4        5      7      4      7       5        6
Relaci¢n de dependencia (por cien)   120       87     64    102     62     115       84
Tama¤o medio de hogar (personas)       6        5      4      6      4       6        6
Tasa bruta de participaci¢n
econ¢mica (por cien)                  26       33     43     31     38       -        -
Estructura ocupacional               100      100    100    100    100       -        -
         Asalariados                  41       54     53     43     55
         Cuenta propia                35       30     31     39     32
         Trabajo familiar
         no remunerado                24       14     11     15      6
         Otro                          0        2      5      3      7
 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
Fuente: Guatemala:  Chackiel, J. y M. Villa, "Am‚rica Latina y el Caribe:
        din mica de  la   poblaci¢n  y   desarrollo"  (DDR/1),   Santiago
        de  Chile, Centro   Lationamericano   de   Demograf¡a   (CELADE),
        1992,   documento    presentado   a   la   Reuni¢n  de   Expertos
        Gubernamentales sobre Poblaci¢n y  Desarrollo, preparatoria de la
        Conferencia   Internacional  de Poblaci¢n y Desarrollo  de  1994,
        Santa  Luc¡a, 6 al 9 de octubre; Honduras: Centro Latinoamericano
        de  Demograf¡a (CELADE), "Honduras:  diagn¢stico sociodemogr fico
        y proyecciones de la poblaci¢n pobre y  no  pobre seg£n distintas
        metas.  1900-2010"  ( LC/DEM-R. 172 ), Santiago de Chile, 1992, y
        J. Gabri‚, "Honduras,  caracter¡sticas  sociodemogr ficas  1990",
        Santiago de Chile, Centro Latinoamericano de Demograf¡a (CELADE),
        1991, in‚dito; Nicaragua: M. Morales, "Nicaragua: caracter¡sticas
        y   econ¢micas  de  la  poblaci¢n   seg£n   grado   de   pobreza,
        socio-econ¢micas y demogr ficas seg£n estado de pobreza", Santiago
        de  Chile,  Centro Latinoam‚ricano de Demograf¡a  (CELADE), 1991,
        in‚dito. A  Guatemala,  seg£n  criterio  de ingresos;  Honduras y
        Nicaragua,  seg£n  necesidades  b sicas  insastisfechas  (NBI)  y
        satisfechas (NBS). b  (0-14 + 65 y m s)/(15-64).
         ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 



        Debido a estas caracter¡sticas  de  la  estructura  de edades, la
        satisfacci¢n de sus demandas de atenci¢n de salud y educaci¢n es,
        sin  duda,  prioritaria  para  esta poblaci¢n y,  por  tanto,  su
        insatisfacci¢n  establece una de  las  bases  fundamentales   del
        c¡rculo vicioso de la pobreza. No obstante,  para el resto de los
        grupos  de  edades,  las  demandas  se  concentran  en  empleo  y
        vivienda, dos de las necesidades b sicas m s elementales  que  en
        su insatisfacci¢n favorecen tambi‚n la reproducci¢n del fen¢meno.

        Adem s de  esas inequidades, las deficiencias se¤aladas en cuanto
        a la  planificaci¢n  familiar  y  la  educaci¢n,  informaci¢n   y
        comunicaci¢n  en materias sexuales y reproductivas, aparecen como
        causas  asociadas  de  dos  problemas de importancia:  el  aborto
        clandestino,  con  grave  riesgo  para  la  salud  materna,  y el
        embarazo  adolescente.  Tanto  el  aborto  clandestino  como   el
        embarazo adolescente forman parte del agudo s¡ndrome de inequidad
        que caracteriza a las sociedades latinoamericanas  y  caribe¤as y
        que tiene consecuencias  socioecon¢micas  en varios planos. En el
        caso  de la fecundidad adolescente pueden  distinguirse  por   lo
        menos dos. En primer lugar, para los individuos  los  nacimientos
        que ocurren en estas edades tienen mayores probabilidades  de ser
        problem ticos,  ya  sea  por el riesgo  biol¢gico  que  a  menudo
        implican, por los vetos  educativos  y  laborales que normalmente
        acarrean  a  los progenitores,  o por el conflicto  familiar  que
        pueden desencadenar. En segundo  t‚rmino,  para  la  sociedad, la
        fecundidad adolescente puede representar  p‚rdidas importantes de
        capital humano, producto  de  la  deserci¢n  escolar y laboral, y
        limitaciones para mejorar el nivel colectivo de productividad.

        Para  impedir  la reproducci¢n de la pobreza,  es  de  particular
        importancia  considerar  la  ampliaci¢n  de las posibilidades  de
        educaci¢n y de acceso al empleo para las  mujeres j¢venes, lo que
        junto  con  mejoras  en  la  cobertura de los programas de salud,
        planificaci¢n  familiar  y nutrici¢n, ha mostrado reflejarse   en
        mejores condiciones de vida y en menores tama¤os de familia. Como
        se  desprende  de  diversos  estudios, el est¡mulo a la educaci¢n
        secundaria  de  las  ni¤as,  particularmente  en  el medio rural,
        tiende  a  reducir el promedio de hijos, para un mismo  nivel  de
        ingresos. Como la educaci¢n es adem s £til para el ingreso  a  la
        fuerza de trabajo,  se  produce  una participaci¢n laboral de las
        j¢venes,  se  retarda  el matrimonio, baja la fecundidad, y,  por
        esta v¡a, se origina una condici¢n favorable para la reducci¢n de
        la mortalidad.

        Facilitar  el  acceso  a  la  planificaci¢n  familiar  para tales
        sectores establece un principio ciudadano, al garantizar a  todos
        los grupos sociales el ejercicio de  un  derecho reproductivo, en
        condiciones informadas y con plena  libertad  de  la  pareja para
        decidir acerca del n£mero de hijos que  desea  procrear. Por otro
        lado, es un requisito de la equidad y de la propia transformaci¢n
        productiva, al contribuir a mejorar tanto las condiciones de vida
        de los sectores m s  postergados  como  la  productividad  de  su
        esfuerzo laboral.


   E.   Poblaci¢n y sustentabilidad del desarrollo

        El 94% del incremento de la poblaci¢n regional entre 1960 y 1990,
        que totaliz¢ 230  millones  de personas, correspondi¢ a las zonas
        urbanas; luego de un aumento de 10  millones en los a¤os sesenta,
        la  poblaci¢n  rural se ha estabilizado en cerca de 124 millones.
        De este modo, la presi¢n demogr fica sobre los recursos naturales
        se  deriva  principalmente  de la acelerada expansi¢n del mercado
        urbano,  que  favoreci¢  la  tecnificaci¢n  de  la  producci¢n de
        alimentos y fibras. Aunque la  mecanizaci¢n  de  la   agricultura
        comercial y el auge de la ganader¡a extensiva han incrementado la
        relaci¢n hombre/tierra, ‚sta sigue siendo, en  promedio,  una  de
        las m s  bajas del mundo en desarrollo; sin embargo, esa relaci¢n
        se  hace  excesiva en  las  zonas  minifundiarias  tradicionales,
        afectadas por la acci¢n conjunta de la fragmentaci¢n por herencia
        y la  creciente  extensi¢n territorial de las  grandes   empresas
        agroindustriales exportadoras y de las actividades ganaderas.

        Los ¡ndices extremos de concentraci¢n  de la propiedad agr¡cola y
        de uso de la tierra, otra  de  las  especificidades de la regi¢n,
        explican  la  aparente  contradicci¢n  entre  la  baja   relaci¢n
        hombre/tierra agr¡cola y la persistencia de zonas en    constante
        deterioro. De hecho, un 75% de  las familias rurales de la regi¢n
        no  dispone  de tierra o padece una aguda escasez de ella, lo que
        obliga a sus miembros, bajo modalidades que no siempre resguardan
        las  condiciones  m¡nimas de ingreso y bienestar, a desplazarse y
        contratarse  fuera  de  su predio para poder subsistir. Un acceso
        m s  fluido  a  la  propiedad  agraria  y a cr‚ditos y asistencia
        t‚cnica  facilitar¡a  aumentar  directamente  los ingresos de los
        campesinos,  al  elevar la productividad en el uso de la tierra y
        aliviar¡a   la   presi¢n  campesina  de  peque¤os propietarios  y
        minifundistas sobre las tierras marginales.

        Para  ello  se  ha  sugerido  perfeccionar el funcionamiento  del
        mercado  de  tierras,  facilitando  el acceso del campesinado. Lo
        anterior supone un programa masivo de  regularizaci¢n de t¡tulos,
        procediendo al reconocimiento jur¡dico de las tierras habitadas y
        ocupadas por pueblos ind¡genas y  a la recuperaci¢n de espacios y
        recursos  desaprovechados.  Mejorar la eficiencia en el uso de la
        tierra  supone tambi‚n hacer depender la tributaci¢n agr¡cola del
        valor  productivo  de  los  suelos, lo que junto con estimular la
        productividad,  facilitar¡a  la desconcentraci¢n de la propiedad.
        Finalmente,  es  indispensable  una mayor penetraci¢n del sistema
        financiero  en  el  mercado  de la tierra; para  ello  habr   que
        establecer modalidades especiales  de ahorro y cr‚dito destinadas
        a la compra de predios. Asociados a tales mecanismos es necesario
        organizar sistemas de asistencia t‚cnica que velen por el uso del
        suelo  de acuerdo con sus caracter¡sticas ecol¢gicas, minimizando
        las externalidades negativas.

        En  virtud  del  aumento de la concentraci¢n urbana,  en  1990 la
        regi¢n contaba con 38 ciudades de m s de un mill¢n de habitantes,
        dos de las cuales ten¡an m s de  15  millones. Aparte de requerir
        costosas   inversiones   para   la  dotaci¢n  de  agua   potable,
        saneamiento e infraestructura social, en algunas de estas grandes
        ciudades se ha acentuado  la inadecuaci¢n del ambiente f¡sico. El
        efecto   combinado  de  la  escasez  de  inversi¢n,  del   tama¤o
        demogr fico  alcanzado,  de  la  rapidez  del  crecimiento, de la
        incorporaci¢n  de  diversos  tipos  de  tecnolog¡as  (fuentes  de
        emisiones fijas, automotores, edificaciones de alta densidad), ha
        tendido a deteriorar la calidad de la vida urbana. Esto £ltimo se
        aprecia    claramente  en  que,  por  ejemplo,  los  niveles   de
        concentraci¢n de contaminantes atmosf‚ricos   e  h¡dricos superan
        las  normas aceptadas, en que pocas ciudades cuentan con sistemas
        de tratamiento de  aguas servidas y en que muchas de ellas apenas
        pueden eliminar el 50% de los desechos que producen.

        Trabajar  por  un desarrollo sustentable no significa limitar las
        posibilidades del crecimiento ni subutilizar el potencial de  los
        recursos  naturales.  El  desaf¡o ambiental consiste en estimular
        modalidades de crecimiento que generen valor agregado en t‚rminos
        econ¢micos, teniendo en cuenta el costo  real  de  oportunidad de
        los  recursos  naturales  y  de  las decisiones econ¢micas.  Ello
        significa, por ejemplo, que los costos de producci¢n incluyan  su
        impacto  ambiental  y   que las pol¡ticas p£blicas act£en como un
        instrumento  activo  para  desalentar  el  da¤o  e  incentivar la
        eficiencia  econ¢mica  y  energ‚tica  (v‚ase  CEPAL/CELADE, 1993,
        cap¡tulo  IV).  En  ese  sentido,  reformas  que   favorezcan  el
        crecimiento  en  econom¡as  abiertas, apoy ndose en los est¡mulos
        del  mercado,  bien  pueden  originar  procesos  de  mejoramiento
        ambiental,  a  condici¢n   de   complementarse   con    adecuadas
        reglamentaciones p£blicas.  La eficiencia econ¢mica y energ‚tica,
        son  elementos  centrales de una pol¡tica ambiental; ambas forman
        parte de las reformas mencionadas y  requieren  una  coordinaci¢n
        estrat‚gica entre agentes econ¢micos para complementar al mercado
        en tareas en que ‚ste no posee ventajas, como las externalidades,
        bienes p£blicos, fomento tecnol¢gico y promoci¢n de la equidad.

        En  el  tema  ambiental  coinciden todas estas preocupaciones; de
        all¡ la importancia de contar con instrumentos adecuados para una
        fiscalizaci¢n  y  regulaci¢n ambiental transparente y socialmente
        consensual  que  estimule  el  crecimiento,  preservando el medio
        ambiente.  La  calidad  del  aire, el tratamiento  de  las  aguas
        servidas, la ausencia de tensiones derivadas  de  la congesti¢n y
        la  violencia  urbana  son  t¡picos  bienes  p£blicos;  conciliar
        competitividad  y  preservaci¢n  ambiental  exige    innovaciones
        tecnol¢gicas. Finalmente, la protecci¢n y  el  mejoramiento   del
        medio ambiente tienen una clara connotaci¢n   redistributiva,  ya
        que en las  ciudades  t¡picas  de  la  regi¢n  los  contaminantes
        h¡dricos y s¢lidos generados por industrias u hogares en  barrios
        pudientes  terminan en los asentamientos de menores ingresos. Las
        familias  pobres  habitan  en  lugares  de  mayor  contaminaci¢n,
        cercanos a dep¢sitos de desechos urbanos e industriales,  cuentan
        con  menor acceso al agua potable y alcantarillado, pr cticamente
        no disponen de  reas verdes y son vulnerables  a las enfermedades
        infecciosas. Las  familias  pobres  rurales, por su parte, se ven
        obligadas  por  razones  de subsistencia, a talar  bosques  y   a
        trabajar tierras de menor fertilidad,  con  lo  que   agravan  la
        erosi¢n de los suelos.

        Avanzar hacia un desarrollo  sustentable  exige, en primer lugar,
        mayor  educaci¢n  y  conciencia  ciudadana  sobre  una   relaci¢n
        arm¢nica  entre  el  hombre  y la  naturaleza y entre los hombres
        entre  s¡.  Requiere  tambi‚n  un  sector  p£blico   t‚cnicamente
        calificado y con capacidad financiera para fortalecer  su funci¢n
        de regulador ambiental.


   F.   Transformaci¢n  productiva  y  poblaci¢n: consideraciones finales

        El debate que vincula  de  modo simplista el desarrollo con alzas
        o descensos  de  la  fecundidad  como caminos contrapuestos  para
        reducir  la pobreza y mejorar la equidad ha quedado obsoleto ante
        los  datos  de  la realidad. Tal como el objetivo del crecimiento
        econ¢mico  no  se  opone  al  objetivo  de  equidad, sino que son
        aspectos complementarios de un mismo proceso,  la  relaci¢n    de
        fecundidad  y  desarrollo  debe  ser  analizada en el marco de un
        esfuerzo global  y  sist‚mico  por  alcanzar  un  crecimiento con
        equidad, desaf¡o que frente a la actual econom¡a globalizada debe
        abordarse con  un gran mejoramiento de la calidad de los recursos
        humanos.

        No se trata entonces  de  optar  entre  uno  y  otro  camino sino
        de    realizar  un  esfuerzo   integrado  que    considere    las
        especificidades nacionales. En algunas realidades, ser  necesario
        abordar la transformaci¢n productiva incluyendo un  conjunto   de
        pol¡ticas    de   poblaci¢n    orientadas   a  la reducci¢n de la
        fecundidad. Poner al alcance de los sectores m s   desfavorecidos
        los medios de reducir la fecundidad es adem s congruente con otro
        objetivo central de la propuesta de transformaci¢n productiva con
        equidad, cual es el fortalecimiento de reg¡menes democr ticos que
        garanticen  y  extiendan  el ejercicio de los derechos ciudadanos
        para el conjunto de la poblaci¢n y generen  las  condiciones para
        el pleno ejercicio de sus Libertades y derechos.

        En  efecto,  distribuir  equitativamente  los  conocimientos  y la
        informaci¢n y poner al alcance de todos los ciudadanos los  medios
        para lograr un buen desempe¤o en los  mbitos de la vida personal y
        social,  es  decir  en el mundo del trabajo, la vida familiar,  la
        cultura, la participaci¢n pol¡tica  y  la  vida  comunitaria,  son
        condiciones  para  el  ejercicio  de  una ciudadan¡a moderna.  Esa
        visi¢n incluye, sin duda, el crear las mejores condiciones para el
        ejercicio de los derechos  reproductivos  de las parejas, borrando
        la diferencia entre fecundidad efectiva y la fecundidad deseada, a
        base  de una opci¢n informada y responsable. Es importante se¤alar
        la  necesidad  de  recoger  desde  este  enfoque  integrado  de la
        transformaci¢n  productiva  con  equidad,  las  experiencias    de
        reducci¢n de la fecundidad como parte del esfuerzo de  desarrollo.
        El ‚xito obtenido en pa¡ses tan diversos como M‚xico,  Brasil    y
        Costa Rica puede servir de referencia.

        Igual  que  con  las  pol¡ticas  de reducci¢n de la fecundidad, la
        situaci¢n en que se encuentran los diversos pa¡ses respecto  de la
        transici¢n demogr fica tendr  gran importancia para determinar las
        prioridades    del   conjunto    de   pol¡ticas  dirigidas  a   la
        transformaci¢n  productiva  con  equidad,  principalmente  en   lo
        atinente a la creaci¢n de empleos  productivos y a la provisi¢n de
        servicios de salud y educaci¢n.

        En  los  pa¡ses  correspondientes  a  los  grupos  de   transici¢n
        demogr fica incipiente y moderada, la urgencia parecer¡a  estar en
        una  expansi¢n  acelerada de los servicios sociales  en  cuanto  a
        cobertura;  la  atenci¢n   debe  centrarse  en  la  salud materno-
        infantil, las medidas de sanidad p£blica de  tipo   preventivo   e
        higiene ambiental, nutrici¢n y reducci¢n de la fecundidad.   En el
        terreno  de   la  educaci¢n  se  tratar¡a  de ampliar la cobertura
        educativa.

        En los pa¡ses que se encuentran en plena transici¢n, el ‚nfasis en
        la inversi¢n de recursos humanos debe ponerse en la calidad de los
        servicios  sociales,  las  prestaciones  de  salud  preventiva   y
        curativa, la adecuaci¢n de la educaci¢n a la  sociedad  y  de  los
        sistemas de capacitaci¢n a las exigencias  de  la  competitividad,
        as¡ como en reformar  los sistemas de previsi¢n y otros mecanismos
        de  ahorro institucionalizados, de manera de incrementar su aporte
        al ahorro interno.

        En los pa¡ses de transici¢n demogr fica avanzada  las  prioridades
        de acci¢n deben reflejar la incidencia  de  las  necesidades de la
        edad adulta,  particularmente  en  lo  que  ata¤e  al  empleo y la
        demanda de servicios sociales vinculados con la tercera edad.

        En todo caso, el establecimiento de prioridades de pol¡tica supone
        considerar  las  diferencias  internas  de  cada pa¡s,   pues   la
        heterogeneidad  entre  unidades espaciales  y  grupos  sociales  y
        ‚tnicos plantea la  necesidad de pol¡ticas diferenciadas que tomen
        en cuenta esa realidad para alcanzar  efectivamente  los objetivos
        de crecimiento y equidad.

 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ  
1       Cap¡tulo II del libro de CEPAL/CELADE, 1993, 
        Poblaci¢n, equidad y transformaci¢n productiva, Santiago de Chile.   

                  
ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿        
³  BIBLIOGRAFIA  ³ 
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
                          
ù       CELADE (Centro Latinoamericano de Demograf¡a)(1992), Honduras:
        diagn¢stico  sociodemogr fico  y  proyecciones de la poblaci¢n
        pobre  y  no  pobre   seg£n    distintas    metas.   1990-2010
        (LC/DEM/R.172), Santiago de Chile.

ù       CEPAL (1992a), El perfil de la  pobreza  en  Am‚rica  Latina a
        comienzos de los a¤os 90 (LC/L.716(Conf.82/6)),   Santiago  de
        Chile.

ù       CEPAL (1992b), Equidad y transformaci¢n productiva: un enfoque
        integrado (LC/G.1701/Rev.1-P), Santiago de Chile, abril.
        Publicaci¢n de las Naciones Unidas, No. de venta: S.91.II.G.5.

ù       CEPAL   (1991a),   El  desarrollo sustentable:  transformaci¢n
        productiva,  equidad  y  medio  ambiente   (LC/G1648/Rev.2-P),
        Santiago de Chile, mayo. Publicaci¢n de  las  Naciones Unidas,
        No. de venta: S.91.II.G.5.

ù       CEPAL (1991b), Magnitud de la pobreza en Am‚rica Latina en los
        a¤os ochenta (LC/G/1653-P),   Serie  Estudios e Informes de la
        CEPAL, No. 81,  Santiago  de Chile, agosto. Publicaci¢n de las
        Naciones Unidas, No. de venta: S.91.II.G.10.

ù       CEPAL (1990), Transformaci¢n productiva  con equidad. La tarea
        prioritaria del desarrollo  de  Am‚rica  Latina y el Caribe en
        los a¤os noventa (LC/G.1601-P), Santiago de Chile, marzo.
        Publicaci¢n de las Naciones Unidas, No. de venta: S.90.II.G.6.
ù       CEPAL/CELADE  (1993),  Poblaci¢n,   equidad   y transformaci¢n
        productiva, serie E, N§ 37, Santiago de Chile, marzo.

ù       CEPAL/OREALC  (Comisi¢n   Econ¢mica   para Am‚rica Latina y el
        Caribe/Oficina Regional de Educaci¢n de la UNESCO para Am‚rica
        Latina y el Caribe)(1992), Educaci¢n y conocimiento: eje de la
        transformaci¢n  productiva  con  equidad  (LC/G.1702/Rev.2-P),
        Santiago de Chile, abril. Publicaci¢n de las  Naciones Unidas,
        No. de venta: S.92.II.G.6.

ù       Gabrie, J. (1991),®Honduras: caracter¡sticas sociodemogr ficas
        y econ¢micas de la poblaci¢n seg£n grado de  pobreza,   1990),
        Santiago    de    Chile,  Centro Latinoamericano de Demograf¡a
        (CELADE), in‚dito.

ù       OPS (990), Las condiciones de salud en las  Am‚ricas.  Edici¢n
        1990,  Serie  Publicaci¢n   Cient¡fica    No.  524,  2  vols.,
        Washington, D.C.

ù       UFRO/INE/FII/PAESMI/CELADE    (Universidad  de  la   Frontera/
        Instituto   Nacional   de  Estad¡sticas/Fundaci¢n    Instituto
        Ind¡gena/Programa  de  Apoyo  y  Extensi¢n  en  Salud  Materno
        Infantil/Centro Latinoamericano de Demograf¡a) (1990),   Censo
        de    reducciones    ind¡genas   seleccionadas:       an lisis
        sociodemogr fico (LC/DEM/G.96/OI93), Santiago de Chile, Centro
        Latinoamericano de Demograf¡a (CELADE).