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ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ ³ 1.1 LA POBLACION EN LA TRANSFORMACION ³ ³ PRODUCTIVA CON EQUIDAD1 ³ ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ Comisi¢n Ec¢nomica para Am‚rica Latina y el Caribe(CEPAL) Centro Latinoamericano de Demograf¡a(CELADE) A. La propuesta de la CEPAL para el desarrollo de los a¤os noventa: la transformaci¢n productiva con equidad. En el cumplimiento de su tarea al servicio del desarrollo de los pa¡ses de Am‚rica Latina y el Caribe, la CEPAL ha preparado un conjunto de planteamientos, contenidos en el documento Transformaci¢n productiva con equidad (CEPAL, 1990), que fue conocido y aprobado por los gobiernos de la regi¢n en el vig‚simo tercer per¡odo de sesiones celebrado en Caracas. La propuesta se ampli¢ en estudios posteriores, que incluyen ®El desarrollo sustentable: transformaci¢n productiva, equidad y medio ambiente¯ (CEPAL, 1991a), ®Educaci¢n y conocimiento: eje de la transformaci¢n productiva con equidad¯ (CEPAL/OREALC, 1992) y ®Equidad y transformaci¢n productiva: un enfoque integrado¯ (CEPAL, 1992b). Este £ltimo fue presentado en el vig‚simo cuarto per¡odo de sesiones de la CEPAL. Los planteamientos no constituyen una receta £nica de aplicaci¢n general sino un conjunto de orientaciones puestas a disposici¢n de los gobiernos y las sociedades civiles de la regi¢n para abordar el desarrollo de los a¤os noventa y mejorar las condiciones de vida de la poblaci¢n. Se trata de encontrar las respuestas a c¢mo crecer e incorporarse positivamente a la econom¡a mundial y c¢mo hacerlo con mayores niveles de equidad, en el entendido de que el fin del desarrollo es el bienestar del conjunto de la poblaci¢n; se trata de lograr todo esto y preservar, al mismo tiempo, la capacidad de sustentaci¢n del medio ambiente para el presente y el futuro, en un marco de mantenimiento y de refuerzo de los sistemas democr ticos. La idea central y articuladora de esos planteamientos es que la incorporaci¢n y la difusi¢n del progreso t‚cnico son el factor fundamental para que la regi¢n desarrolle una creciente competitividad que le permita elevar progresivamente la productividad y generar m s y mejores puestos de trabajo. La competitividad surge, entonces, como un requisito del crecimiento y de la equidad. La aut‚ntica competitividad es la que se apoya en la incorporaci¢n sistem tica del progreso t‚cnico al proceso productivo y genera empleos m s calificados que utilizan medios ambientalmente sustentables. En efecto, a mediano y largo plazo, las sociedades no pueden aspirar a niveles de bienestar que est‚n m s all de la evoluci¢n de su productividad. Aumentar la productividad demanda inversi¢n en nuevas maquinarias y equipos, nuevas t‚cnicas de organizaci¢n del trabajo y, fundamentalmente, cambio t‚cnico y significativa inversi¢n en recursos humanos. La competitividad relacionada con la incorporaci¢n del progreso t‚cnico marca una fuerte ruptura con el esp¡ritu rentista tradicional, pues no se apoya en los bajos salarios ni en la depredaci¢n de los recursos naturales que caracterizaron las ventajas comparativas de una competitividad espuria y que hoy, frente a las tendencias de la econom¡a mundial, pierden cada vez m s vigencia y dan al traste con las tendencias del futuro. La competitividad aut‚ntica supone contar con recursos humanos calificados, capaces de agregar progresivamente valor intelectual y progreso t‚cnico a la base de recursos naturales de la regi¢n, resguard ndolos y enriqueci‚ndolos. Este tipo de crecimiento coloca, entonces, en el centro de la atenci¢n la calidad de la poblaci¢n de los pa¡ses de la regi¢n, lo que se vuelve primordial tanto para la transformaci¢n productiva como para el logro de niveles adecuados de equidad. Se postula tambi‚n que las transformaciones productivas deben ser compatibles con la conservaci¢n del medio ambiente f¡sico y, en consecuencia, que la dimensi¢n ambiental y geogr fico-espacial debe incorporarse plenamente al proceso de desarrollo. En este marco deben considerarse tambi‚n aquellos aspectos del crecimiento y de la distribuci¢n de la poblaci¢n que pueden afectar los ecosistemas. Se trata de invertir las tendencias negativas del agotamiento de los recursos naturales y del creciente deterioro por contaminaci¢n, as¡ como de aprovechar las posibilidades de utilizar esos recursos, gracias a la investigaci¢n y la conservaci¢n. La sustentabilidad ambiental en la actualidad se relaciona tanto con el nivel de vida como con la calidad de vida. Adem s de las posibilidades de obtener el crecimiento econ¢mico requerido en un contexto de mayor dinamismo y con una orientaci¢n competitiva y abierta, debe tenerse en cuenta la necesidad de asegurar a toda la poblaci¢n una vida sana, tanto f¡sica como mentalmente, en un medio ambiente apropiado. Alcanzar una competitividad sobre la base descrita supone un enfoque sist‚mico, es decir, actuar sobre una vasta red de vinculaciones que influyen sobre el grado de competitividad de las empresas. Entre otros aspectos esa red abarca la infraestructura tecnol¢gica, energ‚tica y de transportes, el sistema educativo, las relaciones entre empleados y empleadores, el sistema financiero y el ordenamiento institucional, tanto p£blico como privado. Tambi‚n supone entre los diversos sectores de la sociedad un conjunto m¡nimo de acuerdos relativos al contenido, alcance y secuenciasnecesarias para alcanzar la transformaci¢n productiva con equidad: es decir, exige una determinada cohesi¢n social. En este enfoque sist‚mico, la equidad adquiere una nueva dimensi¢n. La existencia de una sociedad m s equitativa, con mayor igualdad de oportunidades y mayor capacidad de integraci¢n, con una ciudadan¡a eficaz en lo econ¢mico y en lo social, resulta necesaria desde la perspectiva ‚tica y pol¡tica. La primera es v lida por s¡ misma y la segunda porque obviamente la estabilidad democr tica estar siempre en peligro en sociedades con bajos niveles de integraci¢n y altos niveles de pobreza y frustraci¢n de aspiraciones. Lo novedoso es que adquiere fuerte validez en el propio terreno de la econom¡a, pues muestra la incongruencia entre la necesidad de recursos humanos capaces de incorporar progreso t‚cnico y una poblaci¢n en condiciones de pobreza y con bajos niveles de formaci¢n. De all¡ la necesidad de favorecer un enfoque integrado de transformaci¢n productiva y equidad que ®implica, por una parte, preferir aquellas pol¡ticas econ¢micas que favorecen no s¢lo el crecimiento, sino tambi‚n la equidad, y, por otra, destacar en la pol¡tica social el efecto productivo y de eficiencia, y no s¢lo la equidad¯. La pol¡tica de poblaci¢n representa un papel protag¢nico en este contexto. Como hay comprobaciones emp¡ricas sobre la posibilidad de alcanzar simult neamente un mayor crecimiento y m s altos niveles de equidad _ha sucedido recientemente en otras regiones_ es necesario impulsar las tareas que son portadoras de complementariedades entre ambos objetivos. Entre ellas pueden mencionarse la ampliaci¢n del empleo productivo con remuneraciones adecuadas, la difusi¢n tecnol¢gica, especialmente en el agro y en la empresa peque¤a y mediana, el incremento del ahorro, la inversi¢n en recursos humanos y la descentralizaci¢n en la gesti¢n del desarrollo. Esta descentralizaci¢n implica fortalecer el proceso de democratizaci¢n, as¡ como la participaci¢n comunitaria, en la toma de decisiones y en la puesta en pr ctica de las pol¡ticas de desarrollo. Las pol¡ticas econ¢micas y las pol¡ticas sociales no deber n ser consideradas, por tanto, como mundos separados, sino como aspectos de una pol¡tica p£blica que, en su conjunto, se dirija a la vez a la transformaci¢n productiva y a la equidad. La incorporaci¢n a los sectores de creciente productividad de los grupos de la poblaci¢n m s desfavorecidos puede ser un proceso prolongado en el tiempo y ser necesario desarrollar medidas complementarias. Entre ellas figuran los programas masivos de capacitaci¢n destinados a peque¤os empresarios, trabajadores y campesinos por cuenta propia; reformas de los diversos mecanismos de regulaci¢n que obstaculizan la formaci¢n de peque¤as empresas; adecuaci¢n de los servicios sociales (incluso los programas de poblaci¢n) a las necesidades de los sectores m s pobres y pol¡ticas asistenciales focalizadas en grupos de alta vulnerabilidad; fomento de la organizaci¢n para propiciar la ayuda mutua y la adecuada representaci¢n ante el Estado de las necesidades de los m s desfavorecidos; aprovechamiento de las potencialidades redistributivas de la pol¡tica fiscal; y planes de empleo m¡nimo. En el ‚xito obtenido por pa¡ses de fuera de la regi¢n que han alcanzado simult neamente la equidad y la competitividad, han representado un papel fundamental los recursos humanos: capacitaci¢n, educaci¢n, ciencia y tecnolog¡a. De distintas maneras, todos ellos han hecho un enorme esfuerzo de inversi¢n en esta rea, esencial para alcanzar una competitividad aut‚ntica. Es decir, la capacidad de potenciar el desarrollo pasa por mejorar la calidad de la poblaci¢n. En Am‚rica Latina y el Caribe, pese a los esfuerzos importantes en la posguerra, que alcanzaron resultados significativos en t‚rminos de la cobertura educativa, la situaci¢n actual no es satisfactoria. Se ha agotado un ciclo en el sistema educativo; ha ca¡do en forma notoria la calidad de la educaci¢n, en cuarto a pertinencia, capacidad integradora y satisfacci¢n de las necesidades de la producci¢n. La capacitaci¢n en las empresas es embrionaria, la formaci¢n t‚cnica obsoleta y la investigaci¢n cient¡fica insuficiente y alejada del sistema productivo. Sin un profundo cambio del sistema educativo y de producci¢n y difusi¢n del conocimiento, la regi¢n ser incapaz de crear los recursos humanos que requiere la transformaci¢n productiva con equidad. Esta reforma profunda del sistema educativo y de difusi¢n de los conocimientos, seg£n la propuesta elaborada por CEPAL y UNESCO, tambi‚n deber estar marcada por la visi¢n integrada y de complementariedad antes se¤alada, es decir, se articular simult neamente en torno a los objetivos de generaci¢n de competitividad, buscando vincular las habilidades y destrezas necesarias para desempe¤arse productivamente en el mundo moderno, y de generaci¢n de ciudadan¡a, es decir, la transmisi¢n de valores de responsabilidad social, solidaridad y formaci¢n democr tica. A partir de esos objetivos, se se¤alan como criterios inspiradores de las pol¡ticas educativas, la equidad referida a la igualdad de oportunidades y la compensaci¢n de las diferencias y el desempe¤o, reflejado en la evaluaci¢n de los rendimientos y el incentivo a la innovaci¢n. Como principales lineamientos de la reforma se proponen a la vez la integraci¢n, dirigida a fortalecer la capacidad institucional de los pa¡ses y la descentralizaci¢n, orientada a favorecer la mayor autonom¡a de la acci¢n educativa y a promover la responsabilizaci¢n de los agentes en relaci¢n con los resultados. Las orientaciones contenidas en la transformaci¢n productiva con equidad exigen un conjunto m¡nimo de acuerdos entre los diversos sectores de la sociedad respecto del contenido, alcance y secuencias de las pol¡ticas. Tras esos acuerdos, debe haber consensos de largo alcance entre los principales actores de la sociedad civil y de ‚stos con el Estado para legitimar los mecanismos y acciones que fomenten comportamientos convergentes con los prop¢sitos comunes e inhiban la manifestaci¢n de intereses puramente sectoriales, cuando ‚stos entren en conflicto con los prop¢sitos colectivos. De otra parte, los sectores m s rezagados deben contar con instancias para hacer presente sus demandas a los sistemas ya establecidos. Todo ello alude a la necesidad de fortalecer los contextos democr ticos y pluralistas, favoreciendo la participaci¢n, la desconcentraci¢n y la descentralizaci¢n de los sistemas de gobierno. Se trata de avanzar hacia un Estado que renueve su estilo de intervenci¢n: desarrollar una mayor capacidad estrat‚gica tanto en el terreno de la competitividad y la innovaci¢n como en el de la equidad; no sustituir a los agentes econ¢micos y sociales, sino que por el contrario, asegurar las reglas y el terreno para la estabilidad y el crecimiento; y ser capaz de contrapesar los efectos socialmente negativos de la din mica econ¢mica, con mecanismos de regulaci¢n, protecci¢n y compensaci¢n en materias como la educaci¢n, la salud (incluso la salud reproductiva) y la vivienda, para aumentar las posibilidades de aquellos que no est n en condiciones de acceder al mercado. B. Los ejes que vinculan la din mica de la poblaci¢n y la transfor- maci¢n productiva con equidad. La propuesta de transformaci¢n productiva con equidad pone en el centro de su atenci¢n la existencia de una poblaci¢n productiva con una alta capacidad de creaci¢n econ¢mica y t‚cnica, para alcanzar una aut‚ntica competitividad. Al tiempo de favorecer las tareas productivas, ella colabora en la generaci¢n de una ciudadan¡a moderna, con participaci¢n en la toma de decisiones y en la construcci¢n de mecanismos de solidaridad y de cooperaci¢n social, lo que permite alcanzar sociedades equitativas y democr ticas. La consideraci¢n de la din mica de la poblaci¢n en todas sus dimensiones tama¤o, crecimiento, estructura por edades, mortalidad y morbilidad, fecundidad, migraci¢n internacional, distribuci¢n espacial, tama¤o y tipo de familia y condici¢n de la mujer_ es de enorme importancia en la configuraci¢n de las pol¡ticas p£blicas que se dirijan a plasmar los objetivos de la transformaci¢n productiva. La transici¢n demogr fica, como se se¤ala en el cap¡tulo I (v‚ase CEPAL/CELADE, 1993), ha sido en la regi¢n m s intensa que lo pronosticado. En efecto, los descensos de la mortalidad y de la fecundidad han sido m s marcados que los proyectados en el decenio de 1970. Sin embargo, est n lejanos de los ¡ndices de los pa¡ses desarrollados. Entre los factores explicativos de la r pida ca¡da en la fecundidad se han indicado la mayor urbanizaci¢n y cobertura educativa, sobre todo para las mujeres, la mayor participaci¢n femenina en el mercado de trabajo, la aplicaci¢n en varios pa¡ses de pol¡ticas p£blicas o privadas de poblaci¢n y el fen¢meno de universalizaci¢n de las comunicaciones, muy intenso en los £ltimos a¤os. La intensidad de la transici¢n demogr fica no aparece s¢lo ligada al crecimiento econ¢mico, sino que persisti¢ en el decenio de 1980, lo que hace m s complejo el an lisis de su causalidad (v‚ase CEPAL/CELADE, 1993, cap¡tulo I, secci¢n B). En este sentido, todo indica que precisamente en esos a¤os, la crisis, el aumento de la pobreza y el aumento de la inseguridad laboral y de acceso a bienes y servicios se dio a la par con el mantenimiento de las tendencias a una menor fecundidad y mayor cobertura de la educaci¢n. El efecto combinado de esta mayor cobertura, aun en desmedro de la calidad, con la creciente difusi¢n de los medios de comunicaci¢n social, tendi¢ a uniformar las aspiraciones y acercar el imaginario colectivo de la regi¢n al prevaleciente en los pa¡ses desarrollados. Se explicar¡a as¡ la existencia de familias peque¤as, incluso en situaciones de mayor precariedad para algunos sectores de la poblaci¢n. Esto parece ligarse fuertemente a las nuevas aspiraciones de consumo y bienestar, as¡ como a estrategias de sobrevivencia frente a la crisis econ¢mica. La continua homogeneizaci¢n internacional de los patrones de consumo, fen¢meno estimulado por la apertura comercial, la fluidez de las comunicaciones y el r pido crecimiento del comercio internacional de los servicios, refuerza las aspiraciones de consumo y calidad de la vida, que parecen cada vez m s dif¡cil de satisfacer con familias numerosas, lo que lleva a las parejas al deseo de tener menos hijos. A la luz de estos hechos, en la consideraci¢n de los aspectos de poblaci¢n involucrados en la propuesta de transformaci¢n productiva con equidad, se identifican tres ejes principales que se detallan en lo que sigue del cap¡tulo: poblaci¢n y recursos humanos, poblaci¢n y equidad, y poblaci¢n y desarrollo sustentable. C. La poblaci¢n desde la perspectiva de los recursos humanos El actual debate sobre el desarrollo privilegia la calidad del recurso humano. En efecto, el desaf¡o de la regi¢n consiste en adecuar sus estructuras productivas a las tendencias de los mercados internacionales con un esfuerzo de competitividad, anclado en la incorporaci¢n tecnol¢gica y en el incremento de productividad. Ello no ser posible de no mediar una clara prioridad para la educaci¢n, la capacitaci¢n laboral y la difusi¢n de las capacidades de aprendizaje continuo en la poblaci¢n. El aumento de la calidad del recurso humano es tambi‚n necesario para reducir la pobreza. El crecimiento econ¢mico no es suficiente, como ense¤a la propia experiencia de la regi¢n. Es necesario acompa¤ar el crecimiento econ¢mico con una mayor eficacia de las pol¡ticas sociales, fortaleciendo su v¡nculo con la transformaci¢n productiva, de modo de aumentar la rentabilidad social de los recursos asignados a ellas y la productividad global de la econom¡a. Mejorar la calidad del recurso humano como eje de la modernizaci¢n productiva y del fortalecimiento de la democracia exige una perspectiva nacional, en el marco de un proyecto pol¡tico consensual. El nivel medio de escolaridad de la fuerza de trabajo, por ejemplo, se eleva con lentitud y la crisis de los sistemas p£blicos ha ahondado las diferencias de acceso y de calidad de la educaci¢n entre diversos estratos sociales. La complejidad de las nuevas tareas del desarrollo, y tambi‚n la inadecuaci¢n de la educaci¢n respecto de las necesidades del aparato productivo, est n elevando los requisitos educativos m¡nimos para salir de la pobreza. As¡ tienden a demostrarlo, por ejemplo, datos parael caso chileno, donde acceder a empleos con salarios o retribuciones que den probabilidades altas de salir de la pobreza, exige un m¡nimo de doce a¤os de educaci¢n. La magnitud de la tarea queda de manifiesto cuando se conoce que, en Brasil, por ejemplo, 70% de la poblaci¢n econ¢micamente activa (PEA) urbana ha cursado menos de diez a¤os de estudios. La urgencia de centrar los esfuerzos en la inversi¢n en capital humano es avalada adem s porque los desaf¡os de la competitividad y participaci¢n en el mercado internacional exigen una fuerza de trabajo de mejor calidad. La segmentaci¢n social, propia de econom¡as con elevadas desigualdades como las regionales, se expresa tambi‚n en ofertas educativas de dispar calidad, en funci¢n del nivel de ingreso. Corregir esa disparidad es la tarea m s importante de las sociedades latinoamericanas, en una ‚poca en que el acceso al conocimiento se transforma en la principal ventaja competitiva de individuos, instituciones y naciones. Hay indicaciones, adem s de que el conocimiento se encuentra a£n m s concentrado que el ingreso, de manera que mejorar las condiciones de acceso de los grupos m s desfavorecidos a la educaci¢n y al conocimiento es la principal tarea desde el punto de vista redistributivo. A falta de un esfuerzo decidido en esa direcci¢n, la regi¢n ver consolidarse estructuras concentradas del ingreso y de las oportunidades de progreso, haciendo est‚riles los esfuerzos de las pol¡ticas asistenciales. Desde el punto de vista de la relaci¢n entre poblaci¢n y desarrollo, debe adoptarse un enfoque pragm tico que evite las asociaciones simplistas de cualquier signo entre el desarrollo y los niveles de fecundidad,2 y que m s bien explore las posibilidades de potenciar los espacios de complementariedad entre comportamientos p£blicos y privados orientados a mejorar la calidad del recurso humano, como eje de una transformaci¢n productiva con equidad. Lo importante es la calidad del recurso humano disponible para el cambio tecnol¢gico, para la innovaci¢n y la creaci¢n. En ese contexto, pa¡ses de crecimiento demogr fico y niveles de pobreza elevados estar n en condiciones disminuidas para mejorar la calidad de su recurso humano, pues elevar la calidad de una masa mayor de individuos exige m s recursos. Por otra parte, hay numerosas comprobaciones acerca de las ventajas de una familia peque¤a desde un punto de vista microecon¢mico y microsocial. Es conocido el deseo de las parejas de tener menos hijos y tambi‚n hay indicaciones de que el tama¤o de la familia, sobre todo en sectores pobres, tiene una relaci¢n inversa con el nivel de instrucci¢n que alcanzan los ni¤os. As¡, la planificaci¢n familiar tiene una justificaci¢n por los beneficios que reporta para la salud de la madre y del hijo y para la crianza y desarrollo m s adecuados del ni¤o, lo que en definitiva tiene un efecto importante en la calidad de los recursos humanos. La prioridad para la inversi¢n en capital humano modificar las variables demogr ficas y contribuir , en particular, al descenso de la fecundidad en forma funcional con la transformaci¢n productiva. En efecto, la baja de la fecundidad reducir las nuevas cohortes de edad escolar, lo que permitir concentrarse en el mejoramiento de la educaci¢n y de la salud. El menor tama¤o de la familia permitir tambi‚n una mayor posibilidad de afectividad y estimulaci¢n familiar hacia los hijos, adem s de mejorar la calidad de la alimentaci¢n, lo que limitar el impacto del c¡rculo vicioso de la pobreza en los sectores m s despose¡dos. Si bien la calidad de la poblaci¢n est en el centro de la preocupaci¢n de la propuesta de transformaci¢n productiva con equidad, la cantidad de poblaci¢n que se incorporar al mercado de trabajo y la que demandar educaci¢n y capacitaci¢n tienen gran importancia para la elaboraci¢n de planes y programas de desarrollo. Esto es especialmente v lido en la etapa de transici¢n tanto demogr fica como del sistema educativo y para la propia organizaci¢n de la econom¡a. Alrededor de 82 millones de personas se agregar n a la poblaci¢n de Am‚rica Latina y el Caribe durante el £ltimo decenio de este siglo (v‚ase CEPAL/CELADE, 1993, p gina 32). De ese aumento, un 80% se situar entre los 15 y los 64 a¤os, lo que implicar incorporaci¢n masiva al mercado del trabajo y a la vida reproductiva. Hay en ello un reto indudable de generaci¢n de puestos de trabajo, pero en esencia ofrece un potencial favorable para el desarrollo. Por ejemplo, las menores relaciones de dependencia, originadas en el aumento de la proporci¢n de la poblaci¢n en edad activa, significar n una menor carga econ¢mica por cada trabajador. Adem s, el descenso de la mortalidad y los avances en salud tienden a elevar la productividad de la mano de obra. Por £ltimo, el mayor control sobre la fecundidad facilita una mayor participaci¢n laboral de la mujer y una mayor equidad entre los sexos. En la creaci¢n de puestos de trabajo merece especial consideraci¢n el desempleo juvenil. La tasa de desempleo que afecta a los j¢venes es mayor que la registrada para el conjunto de la fuerza de trabajo, pese a que su escolaridad es superior a la de sus padres. En la mayor¡a de los pa¡ses, la desocupaci¢n juvenil duplica y, en un caso _Uruguay_, hasta triplica el desempleo medio para el conjunto de la poblaci¢n activa. Afecta proporcionalmente m s a las reas urbanas que a las rurales, a las mujeres m s que a los hombres, y m s al tramo entre 15 y 19 a¤os de edad que al siguiente. Por otra parte, cuando consiguen trabajo, los j¢venes s¢lo lo logran en actividades de baja remuneraci¢n y con escasas perspectivas de ascenso. Pese a la ampliaci¢n de posibilidades educativas, los conocimientos recibidos no les aseguran acceso a empleos de calidad (v‚ase el cuadro 1). La fuerza de trabajo juvenil es sobre todo urbana y esa tendencia ir aumentando hasta llegar a representar tres cuartas partes de ella a fines de siglo. A comienzos del decenio de 1990 la fuerza de trabajo juvenil urbana ascend¡a a 34 millones y a 14.5 millones la similar rural. En el a¤o 2000 la poblaci¢n juvenil activa en el medio urbano superar los 40 millones, en tanto la rural se habr reducido a 13.7 millones. Sin pol¡ticas espec¡ficas para este grupo poblacional, se calcula que la tasa de desempleo juvenil podr¡a ascender a 12% a fines de siglo, y afectar a cerca de 6.5 millones de j¢venes, contra 4.7 millones en 1990. El n£mero de adolescentes y j¢venes (entre 15 y 24 a¤os de edad) que se incorporar n a la fuerza de trabajo, ejercer una fuerte presi¢n sobre la capacidad de absorci¢n del aparato productivo. Los que logren ocupaci¢n podr n verse relegados al subempleo, en la medida en que la formaci¢n entregada por el sistema educativo siga desvinculada de la demanda de la producci¢n, lo que acentuar¡a la tendencia a su exclusi¢n de las actividades m s din micas. Romper esa tendencia constituye un desaf¡o de primer orden, tanto por razones estrictas de equidad como por un imperativo de productividad y competitividad para el conjunto de las econom¡as. Superar la subutilizaci¢n laboral y la marginaci¢n pol¡tica previsible de los j¢venes se transforma en una condici¢n ineludible de la transformaci¢n productiva y del fortalecimiento de la democracia en Am‚rica Latina y el Caribe. D. Poblaci¢n y equidad. La superaci¢n de la pobreza en la regi¢n plantea uno de los mayores retos para el logro efectivo de la equidad. Para enfrentarlo conviene tomar en cuenta tanto su evoluci¢n reciente y la experiencia que podr¡a derivarse de los resultados de algunos esfuerzos de reestructuraci¢n econ¢mica, como los rezagos que desde el punto de vista del comportamiento de las variables de la poblaci¢n se detectan entre los pa¡ses y dentro de ‚stos (v‚ase el cuadro 2). La evoluci¢n de la pobreza y el ciclo econ¢mico. En el primer quinquenio de los ochenta, cambi¢ de signo la tendencia de la posguerra hacia la disminuci¢n de la pobreza que hab¡a perdurado hasta fines de los a¤os setenta en la mayor¡a de los pa¡ses de la regi¢n. En el segundo quinquenio, ese quiebre se acentu¢, sobre todo en los pa¡ses de mayor tama¤o econ¢mico y demogr fico, como parecen mostrar cifras preliminares para Argentina, Brasil, M‚xico y Venezuela (CEPAL, 1992a). Una estimaci¢n de 1990, basada en informaci¢n de las encuestas de hogares, sit£a en 196 millones la poblaci¢n de Am‚rica Latina bajo la l¡nea de pobreza, lo que representa aproximadamente 46% de la poblaci¢n total (CEPAL 1992a), cifra que en 1986 era de 43%. Esto significa una tasa media anual de crecimiento de 3.6% de la poblaci¢n pobre. Para lograr la equidad ser¡a necesario no s¢lo reducir la pobreza, sino invertir la tendencia ascendente que registra la regi¢n. Cuadro 1 AMERICA LATINA: PERFIL DE DESOCUPACION JUVENIL EN 1990a (Porcentajes) ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ ³ ³ Tasas de Desempleo ³ Desempleo Juvenil por: ³ ³ ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´ ³ Pa¡s ³ ³ ³ Sexo ³ Edad ³ ³ ³ ³ ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´ ³ ³ Total ³ Juvenil ³ Hombres ³ Mujeres ³ 15-19 ³ 20-24 ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ Brasil 3,50 6,00 6,20 7,40 6,80 6,50 Colombia 10,30 22,00 21,50 23,00 20,40 Costa Rica 6,00 8,30 7,60 10,00 11,20 6,20 Chile 5,70 13,10 13,40 12,40 15,90 12,00 Ecuador 6,10 12,70 10,20 16,80 14,60 12,70 El Salvador 10,00 18,60 17,00 20,50 19,20 18,00 Guatemala 2,30 4,00 3,10 6,30 5,00 4,20 Honduras 4,20 6,30 5,10 9,90 5,40 7,60 Panama 16,30 31,50 25,90 42,70 33,50 30,30 Paraguay 6,60 15,80 15,80 15,70 18,20 14,10 Uruguay 9,30 26,60 23,70 30,20 30,50 18,10 Venezuela 9,90 17,80 17,80 17,80 20,00 16,60 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ Fuente: Programa Regional de Empleo para Am‚rica Latina y el Caribe (PRELAC), Bolet¡n PRELAC Informe, N§ 30, Santiago de Chile, 1992 a Brasil, 1987, Guatemala, 1989 b Se refiere a la fuerza de trabajo de los menores de 25 a¤os En algunos pa¡ses, como Chile y Uruguay, habr¡a comenzado de nuevo a descender la incidencia de la pobreza. Sin embargo, aun en estos casos, la disminuci¢n ha sido lenta respecto de la recuperaci¢n del ritmo de crecimiento econ¢mico. Se detecta cierta asimetr¡a en la evoluci¢n de la pobreza respecto del ciclo econ¢mico: fuerte aumento en condiciones recesivas y d‚bil reducci¢n, cuando no estabilizaci¢n, al recuperarse la actividad productora. Esta asimetr¡a ha sido m s destacada en los a¤os ochenta porque, en verdad, no se ha tratado solamente de cambios en el ritmo de la actividad econ¢mica. En rigor, lo acontecido respondi¢ a un proceso de ajuste frente a condiciones externas muy adversas, las que obligaron a una transformaci¢n en el propio modelo de desarrollo. M s que crisis recesiva, se trat¢ de una reestructuraci¢n productiva (y de los flujos de renta e incentivos) para cerrar una singular brecha externa, lo que oblig¢ a privilegiar la producci¢n transable, particularmente las exportaciones. Cuadro 2 AMERICA LATINA (19 PAISES): EVOLUCION Y COBERTURA DE LA POBREZA (En porcentajes de la poblaci¢n y millones de personas) ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ ³ ³ 1960 ³ 1970 ³ 1980 ³ 1986 ³ 1990 ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ Pobreza (%) 51 40 41 43 46 46 (personas) 110 113 136 170 196 Indigencia (%) 26 19 19 21 22 (personas) 56 54 62 81 93 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ Fuente: Comisi¢n Econ¢mica para Am‚rica Latina y el Caribe (CEPAL), Magnitud de la pobreza en Am‚rica Latina en los a¤os ochenta (LC/G.1653-P), serie Estudios e Informes de la CEPAL, N§ 81, Santiago de Chile, agosto de 1991. Publicaci¢n de las Naciones Unidas, N§ de venta: S.91.II.G.10; Comisi¢n Econ¢mica para Am‚rica Latina y el Caribe (CEPAL),Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), Se puede superar la pobreza? Realidad y perspectivas en Am‚rica. Latina y el Caribe (CEPAL/E. 1139), Santiago de Chile, CEPAL, 1980; Comisi¢n Econ¡mica para Am‚rica Latina y el Caribe (CEPAL), El perfil de la Pobreza en Am‚rica Latina a comienzos de los a¤os 90 (LC/L. 716 (Conf. 82/6), Santiago de Chile, 1992, Si lo anterior es v lido, entonces es dable pensar que la evoluci¢n futura de la pobreza bien podr¡a retomar su anterior tendencia decreciente, sobre todo en los pa¡ses en que, habi‚ndose avanzado m s en las reformas econ¢micas, los costos de la reestructuraci¢n econ¢mica parecen haber sido asimilados. As¡, es probable que la recuperaci¢n del crecimiento econ¢mico se asocie, m s en los a¤os pr¢ximos que en los reci‚n pasados, a la generaci¢n de empleos productivos y a los aumentos de los salarios con lo cual se podr¡an invertir las tendencias de aumento de la pobreza_ en aquellos casos en que el grueso de las reformas econ¢micas que hacen posible la reorientaci¢n de los incentivos hacia el exterior ya se ha efectuado; el ajuste fiscal destinado a equilibrar las cuentas p£blicas ha comenzado a rendir sus frutos, traduci‚ndose en menores ¡ndices inflacionarios, y se han consolidado las nuevas perspectivas de mayor acceso al financiamiento externo en particular, la inversi¢n directa que eliminan las transferencias netas de recursos hacia el exterior y generan mayores posibilidades para el financiamiento de la inversi¢n y los aumentos de la productividad. La repercusi¢n de esos costosos ajustes en el mercado del trabajo ha agravado la situaci¢n distributiva y de pobreza, al marginar de un modo que podr¡a ser permanente a segmentos de la poblaci¢n cuyo ingreso a la fuerza de trabajo coincidi¢ con el decenio de la reestructuraci¢n. De all¡ la importancia de acompa¤ar el crecimiento econ¢mico con pol¡ticas de capacitaci¢n laboral para los j¢venes y de reconversi¢n laboral para aquellos grupos m s afectados por el ajuste econ¢mico. La pobreza es hoy en su mayor parte urbana en lo que respecta a los vol£menes de poblaci¢n afectada, aunque en muchos pa¡ses su incidencia y severidad son m s elevadas en el medio rural. Mientras mayor sea el predominio de poblaci¢n rural, como en Bolivia, Guatemala y Honduras, mayor ser la incorporaci¢n al mercado laboral a trav‚s de actividades por cuenta propia, realizadas sin calificaci¢n profesional ni t‚cnica. En esos pa¡ses, es reducida la difusi¢n de las actividades modernas que no poseen el tama¤o ni v¡nculos suficientes como para influir significativamente a mediano plazo sobre los niveles ocupacionales y salariales. Los problemas de productividad tienden a ser masivos, vinculados al atraso econ¢mico y exigen, por lo tanto, pol¡ticas estructurales. En otros pa¡ses de transici¢n demogr fica m s avanzada y de mayor ingreso por habitante, el grueso de la poblaci¢n econ¢micamente activa ocupada es asalariada. A consecuencia de la profunda reestructuraci¢n econ¢mica de los a¤os ochenta, la incidencia de la pobreza aument¢ entre los asalariados de baja calificaci¢n y un dato nuevo_ empez¢ a afectar a cerca del 10% de profesionales y t‚cnicos, tanto del sector p£blico como de empresas privadas. Por ello, en estos casos el salario es un elemento vital para enfrentar la pobreza. Por otra parte, las pol¡ticas de generaci¢n de empleo productivo deber n considerar que el empleo p£blico y del sector manufacturero ya no representar n el mismo papel de anta¤o y que los mercados de trabajo se han flexibilizado, con lo cual, en ocasiones, ha aumentado la precariedad de la relaci¢n laboral. Tanto la productividad de la econom¡a como los ingresos individuales dependen estrechamente del nivel educativo y del grado de calificaci¢n de la fuerza de trabajo. Por eso, el esfuerzo en educaci¢n y capacitaci¢n se traduce simult neamente en mejoramientos de la competitividad y de la equidad. En la regi¢n existe un contraste muy marcado entre los grandes progresos alcanzados por la cobertura del sistema educativo y los contingentes a£n masivos de poblaci¢n econ¢micamente activa ocupada con menos de diez a¤os de escolaridad, nivel que puede considerarse el umbral inferior para acceder a ocupaciones compatibles con un ingreso que satisfaga m¡nimamente a un grupo familiar. Por otra parte, como la transici¢n demogr fica est en pleno desarrollo en la regi¢n y la baja de la fecundidad va siendo m s r pida que lo proyectado hasta hace pocos a¤os, esas tendencias podr¡an significar que las tareas de crecimiento y equidad se enfrenten bajo condiciones demogr ficas menos desfavorables que las que se ven¡an pronosticando. Las tasas m s bajas de fecundidad significan una menor presi¢n para la generaci¢n de puestos de trabajo productivo en los a¤os noventa y para la demanda de servicios sociales. Por ejemplo, los cambios demogr ficos implicar¡an la posibilidad de liberar recursos para conseguir mejoras en la calidad de la educaci¢n y en la salud y nutrici¢n materno-infantil, cuyo deterioro fue muy fuerte en los a¤os ochenta. Estos est n en la base de la reproducci¢n del c¡rculo de pobreza pues representan los dos componentes m s importantes de la inversi¢n en capital humano. Como el n£mero de escolares de la regi¢n aumentar menos del 10% en los a¤os noventa y como los ingresos fiscales se elevar n m s o menos seg£n el crecimiento del producto (tal vez en 50% a fines de la d‚cada, si el PIB crece a un ritmo de 4% anual en los a¤os que restan), se dispondr¡a de un saldo para canalizarlo hacia el mejoramiento de la calidad de la educaci¢n y de la atenci¢n materno-infantil. Esta menor presi¢n demogr fica es relativa. Los promedios se¤alados son muy distintos en el grupo de pa¡ses de transici¢n incipiente (Bolivia y Hait¡) o moderada (El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay), en que la tasa global de fecundidad supera los 4.5 hijos. Tanto en esos pa¡ses como en los que se encuentran en etapas de transici¢n m s avanzadas hay comprobaciones emp¡ricas de que la fecundidad ha decrecido en forma desigual, siendo su nivel actual mucho m s alto en las mujeres de los sectores de m s bajos ingresos, de zonas rurales y de bajo nivel educativo. Aunque el descenso de la fecundidad en curso, que propicia mejores condiciones para la transformaci¢n productiva con mayor equidad, ha sido intenso y m s que lo pronosticado, el proceso no es homog‚neo entre pa¡ses ni dentro de ellos. Los de menor desarrollo relativo, que son los m s necesitados de crecimiento con equidad, presentan todav¡a una fecundidad alta y esta situaci¢n se puede encontrar, adem s, entre los grupos que viven en condiciones de pobreza en el resto de la regi¢n. Existen serios rezagos en materia de equidad demogr fica en todos los pa¡ses. Por lo tanto, la falta de pol¡ticas dirigidas a satisfacer la aspiraci¢n creciente de numerosas parejas de tener menos hijos, como complemento de las pol¡ticas p£blicas contenidas en la propuesta de transformaci¢n productiva con equidad, acentuar¡a la heterogeneidad de los niveles de desarrollo y los dualismos internos de las sociedades de la regi¢n, obstaculizando los esfuerzos por romper la cadena de transmisi¢n intergeneracional de la pobreza. La poblaci¢n y los rezagos de la equidad En el cambio de comportamiento reproductivo de la mayor parte de la poblaci¢n se traducen las transformaciones econ¢micas y sociales experimentadas por la regi¢n en la posguerra. Diversos factores condujeron a difundir el deseo de tener un menor n£mero de hijos, y el cumplimiento de ese deseo fue posible gracias a los medios que permit¡an evitar la concepci¢n. Hogares ubicados en diferentes estratos sociales y distintos puntos de residencia optaron por la familia m s peque¤a, lo que llev¢ a la aceptaci¢n creciente del control de la fecundidad cuyos costos, de mercado y subjetivos, se redujeron. El descenso de la fecundidad no tuvo la misma intensidad en todos los grupos sociales. Las mujeres de los estratos socioecon¢micos m s despose¡dos tienen un mayor promedio de hijos; del mismo modo, la fecundidad m s elevada de las zonas rurales se asocia con los sectores campesinos, trabajadores sin tierras y las minor¡as ‚tnicas, que se encuentran marginados de los frutos del progreso. Un hecho de singular importancia es que muchas de esas mujeres declaran sistem ticamente que una elevada proporci¢n de su fecundidad real es no deseada (v‚ase el recuadro 1). Por lo tanto, la planificaci¢n familiar parece haber seguido una l¡nea de inequidad; por ser inaccesible para ciertos grupos, se vuelve para ellos casi imposible el ejercicio de un derecho reproductivo esencial y coarta la libertad de las parejas para decidir acerca del n£mero de hijos que desean tener. Las diferencias de la fecundidad por sectores sociales son, pues, expresiones notorias de la inequidad prevaleciente en los pa¡ses de la regi¢n. Esta situaci¢n es tanto m s apremiante cuanto que en algunos pa¡ses los bolsones de alta fecundidad representan una proporci¢n muy importante de la poblaci¢n. El cuadro 3 presenta informaci¢n reciente sobre diferencias de la fecundidad en los pa¡ses que realizaron la Encuesta Demogr fica y de Salud. Se observa que las mujeres sin instrucci¢n, as¡ como las que viven en reas rurales, tienen, en promedio, 5 o m s hijos, mientras que en cinco de los ocho pa¡ses analizados la tasa global de fecundidad de las mujeres con estudios secundarios o superiores es de alrededor de 2 hijos. Junto a las diferencias de la fecundidad, hay otra dimensi¢n trascendental: la sobremortalidad. La gran magnitud de las diferencias en los niveles de morbilidad y de mortalidad a pesar de los logros obtenidos constituye uno de los rezagos m s preocupantes en materia de equidad. Se trata de la persistencia de grupos vulnerables que se ven expuestos a una menor probabilidad de sobrevivencia, refuerza los patrones reproductivos que conducen a altos niveles de fecundidad y puede impedir los esfuerzos de mejorar la calidad de la poblaci¢n contenidos en la propuesta central de la transformaci¢n productiva. La sobremortalidad para vastos sectores de la regi¢n es manifiestamente un fen¢meno que forma parte de la pobreza, porque incluso en aquellos pa¡ses que han tenido los mayores progresos en la lucha contra la mortalidad se presentan diferencias abismales seg£n grupos sociales. Un indicador sint‚tico de esta inequidad es la esperanza de vida al nacer: se ha encontrado que en los grupos m s pobres de pa¡ses centroamericanos es del orden de 10 a¤os menor a la de los no pobres (v‚ase el recuadro 2), diferencias que est n dadas principalmente por la incidencia de la mortalidad infantil y de la ni¤ez. Igual que en el caso de la fecundidad, las estimaciones de mortalidad infantil seg£n rea de residencia y educaci¢n de la madre, para pa¡ses en distintas etapas de la transici¢n demogr fica, muestran diferencias importantes (v‚ase el cuadro 3). Tambi‚n se observan altos contrastes al considerar el origen ‚tnico de la poblaci¢n; es notorio que la mortalidad de ni¤os pertenecientes a comunidades ind¡genas presenta tasas mucho m s altas que las de ni¤os de otro origen. Estudios realizados con datos censales muestran, por ejemplo, que en Bolivia (1976) la mortalidad infantil de quienes s¢lo hablan quechua era de 218 por mil nacidos vivos, mientras que los que hablan castellano ten¡an una tasa de 137 por mil (OPS, 1990). Por otra parte, en un estudio reciente en reducciones ind¡genas de Chile (1988) se encontr¢ una tasa de mortalidad infantil de 45 por mil, mientras que, para la misma ‚poca, el valor nacional era de 17 por mil, y la de los barrios m s acomodados de Santiago alcanzaba a poco m s de 10 por mil. (UFRO/INE/FII/PAESMI/CELADE,1990). En conjunto, las desigualdades de comportamiento demogr fico significan que cada grupo social sigue sus propias tendencias en relaci¢n con el crecimiento y la distribuci¢n por edades, por lo que existe un aporte diferenciado al crecimiento y estructura del total de la poblaci¢n. La din mica demogr fica cumple una funci¢n importante en la reproducci¢n de la pobreza desde dos puntos de vista: en forma directa por la alta tasa de fecundidad y crecimiento de la poblaci¢n pobre e, indirectamente, porque estos hechos favorecen la permanencia de los hijos en condiciones de vida similares a las de sus padres, por la transmisi¢n intergeneracional de la pobreza. El efecto de la mayor fecundidad en familias pobres estimula la aparici¢n de mecanismos como el trabajo infantil y la fecundidad temprana. El trabajo infantil, como mecanismo de sobrevivencia familiar, sacrifica la educaci¢n de los peque¤os y puede inhabilitarlos para postular en el futuro a puestos mejor remunerados. La fecundidad temprana, tiende a transmitir al hijo las carencias culturales y materiales del ambiente de la madre. Aunque diversos estudios muestran una fecundidad y mortalidad m s elevadas en los grupos de bajos ingresos, son pocas las mediciones acerca de c¢mo ello incide en su crecimiento demogr fico y, por lo tanto, acerca de cu l es la importancia de ‚ste en la evoluci¢n de la magnitud de la pobreza. El an lisis de encuestas de hogares de algunos pa¡ses permite concluir que la elevada fecundidad es de importancia preponderante en la determinaci¢n del alto crecimiento vegetativo de su poblaci¢n. De este modo, se observa, por ejemplo, que la tasa global de fecundidad de los indigentes de Guatemala es de 6.7 hijos por mujer y la tasa de crecimiento natural de 3.4%, frente a una fecundidad de 3.6 hijos y una tasa de aumento de 2.3% de los no pobres. Resultados similares se encontraron en investigaciones realizadas para Honduras y Nicaragua, en los que se analiz¢ la din mica demogr fica de los grupos pobres consider ndolos seg£n el criterio de necesidades b sicas insatisfechas (recuadro 2). Las tendencias demogr ficas diferenciales entre sectores sociales son un factor que contribuye al aumento absoluto y relativo de la poblaci¢n de menores recursos. Un ejercicio reciente de proyecci¢n de poblaci¢n pobre y no pobre realizado para Honduras (CELADE, 1992; Gabrie, 1991), en la hip¢tesis de una movilidad social nula y una disminuci¢n de la fecundidad y la mortalidad, muestra entre el a¤o 1990 y el 2000 un aumento de 1.5 millones de pobres, que subir¡an de un 78 a un 80% de la poblaci¢n total (5.1 millones en 1990). Para reducir la proporci¢n de pobres debiera producirse una movilidad social ascendente que compensara el crecimiento demogr fico. Como un ejemplo hipot‚tico que permita apreciar ¢rdenes de magnitud, consid‚rese una meta de reducci¢n del porcentaje de pobres, en el a¤o 2000, del 80% esperado, al 66%. Esto implica s¢lo que el incremento del n£mero de pobres ser¡a 700 000 en vez de los 1.5 millones proyectados, lo que podr¡a lograrse con programas socioecon¢micos que conduzcan a la movilidad social ascendente de 800 000 personas. ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ ³ Recuadro 1 ³ ³ LA FECUNDIDAD NO DESEADA SEGUN SECTORES SOCIALES ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ El hecho de que las parejas de bajos ingresos tengan una alta fecundidad no significa que no deseen reducirla. Estudios recientes muestran que la fecundidad deseada por las mujeres de bajo nivel de instrucci¢n, as¡ como por las que viven en zonas rurales, es muy inferior al n£mero efectivo de hijos que alcanzan al final del per¡odo reproductivo. Por ejemplo, en Bolivia y Per£, uno de cada tres hijos fue declarado por todas las mujeres como no deseado, proporci¢n que alcanza a un 40 % de la fecundidad total entre aquellas de m s bajo nivel de instrucci¢n. Esta realidad muestra una demanda insatisfecha, sobre todo por parte de sectores pobres, de programas de poblaci¢n tendientes a brindar servicios de planificaci¢n familiar y de atenci¢n materno-infantil. Cualquier pol¡tica que tenga como prop¢sito la reducci¢n de la fecundidad, debe considerar la extensi¢n de la planificaci¢n familiares a los sectores rurales y a las mujeres de bajo nivel de instrucci¢n. TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD Y PORCENTAJES DE FECUNDIDAD NO DESEADA SEGUN ZONA DE RESIDENCIA Y EDUCACION EN PAISES SELECCIONADOS DE AMERICA LATINA ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ ³ Bolivia ³Brasil ³Colombia ³Ecuador ³El Salvado ³Guatemala ³M‚xico ³Per£ ³Rep. Dom. ³ ³ 1989 ³ 1986 ³ 1986 ³ 1987 ³ 1985 ³ 1987 ³ 1987a ³1986 ³ 1986 ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ Tasa global de fecundidad b Total 5,0 3,5 3,3 4,3 4,2 5,6 3,8 4,1 3,8 Deseada 3,2 2,8 2,8 3,6 3,1 4,9 - 2,6 2,8 No deseada 1,8 0,5 0,5 0,7 1,1 0,7 - 1,5 1,0 Fecundidad no deseada (%) c Total 36,0 19,8 15,9 17,1 27,0 12,5 58,9 35,9 26,3 Seg£n nivel de instrucci¢n d i) Bajo 37,7 38,5 19,7 16,0 25,7 11,4 62,4 40,7 30,4 i) Medio Bajo 38,3 27,1 17,1 19,0 32,3 12,5 64,6 22,5 27,3 iii) Medio 31,1 13,6 8,5 10,4 22,5 17,9 59,6 24,6 13,8 iv) Alto 24,1 11,6 9,5 3,5 21,3 7,4 49,0 - 9,1 Seg£n zona de residencia Urbana 35,0 16,1 12,3 16,2 - 14,6 63,3 - 21,9 Area metropo. - - - - 26,9 - 58,5 26,2 - Resto urbano - - - - 30,6 - 60,3 30,8 - Rural 35,9 27,5 20,7 17,6 25,0 10,8 54,3 42,3 31,3 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ Fuente: Informes nacionales de las Encuestas Demogr ficas y de Salud a.- En M‚xico no se hicieron preguntas para la estimaci¢n de la fecundidad deseada. En este caso, los valores representan la proporci¢n de mujeres casadas o unidas que no desean m s hijos en el futuro. En consecuencia, no son cifras comparables con la de los dem s pa¡ses. Las categor¡as de la variable zona de residencia son: rea metropolitana: 20 000 y m s; resto urbano, 2 500 a 19 999; y rural, menos de 2 500 habitantes. b.- La tasa global de fecundidad se ha calculado para un per¡odo de tres a¤os anteriores a la encuesta. La fecundidad deseada y no deseada se calcula para el mismo per¡odo, atendiendo a si los hijos hab¡an sido deseados o si resultaron de un embarazo no deseado. c.- Esta proporci¢n representa el peso porcentual de la fecundidad no deseada respecto a la fecundidad total. d.- El nivel de instrucci¢n se agrupa de menor a mayor, siendo diferentes las categor¡as para cada pa¡s. En el caso de Ecuador, Colombia, Bolivia y Rep£blica Dominicana, las categor¡as son las siguientes: i) sin instrucci¢n, ii) primaria, iii) secundaria o media, iv) superior o universitaria. En el caso de Per£, los primeros dos grupos (sin instrucci¢n y primaria) est n en uno s¢lo. En Brasil, M‚xico y Guatemala, los primeros dos grupos son: i) sin instrucci¢n, ii) primaria incompleta, iii) primaria completa y iv) secundaria y m s. En Bolivia, los grupos son: i) sin educaci¢n, ii) b sica 1-3, iii) intermedia y iv) media o m s. En el Salvador, los grupos son: i) sin educacin, ii) primaria incompleta iii) primaria completa y iv) seundaria y m s. ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ Se fortalece la tesis de que la evoluci¢n de la pobreza no est determinada s¢lo por factores demogr ficos diferenciales sino tambi‚n por otros socioecon¢micos, al considerar las tendencias al aumento de los sectores pobres registrados en pa¡ses de la regi¢n durante el decenio de 1980 (CEPAL, 1991b). En varios han ocurrido aumentos en el n£mero y la proporci¢n de pobres de una magnitud que no es posible explicar s¢lo por su crecimiento demogr fico, sino que habr¡an ocurrido tambi‚n a consecuencia de los efectos perjudiciales de la equidad derivados de la crisis. De los diez pa¡ses analizados por la CEPAL, la tasa de crecimiento medio anual total de la poblaci¢n pobre fue de 3% o m s en los casos de Argentina, Costa Rica, Guatemala, Uruguay y Venezuela; en dos de ellos alcanz¢ una tasa del orden del 9%, que supera varias veces el crecimiento demogr fico. Cuadro 3 AMERICA LATINA: TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD Y TASA DE MORTALIDAD INFANTIL, POR AREA DE RESIDENCIA Y NIVEL DE INSTRUCCION DE LA MADRE, SEGUN DATOS DE LAS ENCUESTAS NACIONAL DE DEMOGRAFIA Y SALUD, DECENIO DE 1980 ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄ¿ ³ ³ Area de ³ Nivel de instrucci¢n ³ ³ ³ ³ residencia ³ de la mujer ³ ³ ³ ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´ ³ ³ Pa¡s ³ Urbana ³Rural³Ninguno³Primaria³Primaria³Secundaria³Total³ ³ ³ ³ ³ ³incomple³completa³ y m s ³ ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÙ Tasa global de fecundidad Guatemala 1983-87 4,1 6,5 7,0 5,6 3,9 2,7 5,6 Bolivia 1984-89 4,0 6,4 6,1 5,9 4,5 2,9 4,9 Paraguay 1987-90 3,6 6,1 6,7 6,2 4,5 3,2 4,7 Per£ 1984-86 3,1 6,3 6,6 5,0 3,1 1,9 4,1 M‚xico 1984-86 3,1 5,2 6,1 5,7 3,7 2,5 3,8 Rep. Dom 1983-86 3,1 4,8 5,3 4,3 2,9 2,1 3,7 Brasil 1983-86 3,0 5,0 6,5 5,1 3,1 2,5 3,5 Colombia 1981-86 2,8 4,9 5,4 4,2 2,5 1,5 3,3 Tasa de mortalidad infantil (por mil) Bolivia 1979-89 79,0 112,0 124,0 108,0 65,0 46,0 96,0 Brasil 1976-86 76,0 107,0 ... ... ... ... 86,0 Guatemala 1983-87 65,0 84,0 82,0 86,0 61,0 41,0 79,0 Per£ 1981-86 54,0 101,0 124,0 85,0 42,0 22,0 76,0 Rep. Dom 1976-86 72,0 71,0 102,0 76,0 57,0 34,0 68,0 M‚xico 1982-87 23,0 64,0 83,0 64,0 46,0 27,0 56,0 Colombia 1976-86 38,0 41,0 60,0 --40--- 28,0 39,0 Paraguay 1980-90 32,0 38,0 45,0 42,0 33,0 22,0 35,0 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ Fuente: Informes nacionales de las Encuestas Demogr ficas y de Salud. Notas: Nivel de instrucci¢n: En la Rep£blica Dominicana, Colombia y Per£ los grupos de educaci¢n son los siguientes: sin educaci¢n, primaria, secundaria y universitaria; en Bolivia, los grupos son: sin instrucci¢n, b sica, intermedia, media y m s. En Paraguay el grupo sin instrucci¢n incluye a los que tienen dos a¤os o menos de escolaridad. Area de residencia: Para M‚xico, en la zona urbana se incluyeron aqu¡ las localidades mayores de 20 000 habitantes. ...: No disponible. A ra¡z del mayor crecimiento demogr fico de la poblaci¢n pobre, es superior la incidencia de la pobreza y de la indigencia entre los ni¤os y los j¢venes. A esto hay que agregar que las poblaciones en condiciones de pobreza tienen una alta relaci¢n de dependencia y un elevado promedio de personas por hogar. ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ ³ Recuadro 2 ³ ³ PAISES SELECCIONADOS DE AMERICA LATINA: INDICADORES DEMOGRAFICOS ³ ³ Y SOCIALES SEGUN ESTRATOS DE POBREZA ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ Fuentes diferentes en los indicadores demogr ficos, asi como en otros de car cter socioecon¢mico, acompa¤an las cituaciones de pobreza, representan rasgos de la fecundidad existente en la regi¢n. Al tomar como ejemplo tres pa¡ses centroamericanos, se advierte que los disimiles comportamientos de la fecundida y la mortalidada se reflejan en el ritmo de incremento de la poblaci¢n pobre y en la juvenil estructura por edades, lo que aumentan la incidencia de la pobreza entre los ni¤os y jovenes. ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ ³ ³ Pa¡ses ³ ³ ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´ ³ Indicador ³ Guatemala (1986-1987) ³Honduras(1990)³ Nicaragua (1985)³ ³ ÃÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄ´ ³ ³ ³ ³ No ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³Indigentes ³ Pobres ³ pobres³ NBI ³ NBS ³ NBI ³ NBS ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ Porcentaje de poblaci¢n 48 25 27 78 22 69 31 Porcentaje de ind¡gena 55 38 23 - - - - Tasa de natalidad (por mil) 44 34 30 40 28 48 35 Tasa de mortalidad (por mil) 10 9 7 8 5 13 11 Tasa de crecimiento natural (por mil) 34 25 23 32 23 35 24 Tasa global de fecundidad 7 5 4 6 3 7 4 Esperanza de vida al nacer (a¤os) 60 63 71 65 74 - - Porcentaje de nacimientos totales 56 22 22 83 17 75 25 Porcentaje de muertes totales 55 25 20 84 16 72 28 Estructura de edad (por cien) 100 100 100 100 100 100 100 0 - 19 62 56 47 59 46 60 52 20 - 59 34 39 46 37 47 35 42 60 y mas 4 5 7 4 7 5 6 Relaci¢n de dependencia (por cien) 120 87 64 102 62 115 84 Tama¤o medio de hogar (personas) 6 5 4 6 4 6 6 Tasa bruta de participaci¢n econ¢mica (por cien) 26 33 43 31 38 - - Estructura ocupacional 100 100 100 100 100 - - Asalariados 41 54 53 43 55 Cuenta propia 35 30 31 39 32 Trabajo familiar no remunerado 24 14 11 15 6 Otro 0 2 5 3 7 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ Fuente: Guatemala: Chackiel, J. y M. Villa, "Am‚rica Latina y el Caribe: din mica de la poblaci¢n y desarrollo" (DDR/1), Santiago de Chile, Centro Lationamericano de Demograf¡a (CELADE), 1992, documento presentado a la Reuni¢n de Expertos Gubernamentales sobre Poblaci¢n y Desarrollo, preparatoria de la Conferencia Internacional de Poblaci¢n y Desarrollo de 1994, Santa Luc¡a, 6 al 9 de octubre; Honduras: Centro Latinoamericano de Demograf¡a (CELADE), "Honduras: diagn¢stico sociodemogr fico y proyecciones de la poblaci¢n pobre y no pobre seg£n distintas metas. 1900-2010" ( LC/DEM-R. 172 ), Santiago de Chile, 1992, y J. Gabri‚, "Honduras, caracter¡sticas sociodemogr ficas 1990", Santiago de Chile, Centro Latinoamericano de Demograf¡a (CELADE), 1991, in‚dito; Nicaragua: M. Morales, "Nicaragua: caracter¡sticas y econ¢micas de la poblaci¢n seg£n grado de pobreza, socio-econ¢micas y demogr ficas seg£n estado de pobreza", Santiago de Chile, Centro Latinoam‚ricano de Demograf¡a (CELADE), 1991, in‚dito. A Guatemala, seg£n criterio de ingresos; Honduras y Nicaragua, seg£n necesidades b sicas insastisfechas (NBI) y satisfechas (NBS). b (0-14 + 65 y m s)/(15-64). ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ Debido a estas caracter¡sticas de la estructura de edades, la satisfacci¢n de sus demandas de atenci¢n de salud y educaci¢n es, sin duda, prioritaria para esta poblaci¢n y, por tanto, su insatisfacci¢n establece una de las bases fundamentales del c¡rculo vicioso de la pobreza. No obstante, para el resto de los grupos de edades, las demandas se concentran en empleo y vivienda, dos de las necesidades b sicas m s elementales que en su insatisfacci¢n favorecen tambi‚n la reproducci¢n del fen¢meno. Adem s de esas inequidades, las deficiencias se¤aladas en cuanto a la planificaci¢n familiar y la educaci¢n, informaci¢n y comunicaci¢n en materias sexuales y reproductivas, aparecen como causas asociadas de dos problemas de importancia: el aborto clandestino, con grave riesgo para la salud materna, y el embarazo adolescente. Tanto el aborto clandestino como el embarazo adolescente forman parte del agudo s¡ndrome de inequidad que caracteriza a las sociedades latinoamericanas y caribe¤as y que tiene consecuencias socioecon¢micas en varios planos. En el caso de la fecundidad adolescente pueden distinguirse por lo menos dos. En primer lugar, para los individuos los nacimientos que ocurren en estas edades tienen mayores probabilidades de ser problem ticos, ya sea por el riesgo biol¢gico que a menudo implican, por los vetos educativos y laborales que normalmente acarrean a los progenitores, o por el conflicto familiar que pueden desencadenar. En segundo t‚rmino, para la sociedad, la fecundidad adolescente puede representar p‚rdidas importantes de capital humano, producto de la deserci¢n escolar y laboral, y limitaciones para mejorar el nivel colectivo de productividad. Para impedir la reproducci¢n de la pobreza, es de particular importancia considerar la ampliaci¢n de las posibilidades de educaci¢n y de acceso al empleo para las mujeres j¢venes, lo que junto con mejoras en la cobertura de los programas de salud, planificaci¢n familiar y nutrici¢n, ha mostrado reflejarse en mejores condiciones de vida y en menores tama¤os de familia. Como se desprende de diversos estudios, el est¡mulo a la educaci¢n secundaria de las ni¤as, particularmente en el medio rural, tiende a reducir el promedio de hijos, para un mismo nivel de ingresos. Como la educaci¢n es adem s £til para el ingreso a la fuerza de trabajo, se produce una participaci¢n laboral de las j¢venes, se retarda el matrimonio, baja la fecundidad, y, por esta v¡a, se origina una condici¢n favorable para la reducci¢n de la mortalidad. Facilitar el acceso a la planificaci¢n familiar para tales sectores establece un principio ciudadano, al garantizar a todos los grupos sociales el ejercicio de un derecho reproductivo, en condiciones informadas y con plena libertad de la pareja para decidir acerca del n£mero de hijos que desea procrear. Por otro lado, es un requisito de la equidad y de la propia transformaci¢n productiva, al contribuir a mejorar tanto las condiciones de vida de los sectores m s postergados como la productividad de su esfuerzo laboral. E. Poblaci¢n y sustentabilidad del desarrollo El 94% del incremento de la poblaci¢n regional entre 1960 y 1990, que totaliz¢ 230 millones de personas, correspondi¢ a las zonas urbanas; luego de un aumento de 10 millones en los a¤os sesenta, la poblaci¢n rural se ha estabilizado en cerca de 124 millones. De este modo, la presi¢n demogr fica sobre los recursos naturales se deriva principalmente de la acelerada expansi¢n del mercado urbano, que favoreci¢ la tecnificaci¢n de la producci¢n de alimentos y fibras. Aunque la mecanizaci¢n de la agricultura comercial y el auge de la ganader¡a extensiva han incrementado la relaci¢n hombre/tierra, ‚sta sigue siendo, en promedio, una de las m s bajas del mundo en desarrollo; sin embargo, esa relaci¢n se hace excesiva en las zonas minifundiarias tradicionales, afectadas por la acci¢n conjunta de la fragmentaci¢n por herencia y la creciente extensi¢n territorial de las grandes empresas agroindustriales exportadoras y de las actividades ganaderas. Los ¡ndices extremos de concentraci¢n de la propiedad agr¡cola y de uso de la tierra, otra de las especificidades de la regi¢n, explican la aparente contradicci¢n entre la baja relaci¢n hombre/tierra agr¡cola y la persistencia de zonas en constante deterioro. De hecho, un 75% de las familias rurales de la regi¢n no dispone de tierra o padece una aguda escasez de ella, lo que obliga a sus miembros, bajo modalidades que no siempre resguardan las condiciones m¡nimas de ingreso y bienestar, a desplazarse y contratarse fuera de su predio para poder subsistir. Un acceso m s fluido a la propiedad agraria y a cr‚ditos y asistencia t‚cnica facilitar¡a aumentar directamente los ingresos de los campesinos, al elevar la productividad en el uso de la tierra y aliviar¡a la presi¢n campesina de peque¤os propietarios y minifundistas sobre las tierras marginales. Para ello se ha sugerido perfeccionar el funcionamiento del mercado de tierras, facilitando el acceso del campesinado. Lo anterior supone un programa masivo de regularizaci¢n de t¡tulos, procediendo al reconocimiento jur¡dico de las tierras habitadas y ocupadas por pueblos ind¡genas y a la recuperaci¢n de espacios y recursos desaprovechados. Mejorar la eficiencia en el uso de la tierra supone tambi‚n hacer depender la tributaci¢n agr¡cola del valor productivo de los suelos, lo que junto con estimular la productividad, facilitar¡a la desconcentraci¢n de la propiedad. Finalmente, es indispensable una mayor penetraci¢n del sistema financiero en el mercado de la tierra; para ello habr que establecer modalidades especiales de ahorro y cr‚dito destinadas a la compra de predios. Asociados a tales mecanismos es necesario organizar sistemas de asistencia t‚cnica que velen por el uso del suelo de acuerdo con sus caracter¡sticas ecol¢gicas, minimizando las externalidades negativas. En virtud del aumento de la concentraci¢n urbana, en 1990 la regi¢n contaba con 38 ciudades de m s de un mill¢n de habitantes, dos de las cuales ten¡an m s de 15 millones. Aparte de requerir costosas inversiones para la dotaci¢n de agua potable, saneamiento e infraestructura social, en algunas de estas grandes ciudades se ha acentuado la inadecuaci¢n del ambiente f¡sico. El efecto combinado de la escasez de inversi¢n, del tama¤o demogr fico alcanzado, de la rapidez del crecimiento, de la incorporaci¢n de diversos tipos de tecnolog¡as (fuentes de emisiones fijas, automotores, edificaciones de alta densidad), ha tendido a deteriorar la calidad de la vida urbana. Esto £ltimo se aprecia claramente en que, por ejemplo, los niveles de concentraci¢n de contaminantes atmosf‚ricos e h¡dricos superan las normas aceptadas, en que pocas ciudades cuentan con sistemas de tratamiento de aguas servidas y en que muchas de ellas apenas pueden eliminar el 50% de los desechos que producen. Trabajar por un desarrollo sustentable no significa limitar las posibilidades del crecimiento ni subutilizar el potencial de los recursos naturales. El desaf¡o ambiental consiste en estimular modalidades de crecimiento que generen valor agregado en t‚rminos econ¢micos, teniendo en cuenta el costo real de oportunidad de los recursos naturales y de las decisiones econ¢micas. Ello significa, por ejemplo, que los costos de producci¢n incluyan su impacto ambiental y que las pol¡ticas p£blicas act£en como un instrumento activo para desalentar el da¤o e incentivar la eficiencia econ¢mica y energ‚tica (v‚ase CEPAL/CELADE, 1993, cap¡tulo IV). En ese sentido, reformas que favorezcan el crecimiento en econom¡as abiertas, apoy ndose en los est¡mulos del mercado, bien pueden originar procesos de mejoramiento ambiental, a condici¢n de complementarse con adecuadas reglamentaciones p£blicas. La eficiencia econ¢mica y energ‚tica, son elementos centrales de una pol¡tica ambiental; ambas forman parte de las reformas mencionadas y requieren una coordinaci¢n estrat‚gica entre agentes econ¢micos para complementar al mercado en tareas en que ‚ste no posee ventajas, como las externalidades, bienes p£blicos, fomento tecnol¢gico y promoci¢n de la equidad. En el tema ambiental coinciden todas estas preocupaciones; de all¡ la importancia de contar con instrumentos adecuados para una fiscalizaci¢n y regulaci¢n ambiental transparente y socialmente consensual que estimule el crecimiento, preservando el medio ambiente. La calidad del aire, el tratamiento de las aguas servidas, la ausencia de tensiones derivadas de la congesti¢n y la violencia urbana son t¡picos bienes p£blicos; conciliar competitividad y preservaci¢n ambiental exige innovaciones tecnol¢gicas. Finalmente, la protecci¢n y el mejoramiento del medio ambiente tienen una clara connotaci¢n redistributiva, ya que en las ciudades t¡picas de la regi¢n los contaminantes h¡dricos y s¢lidos generados por industrias u hogares en barrios pudientes terminan en los asentamientos de menores ingresos. Las familias pobres habitan en lugares de mayor contaminaci¢n, cercanos a dep¢sitos de desechos urbanos e industriales, cuentan con menor acceso al agua potable y alcantarillado, pr cticamente no disponen de reas verdes y son vulnerables a las enfermedades infecciosas. Las familias pobres rurales, por su parte, se ven obligadas por razones de subsistencia, a talar bosques y a trabajar tierras de menor fertilidad, con lo que agravan la erosi¢n de los suelos. Avanzar hacia un desarrollo sustentable exige, en primer lugar, mayor educaci¢n y conciencia ciudadana sobre una relaci¢n arm¢nica entre el hombre y la naturaleza y entre los hombres entre s¡. Requiere tambi‚n un sector p£blico t‚cnicamente calificado y con capacidad financiera para fortalecer su funci¢n de regulador ambiental. F. Transformaci¢n productiva y poblaci¢n: consideraciones finales El debate que vincula de modo simplista el desarrollo con alzas o descensos de la fecundidad como caminos contrapuestos para reducir la pobreza y mejorar la equidad ha quedado obsoleto ante los datos de la realidad. Tal como el objetivo del crecimiento econ¢mico no se opone al objetivo de equidad, sino que son aspectos complementarios de un mismo proceso, la relaci¢n de fecundidad y desarrollo debe ser analizada en el marco de un esfuerzo global y sist‚mico por alcanzar un crecimiento con equidad, desaf¡o que frente a la actual econom¡a globalizada debe abordarse con un gran mejoramiento de la calidad de los recursos humanos. No se trata entonces de optar entre uno y otro camino sino de realizar un esfuerzo integrado que considere las especificidades nacionales. En algunas realidades, ser necesario abordar la transformaci¢n productiva incluyendo un conjunto de pol¡ticas de poblaci¢n orientadas a la reducci¢n de la fecundidad. Poner al alcance de los sectores m s desfavorecidos los medios de reducir la fecundidad es adem s congruente con otro objetivo central de la propuesta de transformaci¢n productiva con equidad, cual es el fortalecimiento de reg¡menes democr ticos que garanticen y extiendan el ejercicio de los derechos ciudadanos para el conjunto de la poblaci¢n y generen las condiciones para el pleno ejercicio de sus Libertades y derechos. En efecto, distribuir equitativamente los conocimientos y la informaci¢n y poner al alcance de todos los ciudadanos los medios para lograr un buen desempe¤o en los mbitos de la vida personal y social, es decir en el mundo del trabajo, la vida familiar, la cultura, la participaci¢n pol¡tica y la vida comunitaria, son condiciones para el ejercicio de una ciudadan¡a moderna. Esa visi¢n incluye, sin duda, el crear las mejores condiciones para el ejercicio de los derechos reproductivos de las parejas, borrando la diferencia entre fecundidad efectiva y la fecundidad deseada, a base de una opci¢n informada y responsable. Es importante se¤alar la necesidad de recoger desde este enfoque integrado de la transformaci¢n productiva con equidad, las experiencias de reducci¢n de la fecundidad como parte del esfuerzo de desarrollo. El ‚xito obtenido en pa¡ses tan diversos como M‚xico, Brasil y Costa Rica puede servir de referencia. Igual que con las pol¡ticas de reducci¢n de la fecundidad, la situaci¢n en que se encuentran los diversos pa¡ses respecto de la transici¢n demogr fica tendr gran importancia para determinar las prioridades del conjunto de pol¡ticas dirigidas a la transformaci¢n productiva con equidad, principalmente en lo atinente a la creaci¢n de empleos productivos y a la provisi¢n de servicios de salud y educaci¢n. En los pa¡ses correspondientes a los grupos de transici¢n demogr fica incipiente y moderada, la urgencia parecer¡a estar en una expansi¢n acelerada de los servicios sociales en cuanto a cobertura; la atenci¢n debe centrarse en la salud materno- infantil, las medidas de sanidad p£blica de tipo preventivo e higiene ambiental, nutrici¢n y reducci¢n de la fecundidad. En el terreno de la educaci¢n se tratar¡a de ampliar la cobertura educativa. En los pa¡ses que se encuentran en plena transici¢n, el ‚nfasis en la inversi¢n de recursos humanos debe ponerse en la calidad de los servicios sociales, las prestaciones de salud preventiva y curativa, la adecuaci¢n de la educaci¢n a la sociedad y de los sistemas de capacitaci¢n a las exigencias de la competitividad, as¡ como en reformar los sistemas de previsi¢n y otros mecanismos de ahorro institucionalizados, de manera de incrementar su aporte al ahorro interno. En los pa¡ses de transici¢n demogr fica avanzada las prioridades de acci¢n deben reflejar la incidencia de las necesidades de la edad adulta, particularmente en lo que ata¤e al empleo y la demanda de servicios sociales vinculados con la tercera edad. En todo caso, el establecimiento de prioridades de pol¡tica supone considerar las diferencias internas de cada pa¡s, pues la heterogeneidad entre unidades espaciales y grupos sociales y ‚tnicos plantea la necesidad de pol¡ticas diferenciadas que tomen en cuenta esa realidad para alcanzar efectivamente los objetivos de crecimiento y equidad. ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 1 Cap¡tulo II del libro de CEPAL/CELADE, 1993, Poblaci¢n, equidad y transformaci¢n productiva, Santiago de Chile. ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿ ³ BIBLIOGRAFIA ³ ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ ù CELADE (Centro Latinoamericano de Demograf¡a)(1992), Honduras: diagn¢stico sociodemogr fico y proyecciones de la poblaci¢n pobre y no pobre seg£n distintas metas. 1990-2010 (LC/DEM/R.172), Santiago de Chile. ù CEPAL (1992a), El perfil de la pobreza en Am‚rica Latina a comienzos de los a¤os 90 (LC/L.716(Conf.82/6)), Santiago de Chile. ù CEPAL (1992b), Equidad y transformaci¢n productiva: un enfoque integrado (LC/G.1701/Rev.1-P), Santiago de Chile, abril. Publicaci¢n de las Naciones Unidas, No. de venta: S.91.II.G.5. ù CEPAL (1991a), El desarrollo sustentable: transformaci¢n productiva, equidad y medio ambiente (LC/G1648/Rev.2-P), Santiago de Chile, mayo. Publicaci¢n de las Naciones Unidas, No. de venta: S.91.II.G.5. ù CEPAL (1991b), Magnitud de la pobreza en Am‚rica Latina en los a¤os ochenta (LC/G/1653-P), Serie Estudios e Informes de la CEPAL, No. 81, Santiago de Chile, agosto. Publicaci¢n de las Naciones Unidas, No. de venta: S.91.II.G.10. ù CEPAL (1990), Transformaci¢n productiva con equidad. La tarea prioritaria del desarrollo de Am‚rica Latina y el Caribe en los a¤os noventa (LC/G.1601-P), Santiago de Chile, marzo. Publicaci¢n de las Naciones Unidas, No. de venta: S.90.II.G.6. ù CEPAL/CELADE (1993), Poblaci¢n, equidad y transformaci¢n productiva, serie E, N§ 37, Santiago de Chile, marzo. ù CEPAL/OREALC (Comisi¢n Econ¢mica para Am‚rica Latina y el Caribe/Oficina Regional de Educaci¢n de la UNESCO para Am‚rica Latina y el Caribe)(1992), Educaci¢n y conocimiento: eje de la transformaci¢n productiva con equidad (LC/G.1702/Rev.2-P), Santiago de Chile, abril. Publicaci¢n de las Naciones Unidas, No. de venta: S.92.II.G.6. ù Gabrie, J. (1991),®Honduras: caracter¡sticas sociodemogr ficas y econ¢micas de la poblaci¢n seg£n grado de pobreza, 1990), Santiago de Chile, Centro Latinoamericano de Demograf¡a (CELADE), in‚dito. ù OPS (990), Las condiciones de salud en las Am‚ricas. Edici¢n 1990, Serie Publicaci¢n Cient¡fica No. 524, 2 vols., Washington, D.C. ù UFRO/INE/FII/PAESMI/CELADE (Universidad de la Frontera/ Instituto Nacional de Estad¡sticas/Fundaci¢n Instituto Ind¡gena/Programa de Apoyo y Extensi¢n en Salud Materno Infantil/Centro Latinoamericano de Demograf¡a) (1990), Censo de reducciones ind¡genas seleccionadas: an lisis sociodemogr fico (LC/DEM/G.96/OI93), Santiago de Chile, Centro Latinoamericano de Demograf¡a (CELADE). |
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