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        ³ 1.3.  POBREZA  Y  EQUIDAD:  DOS  OBJETIVOS  RELACIONADOS  ³
        ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
                             V¡ctor E. Tokman1 
               Organizaci¢n Internacional del Trabajo (OIT)
                                Lima, Per£


        En esta presentaci¢n me referir‚ a tres aspectos.  Tratar‚ de
        contestar dos preguntas y comenzar una reflexi¢n.  La primera
        pregunta es, qu‚ ha estado pasando con la pobreza. La segunda
        pregunta  es,  cu l  es  la  relaci¢n  entre lo que ha estado
        pasando con la pobreza absoluta y con la pobreza relativa; es
        decir, con la equidad en el sistema.  La reflexi¢n que, creo,
        debemos comenzar, consiste en analizar  en   profundidad  los
        cambios que se est n produciendo y  c¢mo  los mismos  van   a
        afectar la capacidad de avanzar simult neamente en reducir la
        pobreza y aumentar la equidad en el sistema.

   1.   Evoluci¢n de la pobreza2 

        La primera pregunta que debemos responder  y  sobre  la   que
        existe informaci¢n bastante  clara  es, qu‚ ha estado pasando
        con la pobreza.  Sin duda alguna, existe un  quiebre  en   la
        evoluci¢n  de  la  pobreza  antes y despu‚s de 1980. Antes de
        1980,  en  Am‚rica  Latina   y   en  casi todos los pa¡ses se
        registraba un cuadro   similar   de  avances  sostenidos.  El
        porcentaje de hogares pobres baj¢ entre 1960 y 1980 del 51 al
        35 %.  No  s¢lo  disminuy¢  la  pobreza,  sino que tambi‚n se
        redujo  el  porcentaje  de  indigentes;  pero  ello  no   fue
        suficiente para disminuir el n£mero de pobres, el que en 1980
        alcanz¢ a 136 millones (v‚ase cuadro 1).

        Otra  situaci¢n  que  tambi‚n  se refleja con cierta claridad
        antes  de  1980,  es  una  asimetr¡a  en  la  evoluci¢n de la
        pobreza:   mientras   que en las zonas rurales  la    pobreza
        disminuye, en las zonas  urbanas se registra un porcentaje de
        hogares pobres relativamente constante.  Ello, como resultado
        de  dos  procesos.  El  primero  es un proceso muy marcado de
        urbanizaci¢n de la pobreza, generado  por  un  traslado    de
        poblaci¢n de las zonas  rurales  a las ciudades.  Se registra
        una migraci¢n muy intensa  la  que, dado  el origen  de   los
        migrantes, produce una contracci¢n del empleo en los sectores
        rurales  m s atrasados y contribuye a disminuir el porcentaje
        de  hogares   pobres   en  el   campo.  Por  otro   lado,  la
        contrapartida es que en las ciudades los migrantes, en  lugar
        de  ser absorbidos por los sectores modernos, fueron ocupados
        en actividades de baja productividad. El sector informal pasa
        del  10  al  16 %  del  empleo  total  en ese per¡odo y, como
        resultado, hacia 1980 casi el 50 % de  los  hogares pobres ya
        estaban en las ciudades; aunque la intensidad  porcentual  de
        la  pobreza   en   zonas   rurales  era el doble de la que se
        registraba en zonas urbanas.

        A  partir  de 1980 se produce una inflexi¢n durante la crisis
        de la deuda externa, debido tanto al impacto de las pol¡ticas
        de ajuste  como  a  los desequilibrios que se ven¡an gestando
        con  anterioridad  a  los  a¤os 80. Se registra, entonces, un
        quiebre muy marcado en la tendencia y la pobreza no disminuye
        sino que aumenta, pasando de 35 a 39 el porcentaje de hogares
        pobres entre 1980 y 1990.  Aumenta tambi‚n  el  porcentaje de
        indigentes, y los pobres llegan a casi 200  millones.   En la
        regi¢n  en  su  conjunto  contin£a  la  asimetr¡a  entre   la
        evoluci¢n  de  la  pobreza  urbana  y   la pobreza rural.  La
        pobreza rural no aumenta de manera significativa,  incluso en
        algunos  pa¡ses  contin£a disminuyendo lentamente; el aumento
        se concentra en  las  zonas  urbanas donde los hogares pobres
        pasan  del 25 al 34 %. Con ello se acent£a la urbanizaci¢n de
        la  pobreza, de manera que hacia fines de la d‚cada pasada el
        63 %  de  los  hogares  pobres  se encuentra en las ciudades.
        Adem s,  de  los  60  millones  de nuevos pobres, el 88 % son
        pobres urbanos. Es decir, el aumento de la pobreza se produce
        fundamentalmente en las ciudades.

        El  otro  factor  que  tiene importancia cuando se analiza el
        fen¢meno  de  la   pobreza  absoluta  y tambi‚n de la pobreza
        relativa,  es  que  el  80 %  de  los  nuevos  pobres  no son
        indigentes, sino pobres no indigentes.  Ello se relaciona con
        un proceso de empobrecimiento de grupos sociales, el que est 
        determinado, a su vez,  por  la evoluci¢n de la situaci¢n del
        empleo  y  del  gasto  social.  La  situaci¢n  del  empleo se
        deterior¢ durante la d‚cada.  Por un lado,  se  registr¢  una
        ca¡da muy importante en la generaci¢n de empleo,  debido a la
        contracci¢n econ¢mica, a las pol¡ticas de ajuste, y al cambio
        en  el  papel  del  sector p£blico como empleador  de  £ltima
        instancia.  Se registr¢  un  aumento en la tasa de desempleo,
        la  que  lleg¢ a sus niveles hist¢ricos  m s altos en Am‚rica
        Latina hacia el a¤o 1985, pero que, hacia fines de la d‚cada,
        todav¡a  estaba  por  encima  de  los  promedios   hist¢ricos
        previos.  Por  otro  lado, se produce una aceleraci¢n  de  la
        ocupaci¢n informal.  Durante  la  d‚cada, de cada diez nuevos
        empleos   creados,   ocho  eran  informales. O  sea  que   la
        proporci¢n de empleos de baja productividad  en muchos casos,
        precarios- fue muy alta.  Por  £ltimo, otra evoluci¢n tambi‚n
        negativa registrada durante este per¡odo  fue  la contracci¢n
        de las remuneraciones, las que disminuyeron  entre el 10 y el
        30 %, seg£n se trate de los salarios de la industria o de los
        m¡nimos (v‚ase cuadro 2).

        Este  cuadro  de  empobrecimiento  se  hace  evidente  por la
        reducci¢n del gasto social per c pita - del orden del  15 %-,
        lo  que  adem s se combina en la mayor¡a de los pa¡ses con un
        proceso  de  privatizaci¢n y de focalizaci¢n.  Ambos procesos
        fueron  positivos para aumentar la eficiencia del gasto, pero
        afectaron  negativamente a los grupos medios, quienes eran en
        el  pasado  los  receptores principales de los beneficios del
        gasto  social.  Como   resultado,   aquellos que proven¡an de
        grupos   medios  no  s¢lo se encuentran  en  una  deteriorada
        situaci¢n de empleo y  de   remuneraciones,  sino que reciben
        menos por concepto de gasto social y tienen  que   pagar  los
        servicios que reciben - particularmente los de educaci¢n y de
        salud, ya que  al focalizar el gasto social y privatizarlo se
        pierde  el componente de subsidio p£blico que se entregaba de
        una manera generalizada,  especialmente  a los grupos medios.

        Para  terminar  este  primer  punto,   quisiera se¤alar que a
        partir  de  1990 y hasta el ®efecto tequila¯   reciente,   se
        registraba una mejor¡a clara en relaci¢n con la pobreza en un
        n£mero  significativo de pa¡ses; ‚sta se redujo por efecto de
        la  disminuci¢n  de  las  tasas  de  desempleo  y  porque  la
        desaceleraci¢n  generalizada  de  la  inflaci¢n  permiti¢ una
        recuperaci¢n moderada, tanto de los salarios  m¡nimos   como,
        particularmente,  de  los  del   sector  industrial.  Existen
        algunos datos que indicar¡an un  quiebre en  la    tendencia;
        desafortunadamente,  ‚stos  est n a£n bajo observaci¢n porque
        se desconoce  cu l ser  el resultado del a¤o 1995, despu‚s de
        la  nueva ronda de ajustes en varios pa¡ses importantes de la
        regi¢n.

        En suma, para concluir, el primer dato  que interesa  retener
        es que hubo un quiebre en la tendencia a la disminuci¢n de la
        pobreza,  que  se  est   en  presencia   de   una    continua
        urbanizaci¢n  de  la  pobreza, y que est n emergiendo  nuevos
        pobres como resultado del manejo de las pol¡ticas de empleo y
        de gasto social.

   2.   Pobreza y equidad. Trayectorias divergentes

        El segundo aspecto que quisiera abordar es el de la pobreza y
        la equidad.  ¨Qu‚ pas¢ con la pobreza relativa,  esto es, con
        el grado de equidad del sistema?  Parece claro que si aumenta
        la  pobreza, como ocurri¢ en los a¤os 80, debe esperarse que,
        en  la  medida en que el esfuerzo de ajuste no sea compartido
        seg£n la capacidad de ingreso de todos  los  grupos sociales,
        se   produzca  un  aumento  en la desigualdad. Y as¡ ocurri¢.
        La pregunta que me parece m s  interesante es qu‚ pasa cuando
        los pa¡ses logran superar la etapa de aumento de la pobreza y
        comienzan   a   disminuirla.  ¨Va  ello   a   resultar  en un
        mejoramiento de las condiciones de equidad del sistema?  Esto
        no est  aconteciendo, aunque  es  todav¡a prematuro afirmarlo
        con total certeza.

        Veamos primero qu‚ ocurri¢. Parece claro, observando los diez
        pa¡ses  de  los  cuales  existe  informaci¢n  confiable,  que
        durante  la  d‚cada  pasada  en  ocho  de ellos el 10 % de la
        poblaci¢n  de  ingresos   m s  altos  aument¢  sus   ingresos
        absolutos, y el 40 % de ingresos m s bajos redujo  los  suyos
        en t‚rminos absolutos.  M s a£n, los grupos   medios  en esos
        ocho pa¡ses disminuyen m s sus ingresos  que  los  grupos m s
        pobres.  Es  decir, se observa con regularidad que el ingreso
        se  concentra  a medida que la pobreza aumenta y que, adem s,
        se  registra  un  empobrecimiento  generalizado en los grupos
        medios (v‚ase cuadro 3).

        El mismo fen¢meno surge cuando se analiza la distribuci¢n del
        costo  social del  ajuste  recurriendo  a una metodolog¡a que
        hemos  desarrollado  para  estimar  lo que llamamos ®la deuda
        social¯ (Infante y Tokman, 1994).  Ella permite determinar en
        qu‚  medida cada grupo social contribuy¢ a pagar el costo que
        involucr¢  para la mayor¡a de los pa¡ses ajustarse a la nueva
        situaci¢n   internacional  y  equilibrar  sus  econom¡as.  De
        acuerdo  a  los   c lculos  que  efectuamos,  la deuda social
        aumenta en alrededor del 6 % del producto de la regi¢n: cinco
        puntos  como  resultado  del  deterioro  en   el   proceso de
        generaci¢n de nuevos empleos, y uno por la redistribuci¢n  de
        salarios y utilidades, dado  que  los  trabajadores ajustaron
        m s  sus salarios que los empresarios sus niveles de ganancia
        (v‚ase cuadro 4).

        Es  claro entonces que, cuando aumenta la pobreza, aumenta la
        desigualdad.  ¨Qu‚  pasa  con  la  equidad  cuando  se  logra
        disminuir la pobreza?  Es prematuro discurrir sobre los datos
        recientes,  porque en la mayor¡a de los pa¡ses la disminuci¢n
        de  la  pobreza  ha  sido  por per¡odos muy cortos y, como se
        sabe, los cambios en  la  distribuci¢n  de ingresos toman m s
        tiempo  que los cambios en los porcentajes de pobreza. Me voy
        a permitir tomar el ejemplo  de  Chile.  Chile  registra  una
        recuperaci¢n sostenida en los £ltimos ocho a¤os que ha estado
        acompa¤ada por una disminuci¢n significativa en el porcentaje
        de hogares pobres.  Se estima que la pobreza se redujo del 38
        al 28 %. Adem s, ha mostrado ser uno de los pa¡ses que obtuvo
        mejores resultados despu‚s del ajuste, combinando crecimiento
        r pido  con disminuci¢n de la inflaci¢n, aumento del empleo y
        de  los  salarios  reales  y  una expansi¢n significativa del
        gasto  social.  Claramente  constituye un caso exitoso, donde
        puede  observarse durante un tiempo suficientemente largo  el
        impacto  positivo   posta  juste sobre los niveles de pobreza
        (v‚ase cuadro 5).

        Sin  embargo,  en  lo  que  se  refiere a la distribuci¢n del
        ingreso,     los   resultados  no  son  tan  alentadores.  El
        diferencial de ingresos entre el 20 % m s alto y el 20 %  m s
        bajo se mantiene en el orden de 12,  y  la  participaci¢n del
        20 % de ingresos m s altos en el ingreso nacional sigue m s o
        menos constante en torno al 55 %.  O sea, se trata de un caso
        donde  se  registran  progresos  en  el  nivel  de la pobreza
        durante un per¡odo sostenido, y sin embargo  la  distribuci¢n
        del  ingreso se mantiene casi constante.  Es ‚ste un tema que
        requiere  ser  analizado.  Habr¡a  que  determinar por qu‚ se
        demora  tanto  y  si efectivamente llega un momento en que la
        disminuci¢n  de la pobreza se traslada a la distribuci¢n y se
        refleja en mayor equidad.  No hay tiempo en esta presentaci¢n
        ni  tengo la capacidad de desarrollar una teor¡a sobre lo que
        est   ocurriendo  en  este tema, pero quisiera se¤alar que es
        imprescindible reflexionar sobre el mismo.

        Deseo solamente contribuir con dos datos que me parece pueden
        ayudar en el an lisis.  El  primer dato es la comparaci¢n con
        los  pa¡ses  asi ticos,  ya  no  con  los viejos sino con los
        nuevos   "tigres",   que   son   los  m s comparables con los
        "jaguares"  latinoamericanos   m s   recientes.   Tomar‚, por
        ejemplo, los casos de Malasia e Indonesia, que son dos pa¡ses
        que se han incorporado  a  los mercados  mundiales  con mucha
        velocidad  y han registrado un crecimiento sostenido y r pido
        durante las £ltimas d‚cadas. En Malasia, entre 1970 y 1990 la
        pobreza disminuy¢ del 49 al 17 % y el diferencial de ingresos
        entre el 20 % m s alto y el 20 % m s bajo  de  la  poblaci¢n,
        baj¢  de 17 a 12.  En Indonesia, entre 1980 y 1990 la pobreza
        tambi‚n  se redujo de 39 al 16 % y el diferencial de ingresos
        extremos  pas¢  de 7.5 a 5.  O sea, a diferencia de Chile, la
        expansi¢n econ¢mica de estos pa¡ses estuvo acompa¤ada por una
        contracci¢n  importante no s¢lo de la pobreza sino tambi‚n de
        los diferenciales de ingresos. ¨Por qu‚ se da esta situaci¢n?

        El  segundo  dato  que es interesante, resulta de comparar la
        evoluci¢n de la pobreza en Chile con la registrada en Estados
        Unidos, pues, a pesar  de  las  diferencias en los niveles de
        desarrollo,   existen    similitudes   con  relaci¢n   a  las
        instituciones  y  las   pol¡ticas  seguidas en muchos campos.
        Sorprendentemente, la comparaci¢n con Estados Unidos muestra,
        por ejemplo, que la participaci¢n  del  20 %  m s  bajo de la
        poblaci¢n  es  similar a la de Chile  (alrededor del 4 %  del
        ingreso) y, m s  a£n,  que  se ha mantenido constante durante
        d‚cadas.  Pero tambi‚n muestra que el 20 % m s alto no  posee
        el 55 % del ingreso como en el caso de Chile,  sino   s¢lo el
        42 %. Los ricos en Estados Unidos acceden a la parte superior
        de la distribuci¢n del ingreso en una proporci¢n  menor   que
        los ricos en Chile. Un porcentaje de participaci¢n similar al
        chileno del 20 % de ingresos m s altos se registr¢ en Estados
        Unidos  antes de la  crisis de 1930.  Esta comparaci¢n parece
        sugerir que Chile est  avanzando hacia un capitalismo del si-
        glo  XXI con  una  distribuci¢n  de ingresos de comienzos del
        siglo XX.  Ello llevar¡a a analizar  por  qu‚ se produce este
        fen¢meno, y a indagar sobre si el capitalismo  del siglo  XXI
        va  a  conducir a una distribuci¢n m s equitativa  o  si este
        nivel de desigualdad ser  permanente.
  
   3.   Pobreza y equidad en el nuevo contexto estructural3

        Termino con una reflexi¢n sobre el £ltimo  tema planteado m s
        arriba, pues, adem s de las comparaciones internacionales, es
        importante analizar qu‚ ha estado cambiando en la nueva forma
        de  integraci¢n  a  la econom¡a mundial y el post-ajuste, que
        determina  que  haya no s¢lo un quiebre de tendencias sino un
        modelo  de  funcionamiento  diferente.  Se  requiere  conocer
        cu les son los cambios m s importantes para poder  determinar
        en  qu‚ medida se podr  avanzar paralelamente en disminuir la
        pobreza   objetivo de m xima prioridad en todos los pa¡ses de
        la  regi¢n,  y  tambi‚n  en  aumentar  la  equidad   objetivo
        imprescindible para alcanzar sociedades m s integradas.

        Se  han  producido, a nuestro juicio, dos cambios importantes
        en  relaci¢n  con  las  premisas  que  constitu¡an la base de
        sustento  del  modelo con que se ven¡a funcionando no s¢lo en
        Am‚rica Latina sino en el mundo.  El  primero  es la b£squeda
        del  pleno empleo, que el modelo trataba de alcanzar mediante
        la  incorporaci¢n de la poblaci¢n a ®buenos empleos¯ a trav‚s
        de  transferencias  de  los  sectores de baja productividad a
        sectores  de  mayor  productividad,  y de una homogeneizaci¢n
        creciente  generada por la movilidad ascendente en el mercado
        de  trabajo.  El  segundo, es el componente de la solidaridad
        sist‚mica.  Es decir, aquello que no  pod¡a  solucionar    la
        incorporaci¢n a la estructura productiva se correg¡a mediante
        pol¡ticas  p£blicas.  A  partir  del  sistema  se  trataba de
        corregir los desequilibrios distributivos por medio  de    la
        pol¡tica laboral, de la pol¡tica de gasto social  y  de    la
        pol¡tica de protecci¢n.  As¡ se oper¢ en  Am‚rica Latina y en
        Europa durante un largo per¡odo, aunque  en Am‚rica Latina de
        manera m s imperfecta, con grupos marginados e informales que
        quedaron fuera del alcance de las pol¡ticas.  Sin embargo, el
        esfuerzo de desarrollo se encamin¢ en direcciones similares.

        Se  llega  as¡  durante  el  per¡odo  m s     reciente     al
        cuestionamiento de ambas premisas.  Existe  hoy una discusi¢n
        a nivel mundial sobre si  es  posible  llegar al pleno empleo
        (OIT, 1995).  En primer lugar, porque  se  ha asignado    una
        prioridad  muy  alta  a  la  estabilizaci¢n  de  los  precios
        internos,  lo  que  llev¢  a  pol¡ticas    econ¢micas     m s
        contractivas que las que se aplicaban en las d‚cadas pasadas.
        Ello ha implicado operar con tasas de desempleo m s altas que
        las aceptables para el pleno  empleo.  En     segundo  lugar,
        porque se argumenta que el cambio tecnol¢gico est  llevando a
        un sistema donde se puede crecer y aumentar la productividad,
        sin requerir m s mano de obra.  Esa es la discusi¢n  que est 
        instalada hoy d¡a en el mundo y a la que se refieren diversos
        trabajos.  Uno  de  reciente data se denomina The End of Jobs
        (Rifkin, 1995),  que  significa  el  fin   del   empleo; otro
        aparecido hace unos a¤os fue Jobless Growth (PNUD, 1993), que
        se  refiere  al  crecimiento  sin empleo.  Ambos apuntan a la
        misma  idea,  que  requiere  de  una  reflexi¢n m s profunda,
        acerca  de  en  qu‚  medida  est   cambiando  el  patr¢n   de
        desarrollo  tecnol¢gico,  el  que  si bien permite solucionar
        problemas de productividad  genera a cambio el problema de la
        absorci¢n  del  grueso de la poblaci¢n en actividades de alta
        productividad.

        El  segundo  tema  sobre  el  que   existen  cuestionamientos
        crecientes, es el de la solidaridad sist‚mica.  Por un  lado,
        ha aumentado la competitividad;   en  parte   por   la  mayor
        integraci¢n  a los mercados mundiales, y en parte tambi‚n por
        los  cambios  en  las  reglas  de juego que ha significado la
        introducci¢n  de  pol¡ticas  de  ajuste  en   los pa¡ses, que
        promueven   relaciones    laborales    y    productivas   m s
        competitivas.     Por   otro    lado,   en forma creciente la
        responsabilidad por la inversi¢n del sector  p£blico  se   ha
        trasladado al sector privado. Ello hace necesario proteger la
        capacidad  de  inversi¢n  del  sector  privado;  esto  es, la
        capacidad de generar m rgenes de rentabilidad atractivos para
        los empresarios. En consecuencia, la pol¡tica fiscal enfrenta
        en  la  mayor¡a  de  los  pa¡ses restricciones para trasladar
        recursos  de  los  empresarios  al  resto del sistema, ya que
        dichas intervenciones son consideradas ®antiproductivas¯. Por
        £ltimo, durante el ajuste, la variable principal  que se debe
        ajustar es el d‚ficit fiscal lo que, dadas las  restricciones
        reci‚n  mencionadas  para  aumentar  los impuestos, significa
        reducir el gasto.  En este contexto,  la  correcci¢n  de  las
        imperfecciones que surgen en el  funcionamiento  del  sistema
        mediante el aumento  del gasto social se hace no s¢lo dif¡cil
        sino  muchas  veces incompatible con el ajuste macroecon¢mico
        que se pretende introducir.

        La  pregunta  que  surge de esta reflexi¢n es si el modelo que
        est  emergiendo permitir  compatibilizar  la  reducci¢n de los
        niveles de pobreza con el aumento de  la  equidad. Por cierto,
        la simultaneidad no  constituye una condici¢n  necesaria, pues
        se  puede  seguir  avanzando  en  el  campo de la pobreza  sin
        mejorar  la  equidad;  el  problema es que el  avance  en   la
        reducci¢n  de  la  pobreza   no  es independiente del grado de
        equidad.  Ello, por dos motivos.  El  primero, porque el grado
        de  equidad es el que determina en parte el ritmo de avance en
        el objetivo de la disminuci¢n de la pobreza,  ya  que,  en  la
        medida en que no se puede alterar la distribuci¢n de ingresos,
        el  monto  de  recursos que se pueden trasladar de un sector a
        otro va a ser limitado, y ello afecta la capacidad de acelerar
        el  ritmo  de  reducci¢n  de  la  pobreza.  Esto  ha  ocurrido
        frecuentemente durante los £ltimos a¤os, debido a la  reacci¢n
        negativa  frente  a las reformas tributarias,  que son las que
        pueden  financiar  la  expansi¢n del gasto   social.  El  seg-
        undo  motivo  es  que   no   debe olvidarse que, a pesar de la
        creciente  segmentaci¢n  que  se  est     introduciendo en las
        econom¡as latinoamericanas, las sociedades se comunican    hoy
        d¡a  m s  intensamente  que  nunca  en  el  pasado.  Ha habido
        un avance masivo en las comunicaciones, que permite transferir
        los patrones de consumo internacionales  y  de los ricos hacia
        los grupos de menores ingresos.  Por lo tanto, es cada vez m s
        dif¡cil que los pobres puedan sobrevivir en una sociedad donde
        las diferencias de ingresos se trasladan al consumo,  si    al
        mismo tiempo las expectativas crecen m s aceleradamente que en
        el  pasado;  no s¢lo por la introducci¢n de nuevos productos y
        por el desarrollo de las comunicaciones,  sino  porque     hay
        grupos dentro de la misma sociedad que tienen una capacidad de
        consumo mucho mayor que en el pasado.

        Por   lo anterior, necesitamos reflexionar sobre en qu‚ medida
        el  abandono  de  la  b£squeda  del  pleno empleo es un camino
        inevitable y en qu‚ medida la solidaridad  sist‚mica tiene que
        ser reemplazada por soluciones individuales o familiares.  Los
        pa¡ses  desarrollados  est n ya embarcados en este planteo, el
        que por cierto no puede significar  un retorno al pasado, pero
        s¡  una  nueva  orientaci¢n  de  las  pol¡ticas  p£blicas.  En
        definitiva, es necesario buscar caminos  que  permitan  seguir
        avanzando  en la disminuci¢n de la pobreza, pero tambi‚n hacia
        una  mayor equidad,  con rapidez y de manera coherente con una
        mayor integraci¢n de la sociedad.

ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ

   1   Para el presente trabajo se cont¢ con la colaboraci¢n del se¤or
       Ricardo Infante, especialista de la Oficina Regional de la OIT,
       Lima, Per£.

   2   Para  un  tratamiento  en  mayor detalle sobre este tema, V‚ase
       Tokman, 1991.

   3   Para  un  tratamiento m s detallado de este tema, v‚ase Tokman,
       1994.


 ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
 ³  BIBLIOGRAFIA   ³
 ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ

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         Employment Trends: an Index for the Social Debt¯,  en  Poverty
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         del Trabajo (OIT), Lima.


                                  Cuadro 1
                       EVOLUCION DE LA POBREZA, 1980-1990
ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
³                                  ³    1980    ³    1986   ³    1990    ³
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
Porcentaje de hogares pobres              35           37          39
.  Urbanos                              (25)          (30)        (34)
.  Rurales                              (54)          (53)        (53)

Porcentaje de hogares indigentes         15            17          18

N£mero de personas pobres (en millones) 136           170         196
 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
Fuente: Comisi¢n Econ¢mica para Am‚rica Latina y el Caribe (CEPAL).



                                Cuadro 2

       EVOLUCION DE LA SITUACION DEL EMPLEO URBANO, 1980-1993
ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿   
³                                ³     1980     ³   1985     ³    1990     ³   1993    ³
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
Tasa de desocupaci¢n                    6,0          8,3           6,2          6,0 
  
Participaci¢n del sector informal      40,2         47,0          52,5         55,2

Salarios                              100,0         86,4          69,8         72,8         
.  M¡nimos
.  Industriales                       100,0         91,0          86,9         93,5 


Gasto social per c pital              100,0                       85,0         87,7        
 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
Fuente: Organizaci¢n Internacional del Trabajo (OIT).



                                   Cuadro 3

             EVOLUCION DE LA DISTRIBUCION DEL INGRESO, 1980-1990
   ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
   ³                ³    40%        ³      50%       ³       10%       ³
   ³                ³  m s bajo     ³   intermedio   ³     m s alto    ³
   ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
   Argentina             -2,9              -3,0              5,9
   1980-1989 a/

   Brasil
   1979-1989 b/          -1,3              -2,4              3,7

   Colombia
   1980-1989 c/           1,9               3,2             -5,1
   
   Costa Rica
   1981-1988 a/          -1,5              -1,6              3,1
   1988-1990              0,4               3,0             -3,4

   Chile
   1978-1988 b/          -1,9              -1,7              3,6
   1987-1990 b/           0,4              -0,4                -

   M‚xico
   1977-1984 b/           2,8               0,7             -3,5
   1984-1989 b/          -1,4              -3,7              5,1

   Panam 
   1979-1989 b/          -3,5              -2,8              6,3

   Per£
   1972-1981 b/          -3,3              -1,9              5,2
   1986-1990 b/          -0,7               0,5              0,2

   Uruguay
   1981-1989 c/           0,8              -0,2             -0,6

   Venezuela
   1981-1989 b/          -0,4              -1,3              1,7
 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
Fuente: Organizaci¢n Internacional del  Trabajo (OIT), sobre la base de 
Altimir, 1994, y Psacharopoulos y otros, 1993
Notas:   a/  Zona metropolitana
         b/  Nacional
         c/  Urbano


                                 Cuadro 4

               EVOLUCION DE LA DEUDA SOCIAL URBANA, 1980-1989
ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
³                  ³     1980       ³      1985       ³      1989           ³
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
Am‚rica Latina           21,0              26,0              27,0
Bolivia                  34,0              50,5              42,0
Brasil                   23,8              26,8              29,5
Colombia                 28,0              30,1              28,0
Costa Rica               12,6              13,8              12,6
Chile                    25,2              32,5              26,4
Ecuador                  30,0               -                41,0
Guatemala                41,8               -                43,5
Per£                     26,7              31,7              41,0
Suriname                 21,0               -                27,5
 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
Fuente: Infante y Tokman, 1992.


                                  Cuadro 5

             EVOLUCION DE LA POBREZA Y LA DISTRIBUCION DEL INGRESO
                  EN CHILE, MALASIA, INDONESIA Y ESTADOS UNIDOS
ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
³                ³     Chile   ³    Malasia  ³ Indonesia ³  Estados Unidos   ³
³                ÃÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÅÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄÄÂÄÄÄÄÄ´
³                ³ 1987 ³  1992³ 1970 ³ 1990 ³1980 ³ 1990³  1929³ 1970 ³1985 ³
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÄÁÄÄÄÄÄÙ
Pobreza a/         38,1    27,7  49,3   17,3  39,1   15,8

Participacion en
el ingreso          4,5           3,3  
. 20% mas bajo     56,0     4,5  56,6    4,6   6,6    8,7    4,0   4,5  4,7   
. 20% mas alto             55,1         53,7  49,4   42,3   54,4  42,8 41,9       

Diferencia de                    17,0   12,0   7,5    5,0         
ingresos b/        12,4    12,2                             13,6   9,5  8,9
 ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ 
a/ Porcentaje de Hogares Pobres
b/ Diferencia entre el 20% m s alto y el 20% m s bajo
Fuente: Malasia, Indonesia  y  Estados  Unidos Banco Mundial, Informe del
        Desarrollo Mundial, varios a¤os Estados Unidos: (1975), Historial
        Statistics  of  the  Uninited  Sates,  Colonial times to 1970, US  
        Departament of Commerce, Bureau of the Census.
        Chile: Ministerio de  Planificaci¢n,  encuestas  CASEN 1987 y 1992
        Si se utilizara como fuente el Banco  Mundial,  al  igual que para
        los  dem s  pa¡ses,  el  diferencial  de ingresos habr¡a aumentado
        de 11.7 a 18.3 entre 1988 y 1992, y el 20% m s alto habr¡a  pasado
        de 51.4 al 60.4 % entre esos dos a¤os.