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³ 3.3. LAS CONTRIBUCIONES DE LA ENCUESTA NACIONAL DE NIVELES DE ³
³ VIDA A LA INVESTIGACION Y DISE¥O DE POLITICAS ECONOMICAS ³
³ EN EL PERU ³
ÀÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÙ
Gustavo Yamada Fukusaki
Universidad del Pac¡fico
Lima, Per£
La severa crisis econ¢mica que vivi¢ el pa¡s durante casi dos
d‚cadas afect¢ de manera dr stica la capacidad institucional y la
disponibilidad de recursos para seguir avanzando en el desarrollo
de estad¡sticas econ¢micas y sociales en el Per£. Es m s, en
muchos casos ni siquiera se pudo mantener el nivel de desarrollo
de estad¡sticas ya alcanzado. As¡, algunas encuestas de
seguimiento importantes se dejaron de realizar por varios a¤os, y
las metodolog¡as de muchos indicadores quedaron obsoletas.
En medio de esa crisis que nos afect¢ a todos, tuvimos la suerte
de que varias versiones de la Encuesta nacional de niveles de vida
(ENNIV) se llevaran a cabo en el Per£. Ellas nos han mantenido
informados de la situaci¢n respecto de una serie de indicadores de
niveles de vida (gastos e ingresos y necesidades b sicas insatis-
fechas) y su evoluci¢n en la £ltima d‚cada. Sin embargo, debido a
restricciones presupuestarias, la ENNIV ha sido m s ambiciosa en
contenidos (n£mero de secciones y preguntas) que en cuanto al
n£mero de familias encuestadas.
No obstante sus limitaciones, la ENNIV ha sido la fuente obligada
de consulta de investigadores y formuladores de pol¡tica econ¢mica
y social en la £ltima d‚cada. Su flexibilidad, el avance de la
microcomputaci¢n y el grado de suficiencia que muchas institu-
ciones locales han alcanzado en el manejo de este tipo de
informaci¢n, han posibilitado que la ENNIV sea la encuesta de
mayor uso en los £ltimos a¤os en el pa¡s. He ah¡ la prueba
palpable de su utilidad.
El presente ensayo eval£a de manera tentativa las principales
contribuciones a nuestro conocimiento del nivel de vida de los
peruanos sobre la base de las diversas versiones de la ENNIV.
Asimismo, se enumeran las principales l¡neas de desarrollo futuro
en el seguimiento de niveles de vida, a partir de la experiencia
de la ENNIV y bajo el supuesto de contar con mayores recursos
materiales y humanos para tal cometido. Este escenario parece
razonable en vista de la prioridad pol¡tica que tienen los temas
de pobreza y sectores sociales en la actualidad.
La ENNIV a lo largo de una d‚cada
La ENNIV surge como un programa del Banco Mundial para medir los
niveles de vida en los pa¡ses en desarrollo. La LSMS (Living
Standards Measurement Survey, como se le conoce originalmente en
ingl‚s), desarroll¢ un cuestionario tipo que ser¡a posteriormente
adaptado y ampliado a las necesidades puntuales de cada pa¡s que
implementara la encuesta. Per£ tuvo la suerte de ser el segundo
pa¡s a nivel mundial, despu‚s de Costa de Marfil, en llevar a cabo
una ENNIV. El Instituto Nacional de Estad¡stica (INE) realiz¢ un
trabajo muy profesional al respecto. Se tom¢ el marco muestral de
la encuesta de nutrici¢n y salud que se hab¡a efectuado en 1984,
para determinar una muestra de 5 000 hogares representativos a
nivel nacional que fueron entrevistados entre julio de 1985 y
julio de 1986.
Dicha versi¢n de la ENNIV fue poco utilizada en nuestro pa¡s,
probablemente porque la crisis nos termin¢ desviando a todos a
quehaceres diversos de corto plazo, conocidos com£nmente como
®estrategias de supervivencia¯. El INE lleg¢ a publicar un resumen
de las tabulaciones principales de la encuesta, y el Instituto
Nacional de Planificaci¢n (INP) y el Banco Central de Reserva
(BCR) utilizaron la ENNIV para confeccionar estudios sobre la
pobreza. Sin embargo, en donde m s florecieron los estudios a
partir de la ENNIV fue en la sede del Banco Mundial en los Estados
Unidos. Estudios sobre diversos aspectos de los niveles de vida se
realizaron en paralelo para los casos del Per£ y Costa de Marfil.
Existen una serie de trabajos de portada verde que compilan la
mayor parte de dichas investigaciones, y que -a prop¢sito- las
principales bibliotecas del pa¡s deber¡an tener en su totalidad.
Las postrimer¡as del gobierno anterior sirvieron de marco para la
realizaci¢n de una segunda encuesta de niveles de vida, pero esta
vez s¢lo en el rea de Lima metropolitana. Durante junio y julio
de 1990, Cuanto S.A. encuest¢ a 1 500 familias lime¤as. Eran
tiempos de aumentos de precios con ribetes hiperinflacionarios y
se hac¡a dif¡cil captar informaci¢n sobre variables monetarias sin
distorsiones exorbitantes. A pesar de sus limitaciones, los
resultados de esta segunda encuesta y su comparaci¢n con la
primera influyeron enormemente en la opini¢n de pol¡ticos y
economistas acerca del costo social de las pol¡ticas heterodoxas.
Asimismo, la investigaci¢n econ¢mica se vio beneficiada por el
componente de "panel" que ten¡a esta encuesta, y que permit¡a
hacer un seguimiento a un grupo numeroso de familias encuestadas
cinco a¤os antes.
Entre octubre y noviembre de 1991 se llev¢ a cabo otra versi¢n de
la ENNIV. La motivaci¢n por parte del Banco Mundial para financiar
esta nueva encuesta era la necesidad de tener un perfil
actualizado de los pobres y los pobres extremos en el Per£ a fin
de dise¤ar e implementar estrategias eficaces de alivio a la
pobreza. Lamentablemente, restricciones presupuestarias hicieron
que dicha encuesta no abarcara los dominios geogr ficos de la
Costa rural ni de la Selva, entrevist ndose a un total de 2 308
hogares. No obstante, los diversos diagn¢sticos de pobreza
llevados a cabo hasta el a¤o pasado ten¡an como referente
fundamental los resultados de dicha encuesta.
Reci‚n entre los meses de mayo y julio del a¤o pasado se ha podido
llevar a cabo la segunda gran ENNIV nacional recolect ndose
informaci¢n de 3 623 hogares representativos a nivel nacional. El
financiamiento complementario del Banco Interamericano de
Desarrollo permiti¢ cubrir los dominios geogr ficos ausentes en la
encuesta de 1991. La flexibilidad de la ENNIV, el avance de las
computadoras personales y el mayor entrenamiento de nuestros
profesionales locales han permitido que la demanda por informaci¢n
de la ENNIV se haya incrementado enormemente. En la actualidad, a
menos de seis meses de depositar en disquetes la informaci¢n
b sica de esta ENNIV, quince instituciones peruanas ya disponen de
ella para la investigaci¢n y discusi¢n de pol¡ticas econ¢micas y
sociales.
Como dec¡amos en la introducci¢n, las ENNIV han sido m s
ambiciosas en contenidos que en tama¤os de muestra. Por ejemplo,
la £ltima edici¢n de la ENNIV cuenta con las siguientes secciones
y temas de inter‚s:
1. Ficha del hogar: g‚nero, edad, lengua de los miembros del
hogar.
2. Vivienda: caracter¡sticas, materiales y gastos del hogar en
vivienda.
3. Educaci¢n: a¤os de escolaridad, materiales educativos, gastos
del hogar en educaci¢n, cursos de capacitaci¢n para el
trabajo, educaci¢n preescolar.
4. Salud: enfermedades, tipo y frecuencia de consultas, gastos
del hogar en salud, cobertura de vacunaciones, embarazos,
m‚todos anticonceptivos.
5. Actividad econ¢mica: trabajo principal y secundario durante
los £ltimos 7 d¡as y 12 meses, b£squeda de trabajo suplemen-
tario, otras actividades econ¢micas del individuo.
6. Migraci¢n: cambio de lugar de residencia y razones que lo
motivaron, migraci¢n interna y migraci¢n internacional.
7. Actividad econ¢mica independiente: ingresos y gastos de la
empresa familiar, reservas de capital e inventario.
8. Gastos e inventario de bienes: gastos diarios del hogar,
bienes semidurables y servicios, inventario de bienes
durables, gastos por transferencias.
9. Consumo alimentario: gasto en alimentos del hogar, autoconsumo
y autosuministro alimentario.
10. Otros ingresos: pensiones recibidas, ingresos financieros,
transferencias.
11. Ahorro y cr‚dito: dep¢sitos en el sistema financiero,
acciones, bienes muebles e inmuebles.
12. Alimentaci¢n diaria de los miembros del hogar: lugar de
provisi¢n del desayuno, almuerzo y cena.
13. Actividad agropecuaria: producci¢n agr¡cola y forestal,
insumos agr¡colas, producci¢n pecuaria.
14. Salud infantil y antropometr¡a: lactancia, diarrea y otras
enfermedades, talla, peso, per¡metro braquial.
Se han realizado trabajos -publicados y no publicados- acerca de
todas las secciones de la encuesta a lo largo de sus cuatro
ediciones. Nosotros vamos a enfatizar aqu¡ dos reas pertinentes
para el contenido de este seminario: 1) la pobreza y la
satisfacci¢n de necesidades b sicas de educaci¢n, salud y
vivienda, y 2) el empleo, entendido como la fuente principal de
ingresos de las familias peruanas para sostener un nivel de vida
adecuado.
Pobreza y necesidades b sicas insatisfechas
La primera gran contribuci¢n de la ENNIV fue que a partir de ella
se pudieron realizar estudios detallados de la pobreza en el Per£.
El primer trabajo al respecto fue efectuado en el Banco Mundial
por Glewwe (1988). Sin embargo, dicho estudio defini¢ a la
poblaci¢n pobre y pobre extrema como el 30% y 10% de los peruanos
con los menores gastos per c pita ajustados, y procedi¢ m s bien a
construir un perfil de la pobreza con las caracter¡sticas socio-
econ¢micas del pobre en comparaci¢n con las del resto de la
poblaci¢n. Los principales trabajos posteriores realizados en base
a las ENNIV, tales como los del INP (1990), Instituto Cuanto
(1991, 1993, 1995), Banco Mundial (1993), y BCR (1993), adoptaron
definiciones m s convencionales de pobreza. Es decir, pobres eran
aquellos individuos cuyos gastos familiares per c pita no
alcanzaban a cubrir el valor de una canasta m¡nima de consumo (la
l¡nea de la pobreza) y, a partir de all¡, se calcul¢ la incidencia
de la pobreza en el pa¡s. Ese dato no se hab¡a estimado para el
Per£ desde aquel trabajo pionero de Altimir (1982) referente a
toda Am‚rica Latina, con datos de principios de los a¤os 70.
Las estimaciones del INP sobre la base de la ENNIV de 1985-1986
arrojaron que 54% de los peruanos eran pobres, mientras que el
c lculo del BCR fue de 40% (1). El INP, adem s, combin¢ la
metodolog¡a de la l¡nea de pobreza con indicadores de necesidades
b sicas insatisfechas, arribando a una tipolog¡a de la pobreza con
un m‚todo integrado. De acuerdo a esta metodolog¡a, que se ha
atribuido a Kaztman (1989), los pobres cr¢nicos (tanto por l¡nea
de pobreza como por necesidades b sicas insatisfechas) eran el
40.7% de la poblaci¢n; los pobres recientes (s¢lo por l¡nea de
pobreza) eran el 13.5%; los pobres por carencias inerciales (s¢lo
por necesidades b sicas insatisfechas) eran el 16.5%, y la
poblaci¢n en condiciones de integraci¢n (no pobre por ninguno de
los dos conceptos) alcanzaba al 29.3% de todos los peruanos.
Las posteriores ediciones de la ENNIV han permitido recalcular los
¡ndices de pobreza (medidos por l¡nea de pobreza) para 1990, 1991
y 1994, y han generado m s de una discusi¢n sobre la evoluci¢n de
la pobreza en la £ltima d‚cada en el pa¡s. Sin embargo, parecer¡a
haber un consenso t cito en el sentido de que el perfil de la
pobreza (las caracter¡sticas de la poblaci¢n pobre) no se ha
alterado significativamente (2). En este sentido, las ENNIV nos
han permitido tomar conciencia de las diferencias fundamentales en
los niveles de vida de los pobres y no pobres en el pa¡s.
En primer lugar, la ENNIV estima la distribuci¢n geogr fica de la
pobreza. En 1994 exist¡an 11.3 millones de peruanos pobres. La
mayor concentraci¢n de ellos (3 millones) estaba en la Sierra
rural. Sin embargo, debido al continuado proceso de urbanizaci¢n
del pa¡s, 2.4 millones de pobres residen en Lima metropolitana y
2.2 millones viven en el resto de la Costa urbana. Por otro lado,
existen 4.6 millones de pobres extremos, y la preponderancia de la
Sierra rural en este caso sigue siendo muy clara, pues 2 millones
de pobres extremos residen en dicha regi¢n. Mientras tanto, Lima
metropolitana alberga a 300 mil pobres extremos, y en el resto de
la Costa urbana habitan casi 700 mil pobres extremos.
Los perfiles de la pobreza construidos a partir de la ENNIV
muestran con nitidez la asociaci¢n entre la pobreza y el grado de
satisfacci¢n de necesidades b sicas. En primer lugar, se ha
corroborado la relaci¢n fundamental entre los ingresos de la
familia y el nivel de educaci¢n de sus miembros adultos, pues los
jefes de hogares pobres en el pa¡s tienen mucho menor educaci¢n
que los jefes de los hogares no pobres (6.42 versus 9.84 a¤os de
educaci¢n promedio, en 1991).
Resulta esperanzador que las diferencias en las tasas de
asistencia escolar no sean marcadas, de acuerdo a la ENNIV 1991.
En el rango de 6 a 10 a¤os de edad, el 95% de los ni¤os que
provienen de hogares no pobres asiste a la escuela, mientras que
el 99% de los ni¤os de hogares no pobres asiste a la escuela. Esta
diferencia se hace imperceptible cuando los ni¤os alcanzan el
rango de 11 a 14 a¤os de edad. Por supuesto que estas tendencias
igualatorias de oportunidades a trav‚s del acceso generalizado a
la educaci¢n esconden diferencias en la calidad de la educaci¢n
entre colegios p£blicos y privados, y entre zonas urbanas y
rurales.
En el caso de la salud, un resultado un tanto sorprendente es que
la prevalencia de enfermedades es similar o hasta mayor en
familias pobres respecto de la correspondiente a familias no
pobres. La ENNIV 1994 encontr¢ que el porcentaje de individuos que
han sufrido enfermedades en el mes previo a la encuesta era de
30.8% en el caso de la poblaci¢n pobre, y de 29.9% en el caso de
la poblaci¢n no pobre. Es m s, en la ENNIV de 1985 los pobres
mostraban una menor probabilidad de enfermarse que los no pobres
(39.7% contra 42.8%). Estos resultados se atribuyen a las
diferencias en la autopercepci¢n de enfermedades entre pobres y no
pobres. Sin embargo, las diferencias entre pobres y no pobres se
empiezan a registrar en relaci¢n con la frecuencia de las
consultas m‚dicas de la poblaci¢n enferma. S¢lo uno de cada tres
enfermos pobres realiz¢ una consulta m‚dica, mientras que un poco
m s de la mitad de los enfermos no pobres acudieron a centros de
salud.
En relaci¢n con la vivienda, la ENNIV nos ense¤¢ que no hab¡a
mayor diferencia entre pobres y no pobres respecto al r‚gimen de
tenencia de la vivienda. As¡, por ejemplo, en Lima de 1990 menos
de uno de cada cinco hogares pobres resid¡a en vivienda alquilada;
todos los dem s contaban con viviendas propias de jure o de facto
(invasi¢n). En el caso de los hogares no pobres, el 27.4% de ellos
viv¡a en viviendas alquiladas. Las diferencias se hacen notorias
en cuanto a los materiales de construcci¢n de la vivienda, sobre
todo en las zonas m s urbanizadas del pa¡s. Por ejemplo, en 1994
en Lima metropolitana s¢lo el 30% de los pobres ten¡a viviendas
con techos de concreto, mientras que el 70% de las viviendas de
hogares no pobres gozaban de dicha caracter¡stica. No obstante,
estas brechas se disipan en la Sierra rural en donde menos del 1%
de los hogares pobres y no pobres tienen viviendas con techos de
concreto. Tampoco las diferencias en cuanto a techos de tejas son
grandes (52.4% y 57%, respectivamente, de las viviendas de hogares
pobres y no pobres tienen techos construidos con dicho material).
Las brechas son importantes en el acceso a los servicios de agua
potable, desage y electricidad. S¢lo el 60% de los hogares
pobres de Lima tienen abastecimiento de agua potable dentro de su
vivienda, mientras que casi el 90% de los hogares no pobres gozan
de dicho servicio. El 54.4% de hogares pobres tienen red p£blica
de desage dentro de la vivienda, mientras que el 85.5% de los
hogares no pobres tienen dicho privilegio. En el acceso a
electricidad, felizmente la ENNIV ha registrado diferencias
menores: el 95% y 98% de los hogares pobres y no pobres,
respectivamente, tienen alumbrado el‚ctrico. En la Sierra rural,
el acceso al agua potable es restringido para hogares de toda
condici¢n: el 53.2% y 55% de los hogares pobres y no pobres,
respectivamente, se abastecen de pilones y pozos. En cuanto a los
servicios de desage, la mayor¡a de los hogares pobres (60%) no
tiene este servicio, mientras que un significativo 40% de los
hogares no pobres tampoco disponen de este servicio b sico. Por
£ltimo, el alumbrado el‚ctrico est lejos de llegar a la mayor¡a
de los hogares pobres y no pobres de la Sierra rural (s¢lo el 21%
de los hogares pobres y el 42% de los no pobres, lo tienen).
Las distintas ENNIV a lo largo del tiempo tambi‚n permiten
historiar lo sucedido con la magnitud de la pobreza en la £ltima
d‚cada. El debate reciente en el pa¡s se concentr¢ en los
resultados del per¡odo 1991-1994. Sin embargo, la historia se
remonta m s atr s.
La ENNIV de Lima metropolitana de junio-julio de 1990 fue la
primera ocasi¢n para evaluar lo que hab¡a pasado con la pobreza en
todo un lustro. Glewwe y Hall (1992) realizaron dicho trabajo para
el Banco Mundial y generaron mucho revuelo en dicho organismo con
sus resultados. Aqu¡ en el Per£, Cuanto (1991) tambi‚n daba a
conocer lo que hab¡a sucedido con los niveles de vida de los
peruanos en tan s¢lo cinco a¤os. Los gastos reales de las familias
lime¤as se hab¡an reducido un 55% en promedio, y la incidencia de
la pobreza hab¡a aumentado de 17 a 44%. Se argument¢ por entonces
que la hiperinflaci¢n reinante en 1990 no permit¡a la comparaci¢n
de las cifras a trav‚s del tiempo. Sin embargo, el c lculo de la
incidencia de la pobreza no es sensible a esta posible distorsi¢n,
pues se comparan los gastos nominales con canastas valorizadas en
el mismo momento del tiempo.
Mucho se especul¢ sobre el costo social del programa de estabili-
zaci¢n de agosto de 1990 (mundialmente conocido como
"Fuji-shock"). Pocos han utilizado la evidencia a la mano de las
ENNIV para comparar, por ejemplo, la incidencia de la pobreza en
Lima metropolitana en junio-julio de 1990 (situaci¢n pre-ajuste)
con aquella de octubre-noviembre de 1991 (situaci¢n post-ajuste).
Dicho ejercicio arroja un crecimiento de la pobreza de Lima
metropolitana de 45 a 49%. Esta tendencia es coherente con la
evoluci¢n real de los sueldos y salarios captada por el Ministerio
de Trabajo. Es decir, es cierto que la pobreza aument¢, pero
bastante menos que como efecto directo de la pol¡tica heterodoxa
de los a¤os 80.
Una nueva edici¢n de la ENNIV entre mayo y julio de 1994 se ha
justificado plenamente. A pesar de que la econom¡a peruana estaba
creciendo desde 1993, los indicadores sociales limitados que
maneja principalmente el Ministerio de Trabajo, mostraban una
visi¢n fragmentada y hasta contradictoria de lo que estaba pasando
con la econom¡a y la situaci¢n social en el Per£. El retrato que
dibuja la ENNIV en 1994 es la primera evidencia de los verdaderos
efectos que est teniendo la actual pol¡tica econ¢mica sobre el
nivel de vida de los peruanos.
La comparaci¢n de la incidencia de la pobreza nacional en 1994 con
los resultados de 1991 se efectu¢ en plena campa¤a electoral,
causando encendidos debates. Aunque la estimaci¢n de los niveles
de pobreza puede variar ligeramente dependiendo de la definici¢n
de canasta que se tome y del tipo de ajuste per c pita que se
efect£e, existe consenso entre los investigadores locales que la
pobreza se ha reducido en el pa¡s entre 1991 y 1994 en alrededor
de seis puntos porcentuales (de 55.1% a 49.6%). Por otro lado, la
incidencia de la pobreza extrema ha disminuido de 23.9% a 19.5%.
Estas reducciones de pobreza se sustentan en incrementos en los
gastos de consumo reales muy fuertes de entre 20 y 30%, que pasan
cualquier prueba de significaci¢n estad¡stica.
Por otro lado, si se quiere responder a la pregunta de cu nto de
reducci¢n de la pobreza es realmente atribuible a la pol¡tica
econ¢mica actual, se pueden tomar las cifras de Lima metropolitana
de 1990 y 1994. En este punto, la pobreza en la ciudad capital en
1994 (38%) es claramente menor que en 1990 (44%). Ciertamente, la
ENNIV tambi‚n permite retroceder nuestros c lculos hasta
1985-1986, y comprobar que estamos a mitad de camino en la tarea
de recuperar los niveles de vida de mediados de los a¤os 80.
Adem s, la flexibilidad de la ENNIV posibilita realizar
proyecciones de la evoluci¢n de la pobreza en los pr¢ximos a¤os.
En un c lculo que he realizado para el pr¢ximo n£mero de la
revista Debate concluyo que con un crecimiento promedio anual de
5% en el PIB global durante los pr¢ximos cinco a¤os, y suponiendo
que no habr n mayores cambios en la distribuci¢n del ingreso
nacional, la pobreza extrema en el Per£ disminuir hasta una tasa
de 11.3% en el a¤o 2000, afectando a 3 millones de peruanos.
Quiz s la contribuci¢n m s importante de la ENNIV es que con sus
cifras se ha logrado la sensibilizaci¢n de la opini¢n p£blica
respecto de las magnitudes de la pobreza y pobreza extrema en el
pa¡s. Tengo la impresi¢n de que la comunidad profesional y los
l¡deres de los diversos sectores del pa¡s conocen mejor las cifras
de la pobreza y pobreza extrema en el Per£ que el propio PIB per
c pita anual en d¢lares (la magnitud de este £ltimo indicador ha
pasado al terreno de la especulaci¢n y controversia, debido a los
problemas heredados de la hiperinflaci¢n y al debate acerca del
tipo de cambio apropiado para su conversi¢n a d¢lares).
Empleo y mercados de trabajo
De acuerdo a la ENNIV, un 58.7% de los jefes de hogares pobres en
el Per£ tienen un empleo independiente, tambi‚n llamado
autoempleo. Por su parte, un 27.4% de los jefes de estos hogares
se emplean en actividades dependientes. Esta diferencia de
porcentajes se aminora mientras m s urbana sea la regi¢n que se
analice. As¡, en Lima metropolitana el 45.6% de los jefes de
hogares pobres son autoempleados, mientras que el 30.9% de los
mismos posee un trabajo asalariado. En cambio, en la Sierra rural
el 14.7% de los jefes de hogares pobres laboran en actividades
dependientes, mientras que el 80.2% de los mismos se desempe¤an en
actividades independientes.
En el caso del trabajo dependiente asalariado, la ENNIV ha servido
para estudiar con mucha precisi¢n las fuentes de variaci¢n de las
remuneraciones entre individuos. Tal como sucede en todas partes
del mundo, las diferencias en variables b sicas del capital humano
(tales como los a¤os de educaci¢n y experiencia laboral) explican
cerca de la mitad de toda la dispersi¢n salarial. La ENNIV ha
posibilitado el c lculo de los retornos a la educaci¢n en el
sector asalariado de nuestro pa¡s, despu‚s de mucho tiempo.
Stelcner, Arriagada y Moock (1988), Rodr¡guez (1993) y otros
autores, han encontrado que por cada a¤o de educaci¢n adicional en
el Per£ el trabajador recibe alrededor de un 10% m s de
remuneraci¢n.
Por otro lado, la evidencia no ha sido contundente hasta el
momento para mostrar si existe alguna diferencia en estos retornos
de acuerdo al nivel educativo. Por el contrario, s¡ se ha
encontrado evidencia estad¡stica significativa acerca de las
diferencias de retornos a la educaci¢n p£blica en relaci¢n con la
educaci¢n privada. Saavedra (1995) ha demostrado que los retornos
a la educaci¢n privada superan en por lo menos 3 puntos
porcentuales los retornos a la educaci¢n p£blica.
Nos encontramos en las primeras etapas de investigaci¢n en el pa¡s
acerca de la relaci¢n entre los retornos a la educaci¢n y el ciclo
econ¢mico. Saavedra (1995) ha demostrado que los retornos a la
educaci¢n se redujeron entre 1985 y 1991; es decir, durante una
fase depresiva de la econom¡a. Por su parte, existe evidencia
preliminar -Yamada (1995)- sobre la recuperaci¢n de los retornos a
la educaci¢n en los £ltimos a¤os, en paralelo con la reactivaci¢n
de la econom¡a. En este sentido, los retornos a la educaci¢n en el
Per£ ser¡an proc¡clicos.
Un segundo tema laboral que se ha tratado profusamente con las
ENNIV es el papel de la mujer en el mercado de trabajo. King
(1989) y Khandker (1990), entre otros, han encontrado que la
inversi¢n en la educaci¢n de las mujeres aumenta su participaci¢n
y productividad en el mercado de trabajo m s que inversiones
similares en la educaci¢n de los hombres. Estas inversiones
tambi‚n reducen la tasa de fertilidad y mejoran la educaci¢n de
los ni¤os y la salud y nutrici¢n de todos los miembros de la
familia. En cuanto a las diferencias salariales por g‚nero,
Felices y Montalv n (1994) detectaron que en 1991 exist¡a un 46%
de diferencia en el promedio de remuneraciones en contra del
trabajo femenino. Se estim¢ que 18 puntos de esta diferencia se
deb¡an a una menor educaci¢n promedio y a una menor experiencia
laboral efectiva de las mujeres. Sin embargo, los 28 puntos
restantes se deber¡an a una menor retribuci¢n al capital humano de
las mujeres, lo que ser¡a un indicio importante de la
discriminaci¢n por g‚nero en el mercado laboral.
El empleo en el sector p£blico en comparaci¢n con el empleo
privado ha sido otro tema desarrollado con las ENNIV. Van der
Gaag, Stelcner y Vijverberg (1989) realizaron un estudio paralelo
de las remuneraciones p£blicas y privadas para los casos del Per£
y Costa de Marfil. Recientemente, Ruiz (1994) utiliz¢ la ENNIV
1991 para establecer econom‚tricamente que los empleados p£blicos
ganaban menos en ese sector que en un empleo alternativo en el
sector privado. Este hecho suced¡a a pesar de que el sector
p£blico ofrec¡a retornos positivos a la habilidad pol¡tica. Por
otro lado, si bien los empleados p£blicos ten¡an un mayor retorno
a la educaci¢n que aquellos del sector privado, este efecto era
contrarrestado por los mayores retornos a la experiencia en el
sector privado, de manera que quedaban en inferioridad de
condiciones. As¡, la predicci¢n de ingresos se¤alaba que un
trabajador del sector p£blico ganaba la cuarta parte de lo que
hubiese podido recibir como remuneraci¢n en el sector privado.
Debido a la importancia del autoempleo y de las empresas
familiares informales en las ciudades de los pa¡ses en desarrollo,
la ENNIV se dise¤¢ para tener una secci¢n especial dedicada a este
sector. En el caso peruano, se han realizado preguntas acerca de
hasta tres empresas familiares con un registro detallado del tipo
de negocio, n£mero de familiares y no familiares involucrados,
ingresos, gastos, existencia de capital e inventario. Moock,
Stelcner y Musgrove (1990) fueron los primeros en trabajar dicha
secci¢n y comprobar que tambi‚n en este sector la educaci¢n y la
experiencia laboral ten¡an retornos similares a los del sector
formal asalariado. De esta manera, se demostraba que el nivel de
educaci¢n alcanzado no era s¢lo una credencial en el mercado de
trabajo sino que aumentaba significativamente la productividad de
los individuos (v‚ase tambi‚n Ramos, 1994).
Yo trabaj‚ mi tesis utilizando profusamente esta secci¢n. La
literatura de desarrollo no hab¡a dado su veredicto final en
cuanto a qu‚ representaba este sector de autoempleo para la
econom¡a. Por un lado, exist¡a la hip¢tesis extrema que
consideraba el autoempleo como un refugio involuntario para los
individuos que no pod¡an acceder al sector formal asalariado. En
el otro extremo ten¡amos la hip¢tesis de Hernando de Soto, que
afirmaba que en este sector se desempe¤aban voluntariamente los
empresarios que necesita el pa¡s para su desarrollo capitalista.
Utilizando las ENNIV de 1985-1986 y 1990, mi tesis demostr¢ que
este sector es tan flexible que incorpora ambas realidades a la
vez, aunque la gran mayor¡a de autoempleados obtiene ingresos
superiores a su costo de oportunidad en el sector asalariado
formal (Yamada, 1994). Al presente, estoy actualizando dicha
investigaci¢n con las ENNIV de 1991 y 1994, debido a la
importancia estrat‚gica que se est otorgando al sector de la
microempresa (v‚ase Yamada y Ramos, 1994).
En suma, la informaci¢n tan rica y completa recopilada por las
diversas ENNIV ha permitido darle contenido emp¡rico al debate
sobre el autoempleo y la informalidad en el Per£ y en el Tercer
Mundo, y a otros tantos temas de econom¡a laboral (tales como los
retornos a la inversi¢n en educaci¢n, el papel de la mujer y las
diferencias por g‚nero, y la realidad del empleo p£blico en el
pa¡s) que tienen la mayor importancia para el dise¤o de pol¡ticas
econ¢micas y sociales eficaces que coadyuven al desarrollo
sostenido del pa¡s.
Lo que falta por hacer
La evidencia recopilada en este ensayo es m s que suficiente para
probar que las ENNIV son hoy por hoy herramientas de trabajo
(ahora c¢modamente instaladas en una computadora personal de
escritorio) de muchos investigadores peruanos y extranjeros
interesados en el an lisis de problemas y posibilidades de elevar
el nivel de vida de los peruanos. Por supuesto que se puede y se
debe avanzar sobre la base de esta experiencia valiosa. Yo, como
usuario de ENNIV, quisiera que en el futuro se consolidaran
algunos de los siguientes aspectos:
1) Eliminar la estacionalidad de las ENNIV. Hemos tratado de
hacer investigaci¢n y pol¡tica econ¢mica y social en el pa¡s
con resultados de niveles de vida tomados a veces durante todo
un a¤o, a veces en un per¡odo de junio a julio, otras veces
entre octubre y noviembre, y finalmente entre mayo y julio.
Muchas actividades del pa¡s tienen una fuerte estacionalidad,
siendo los casos m s evidentes los de la agricultura y el
comercio. Tambi‚n creo recordar por trabajos de PRISMA que la
desnutrici¢n infantil presenta una marcada estacionalidad a lo
largo del a¤o. Por tanto, deber¡amos tratar de uniformar el
momento de la encuesta, de aqu¡ en adelante. Si los recursos
lo permiten, lo ideal ser¡a hacer encuestas a lo largo de todo
el a¤o. Si ello no es posible, las pr¢ximas ediciones de ENNIV
deber¡an volver a hacerse entre mayo y julio para ser
comparables con la encuesta de 1994.
2) Aumentar la representatividad de la ENNIV a niveles m s
peque¤os del territorio del pa¡s. La investigaci¢n ha avanzado
mucho con el tama¤o de muestra actual de las ENNIV, pero la
pol¡tica social concreta s¢lo obtiene una idea general del
territorio en el que se est desenvolviendo y no de la zona
espec¡fica de atenci¢n (salvo en el caso de Lima
metropolitana). Por tanto, si se desea que la ENNIV se
convierta en una herramienta £til para la reducci¢n integral
de la pobreza por departamentos o regiones, se necesita una
ampliaci¢n importante del tama¤o de su muestra.
3) Incorporar una encuesta de consumo efectivo de alimentos. Un
rea importante en la que se debe avanzar dentro de la
estructura de una encuesta de hogares como la ENNIV es en el
consumo real de alimentos. Desde la ENCA de 1972 no ha habido
ninguna encuesta que registre el consumo real de alimentos de
las familias a nivel de todo el pa¡s. En este sentido,
nuestros c lculos de pobreza tienen un margen de error
importante si lo que nos interesa son las familias que
efectivamente consumen menos calor¡as y prote¡nas que las
m¡nimamente recomendadas por los especialistas nutricionales.
4) Mejorar el trabajo de panel. Si bien la ENNIV fue dise¤ada con
un componente expl¡cito de panel, creemos que no se ha tenido
el suficiente cuidado en el monitoreo de este aspecto de la
encuesta. Dada la prioridad de la pol¡tica social, deber¡a
haber un monitoreo continuo de la evoluci¢n del nivel de vida
de las familias del pa¡s, y una muestra longitudinal de
familias es una herramienta necesaria para dicho prop¢sito.
5) Tener una encuesta de hogares tipo ENNIV en forma permanente.
Por £ltimo, ser¡a ideal que la ENNIV se institucionalizara
como una encuesta permanente de seguimiento de los niveles de
vida de las familias peruanas, y que se llevara a cabo en
forma anual, de ser posible. Las cuatro ediciones anteriores
de la ENNIV han demostrado que es posible seguir de cerca el
estado y la evoluci¢n del bienestar de las familias peruanas
con un presupuesto de recursos razonable. En este sentido, el
retorno de la inversi¢n en una ENNIV m s permanente est
garantizado.
ÚÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ¿
³ Bibliograf¡a ³
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