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³ 3.7. COMENTARIOS AL TEMA: OTRAS METODOLOGIAS PARA ESTUDIOS ³
³ DE POBREZA EN RELACION CON PROGRAMAS SOCIALES ³
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COMENTARISTA No. 2: Pascual Gerstenfeld
Comisi¢n Econ¢mica para Am‚rica Latina y el Caribe (CEPAL),
Santiago de Chile
En primer t‚rmino, agradezco esta oportunidad que me han dado el
INEI, CELADE y UNICEF, para compartir mis comentarios en este foro.
Cuando se aborda el tema de la pobreza, como otros t¢picos
socioecon¢micos, siempre se tienen en mente tanto el diagn¢stico
como la terap‚utica. O sea, se piensa en el an lisis del fen¢meno,
en el dise¤o de pol¡ticas y en la evaluaci¢n de las mismas.
Al analizar lo que aqu¡ se ha dicho sobre el tema de la medici¢n,
y m s espec¡ficamente sobre el perfeccionamiento de los
instrumentos para medir la pobreza, siento que muchas veces se
confunden los tres aspectos mencionados, y por lo tanto se cae en
equ¡vocos con respecto al nivel de perfecci¢n que se puede exigir
de los instrumentos.
Ilustrar‚ mi planteo con una alegor¡a inicial, para desde la misma
pasar a comentar los documentos de esta mesa y extraer finalmente
algunas conclusiones respecto de los instrumentos y los
indicadores.
Se pueden establecer tres grandes niveles de trabajo en el
diagn¢stico de la pobreza. Utilizando un s¡mil con la medicina
podr¡amos denominar el primer nivel como aquel de la ®disecci¢n¯
del fen¢meno, en el cual se trata de separar la pobreza de la no
pobreza, para luego pasar a caracterizarla. En ese nivel es donde
se utilizan tanto el m‚todo de la l¡nea de pobreza como el de
necesidades b sicas insatisfechas.
En un segundo nivel -la mayor¡a de las veces con los mismos
instrumentos de recolecci¢n de datos y a veces con las mismas
variables, pero con otros indicadores-, se estudia el perfil
demogr fico y socioecon¢mico de los pobres, o sea se realiza un
an lisis de tipo ®radiogr fico¯.
Y en un tercer nivel de complejidad se encara el an lisis de la
din mica de la pobreza, que se podr¡a asimilar a un examen por
®tomograf¡a¯.
Volviendo al primer nivel; se puede ®diseccionar¯ la pobreza con
m‚todos e indicadores que asemejen desde un ®bistur¡¯ hasta un
®serrucho¯. Pero resulta m s £til hacerlo con una ®tijera¯,
simbolizando con ‚sta la combinaci¢n costo/calidad adecuada para
el objetivo perseguido. S¢lo tendr sentido incurrir en un costo
adicional para perfeccionar el instrumento de disecci¢n, en la
medida que permita obtener evidencia sobre nuevos grupos
poblacionales para los cuales haya que dise¤ar pol¡ticas.
En este punto vale la pena referirse a lo planteado aqu¡ respecto
a los indicadores de necesidades b sicas insatisfechas (NBI). Si
el m‚todo de las NBI est dejando fuera de consideraci¢n algunos
grupos objetivos de pol¡ticas, producto del sesgo que presentan
algunos indicadores, entonces s¡ se justifica invertir en la
incorporaci¢n de un indicador, dos indicadores, o m s, que
aumenten la capacidad de disecci¢n; pero esto no tendr¡a sentido
si la nueva disecci¢n no agrega un nuevo grupo objetivo.
Al pasar al rea de an lisis ®radiogr fico¯, como es el caso del
estudio de los perfiles de pobreza, se observa que ‚stos se pueden
construir tanto despu‚s de diseccionar con la l¡nea de pobreza
como con los indicadores de NBI. Estos perfiles (inserci¢n
ocupacional, indicadores que combinan educaci¢n y ocupaci¢n para
aproximarse al empleo de baja productividad, tipo de hogares,
etc.), que permiten obtener evidencias de poblaciones objetivos
para el dise¤o de pol¡ticas, constituyen informaci¢n que est
disponible y que es poco usada.
O sea, se insiste en mejorar los instrumentos de ®disecci¢n¯
aunque en cuanto an lisis ®radiogr fico¯ se utiliza poco o casi
nada de lo disponible.
Por otra parte, muchas veces se propone dise¤ar un instrumento de
recolecci¢n de datos -un formulario de encuesta, por ejemplo- que
se orienta a satisfacer tantos objetivos, (permitir una buena
®disecci¢n¯ entre pobres y no pobres,¯radiografiar¯ correctamente
el perfil y obtener ®tomograf¡as¯ de la din mica de la pobreza),
que resulta de muy alto costo y bajo retorno en cuanto a la
calidad de los datos. Esto se ve corroborado con varias
observaciones que reci‚n se efectuaron a partir del an lisis de
los resultados de las Encuestas nacionales de niveles de vida
(ENNIV).
En t‚rminos de la alegor¡a expuesta, sucede que estas encuestas
pasan a ser una especie de "dispensario" m¢vil, que intentan
llevar tom¢grafo, rayos X, bistur¡ y una camilla para operar. Eso
tiene un alto costo y la calidad final de esa cirug¡a no resulta
adecuada; dar‚ algunos ejemplos concretos que se pueden tomar como
evidencia emp¡rica de esta afirmaci¢n.
Se preguntaba reci‚n, por qu‚ el 30% de los pobres y el 31% de los
no pobres dicen tener determinado tipo de cobertura de salud, y se
respond¡a que, seguramente, la escasa diferencia entre ambos
grupos surge de limitaciones en la recolecci¢n de datos debido a
que las enfermedades son autoreportadas. Entonces la reflexi¢n
obvia es, para qu‚ gastar en una secci¢n de varias preguntas y
tener adem s un cuestionario con 14 secciones tem ticas, si
despu‚s se obtienen errores no muestrales de alta magnitud en la
recolecci¢n del dato. Ello no permite usar dicha variable, y a su
vez debilita la recolecci¢n de otras variables claves. Esto no
s¢lo es v lido para la ENNIV, situaciones an logas se observan por
ejemplo en la encuesta de condiciones de vida de Bolivia.
Volviendo al tema de mejorar el instrumento para la ®disecci¢n¯
entre pobres y no pobres, quisiera abordar por relevante el
tratamiento de las comidas fuera del hogar, para el caso de las
reas urbanas, en la determinaci¢n de la canasta alimenticia en el
m‚todo de l¡nea de pobreza.
La relevancia responde a la consideraci¢n de dos aspectos. Uno de
consistencia conceptual que se refiere a que las comidas fuera del
hogar se hacen m s necesarias en reas urbanas a medida que
aumenta la participaci¢n en la actividad econ¢mica de otros
miembros del hogar (c¢nyuges, j¢venes, etc.), adem s del jefe; y
esta mayor participaci¢n responde a su vez a estrategias de los
hogares para aumentar sus ingresos corrientes, que en el caso de
los pobres sirve para aliviar la pobreza o salir de ella.
El otro aspecto relevante se refiere a la incidencia en el costo
que implica considerar las comidas fuera del hogar. Estas tienen
un costo cal¢rico que en varios pa¡ses de Am‚rica Latina es de
cuatro, cinco y hasta seis veces el costo de la comida en el
hogar. Si la participaci¢n de las comidas fuera del hogar
alcanzara por ejemplo a un 10% del costo de la canasta total de
alimentos, entonces su incidencia en el costo alimenticio de la
canasta b sica de alimentos para estimar pobreza, ser¡a de entre
40% y 60%.
Esta consideraci¢n resulta en una incidencia en el costo mucho m s
significativa que mejorar la estimaci¢n de la l¡nea de pobreza
incorporando las escalas de equivalencia. Por ejemplo, la
diferencia entre si un ni¤o equivale a un 66 ¢ un 86% de un
adulto, en un hogar de dos adultos y dos ni¤os, lleva a una
incidencia relativa en el costo de un 10% a un 20% frente al 40% a
60% de incidencia se¤alado para las comidas fuera del hogar.
Otro de los puntos, tal vez el m s importante y neur lgico de la
estimaci¢n de la l¡nea de pobreza, es el c lculo y tratamiento del
inverso del coeficiente de Engel.
Sobre este aspecto quiero plantear que debi‚ramos cuestionar
aunque sea en alguna medida el m‚todo abreviado de estimaci¢n de
l¡neas de pobreza; pero no cuestionarlo en cuanto a su naturaleza,
sino en cuanto a su operacionalidad. Esto significa que dado el
diferente comportamiento en el gasto no alimenticio de los
hogares, con econom¡as o deseconom¡as de escala de algunos tipos
de bienes, y requerimientos o no de otros bienes y servicios en
funci¢n de la composici¢n de los hogares, ser¡a saludable, sin
eliminar el m‚todo abreviado, estudiar la posibilidad de pasar a
una especie de m‚todo semi-abreviado. Por ejemplo, estimar los
costos de vivienda por separado, de acuerdo a los diferentes
tama¤os requeridos por los hogares, calidades b sicas aceptables,
y consideraciones sobre los precios de arriendo o valor locativo
conforme a los mercados a los que acceden los estratos de bajos
ingresos no pobres. Estimar, por otra parte, los costos de
educaci¢n y cobertura de salud necesarios para no estar en la
pobreza. Luego, sumar el costo de la canasta b sica de alimentos
m s el costo requerido de vivienda, educaci¢n y salud, y a dicha
suma aplicarle el inverso del coeficiente que resulta, en el
estrato de referencia, de relacionar la suma del gasto de consumo
en estos cuatro rubros con el gasto total de consumo.
Pasando al tema de la combinaci¢n de los m‚todos de l¡nea de
pobreza y de NBI, o m‚todo combinado, agregar¡a a lo ya expuesto
los siguientes comentarios.
El m‚todo de la l¡nea de pobreza y el de las NBI son enfoques
conceptuales bien distintos, aunque el fen¢meno que abordan sea el
mismo. La medici¢n de la pobreza aspira a registrar como pobre a
quien lo es durante un largo per¡odo de tiempo, o sea
conceptualmente busca aproximarse a la incapacidad del ingreso
permanente de satisfacer los gastos b sicos necesarios. Pero
ninguno de los dos m‚todos cumple el objetivo de medici¢n a
cabalidad.
La l¡nea de pobreza, porque lo intenta a trav‚s del ingreso
corriente, bajo el supuesto de que lo captado en ese momento tiene
un gran parecido con el ingreso en los otros per¡odos. Esto
resulta un supuesto bastante aceptable en el caso de los ingresos
denominados fijos, sueldos y salarios, jubilaciones, etc., que
alcanzan a ser m s del 70% u 80% de las fuentes en los sectores de
bajos ingresos.
El m‚todo de NBI al medir el acceso efectivo a bienes y servicios,
se aproxima a su objetivo a trav‚s de los resultados de la
acumulaci¢n de capital econ¢mico y social que registran los
hogares.
Entonces, pensar a partir de ellos en un m‚todo integrado es
neutralizarlos entre s¡, porque significa pasar de una
aproximaci¢n en dos dimensiones a otra de una dimensi¢n; o sea,
dejar de analizar el fen¢meno en el espacio para estudiarlo en un
plano. En cambio, combinar el uso de los m‚todos s¡ arroja mucho
m s luz sobre el mismo al capitalizar la doble aproximaci¢n.
Respecto al ejercicio de incorporar la variable ingreso al
an lisis de la pobreza con una importante desagregaci¢n
geogr fica, har‚ tres observaciones.
Primero, que determinadas pol¡ticas y programas sociales no
necesariamente requieren de informaci¢n de ingresos con alta
desagregaci¢n geogr fica. Por ejemplo, instalar programas de
planificaci¢n familiar requerir¡a desagregaci¢n geogr fica con un
buen acercamiento a informaci¢n sobre fecundidad, educaci¢n de
las mujeres, proporci¢n de mujeres en edad f‚rtil, etc., pero no
requerir¡a tanto el dato de ingreso a niveles geogr ficos menores.
Con esto quiero aludir a que realmente hay que pensar a priori qu‚
tipo de diagn¢stico se va a utilizar para actuar despu‚s, de
manera de analizar si vale la pena agregar la variable ingreso a
nivel de desagregaci¢n geogr fica.
Segundo, suponiendo que se requiere informaci¢n de ingresos a
niveles geogr ficos desagregados, cabe indicar que la relaci¢n
entre ingreso y nivel educativo no es lineal. En el Panorama
social de Am‚rica Latina de la CEPAL, en su edici¢n de 1994, se
puede constatar que entre los ocupados adultos con 0 a 6 a¤os de
educaci¢n el ingreso por trabajo tiene muy poca variaci¢n, con 6 a
9 a¤os de estudio aumenta un poco el coeficiente angular de la
relaci¢n; crece significativamente el retorno en ingresos con 10 a
12 a¤os de estudio, y aumenta m s a£n por encima de este nivel
educativo.
Mi observaci¢n apunta entonces a que no se puede suponer una
relaci¢n lineal de esta funci¢n, porque no es lineal.
Tercero, la relaci¢n entre educaci¢n e ingreso tiene sentido
estimarla a nivel de personas m s que a nivel de hogares; lo que
constituye una diferencia sustancial con el ejercicio propuesto.
Basta con mencionar dos aspectos: las diferencias de g‚nero en los
ingresos por trabajo para igual nivel educativo, y las diferencias
de ingreso para distintos tramos de edad con igual nivel
educativo. Por lo tanto, estimar la funci¢n agregada tiene un
grado de error muy superior al de agregar las funciones
individuales.
M s a£n en el caso del Per£, donde la particularmente alta
proporci¢n de auto-empleo e inserci¢n laboral informal, le agrega
todav¡a m s dispersi¢n a los ingresos asociados a un mismo nivel
educativo.
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