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2.1.4 ALGUNOS PROBLEMAS EN LA MEDICION DE LA POBREZA Econ. Pedro Francke* I. INTRODUCCION Uno de los principales problemas que enfrenta el Per£ es el de la pobreza, que afecta a alrededor de la mitad de los peruanos. La reducci¢n de la pobreza se ha convertido en uno de los principales objetivos nacionales, habiendo enunciado el Presidente Fujimori en el discurso inaugural de su actual mandato gubernativo, la meta de reducir a la mitad la pobreza extrema en este quinquenio. Enfrentar un fen¢meno requiere tener el mejor conocimiento posible del mismo, y por ello la medici¢n de la pobreza ha adquirido una importancia mayor. Sin embargo, las dificultades que se enfrenta en esta tarea no son a menudo comprendidas adecuadamente. Se asume muchas veces las cifras como si fueran absolutas y tuvieran una gran exactitud, lo que no necesariamente es cierto. En esta exposici¢n se busca presentar algunas de las dificultades metodol¢gicas existentes en esta tarea. De esta manera se busca aportar a una mejor comprensi¢n de este fen¢meno y a la lucha por su erradicaci¢n. I. LA MEDICION DE LA POBREZA MEDIANTE LA ®LINEA DE POBREZA¯ Un punto fundamental que hay que recalcar es que la medici¢n de la pobreza tiene siempre un fundamento sujeto a discusi¢n, debido a que no existe un consenso respecto de a qui‚nes debemos considerar pobres y c¢mo medir su nivel de pobreza. Ello depende de valoraciones ‚ticas que van desde la forma de conceptualizar el problema, hasta la determinaci¢n de la forma operativa de medirlo. La opci¢n m s utilizada en las £ltimos d‚cadas ha sido establecer una "l¡nea de pobreza"; es decir, un valor monetario de consumo m s abajo del cual se considera que las personas se encuentran en una situaci¢n de pobreza. Dicho valor monetario deber¡a alcanzar al hogar para que cubra el conjunto de sus necesidades b sicas. Este m‚todo fue propuesto por Orshansky en la d‚cada de los sesenta, y es el que se utiliza en el Per£ para determinar los indicadores de pobreza. La medici¢n de esta l¡nea de pobreza tiene dificultades, sin embargo, porque es discutible la determinaci¢n exacta de cu nto requiere una familia de ropa, transporte, vivienda, as¡ como otros elementos usualmente menos considerados pero no por ello irrelevantes como el entretenimiento. A ello se a¤ade un problema conceptualmente menos dif¡cil pero que en el Per£ presenta dificultades operativas, cual es el de su valorizaci¢n posterior1 . En virtud de ese problema, el m‚todo m s com£nmente utilizado para estimar una "l¡nea de pobreza" consiste en: 1) Establecer una canasta normativa de alimentos que satisfaga las necesidades nutricionales de la persona. 2) Calcular la relaci¢n entre el consumo total y el valor del gasto en alimentos, tomando como referencia un estrato social cercano a quienes tienen un gasto en alimentos que les permitir¡a cubrir la canasta alimentaria definida. Esta relaci¢n se suele llamar coeficiente (viene a ser la inversa del coeficiente de Engel). 3) Multiplicar ambos c lculos y obtener as¡ el valor de una canasta total. El supuesto impl¡cito es que las necesidades no alimenticias son valorizadas de acuerdo al gasto que en ellas realizan quienes apenas logran cumplir sus necesidades nutricionales. Este m‚todo ha merecido una cr¡tica por la circularidad del razonamiento: la l¡nea que define la pobreza se calcula en funci¢n a quienes son pobres. En efecto, la canasta que cubre las necesidades no alimentarias define la pobreza, pero a su vez es definida por un concepto que se considera an logo a la pobreza: el gasto de los que apenas cubren sus necesidades alimentarias. Cabe se¤alar que este procedimiento se hace en el Per£ estableciendo diferentes canastas para cada regi¢n, diferenciaci¢n cuyo significado no ha sido suficientemente esclarecido desde un punto de vista conceptual. II. LAS COMPARACIONES INTERTEMPORALES DE LA POBREZA La medici¢n de la pobreza tiene importancia por dos cuestiones asociadas a la misma, antes que por el dato en s¡. La primera es el llamado "perfil de la pobreza": conocer qui‚nes son los pobres es muy £til para poder precisar las mejores pol¡ticas para combatir la misma. La segunda es conocer cu l es la evoluci¢n de la pobreza en el tiempo, para poder evaluar la eficacia de diferentes pol¡ticas para reducirla. Sin embargo, problemas adicionales se presentan cuando se quiere hacer comparaciones intertemporales de pobreza. Al respecto, un aspecto conceptual que es necesario abordar previamente es si nuestra "canasta" de necesidades debe permanecer est tica en el tiempo. Tener luz el‚ctrica no es indispensable para preservar la vida ni habr¡a sido considerada una necesidad b sica para hacer un estudio de la pobreza en el Per£ del siglo pasado, pero s¡ parece una necesidad fundamental el d¡a de hoy. Pero para no ir tan lejos, cuarenta a¤os atr s no hab¡a vacuna contra la polio, y hoy es sin duda una necesidad fundamental. Existe una tendencia a que el desarrollo nos lleve a considerar como necesidades a elementos a los que antes no se les daba esa importancia. A ello se suma otro problema: a£n si las necesidades son las mismas, ¨los satisfactores tambi‚n son los mismos? Por ejemplo, en el caso de la necesidad nutricional, ¨no pueden variar los gustos de la gente, o tal vez el consumo de las familias adecuarse a los cambios en los precios relativos? Pero a£n obviando ese problema, existe otro adicional: el de los precios. Siempre que se hace una comparaci¢n intertemporal de valores hay que considerar la variaci¢n de los precios. El problema es que bajo el m‚todo anteriormente rese¤ado no existe una canasta definida totalmente: hay una canasta alimenticia, y un "otros" cuya composici¢n no est definida. La construcci¢n de un ¡ndice de precios, en este marco, tiene dificultades. A£n solucionando estas dificultades, la metodolog¡a planteada mantiene un problema: qu‚ sucede si, a£n considerando estas correcciones de precios, la composici¢n del gasto entre alimentos y otros rubros var¡a. En este caso, para una determinada fecha tenemos dos l¡neas de pobreza a precios reales: la calculada con el coeficiente (gastos totales/gastos alimenticios) del per¡odo corriente, y aquella calculada con el coeficiente del per¡odo base. La medici¢n de la pobreza en el Per£ no ha sido hecha manteniendo criterios para una comparaci¢n intertemporal, sino tomando cada a¤o como independiente de los anteriores. En otras palabras, se ha mantenido una misma canasta alimenticia que se ha valorizado para cada a¤o; a partir de este valor se ha calculado qu‚ decil de la distribuci¢n del ingreso de cada regi¢n alcanza ese nivel de gasto en alimentos, se ha obtenido el coeficiente y se ha calculado la l¡nea total. El problema es que, de esta manera, los coeficientes obtenidos han sido muy diferentes, lo que ha motivado que las l¡neas de pobreza evolucionen de manera muy distinta. Esto impl¡citamente significa evaluar la pobreza en base a diferentes canastas. Esto no es negativo o censurable en s¡ mismo; el problema es que ese cambio en la canasta no responde a valoraciones ‚ticas de la sociedad, sino a un comportamiento del consumo de determinado estrato social que puede o no responder a cambios en necesidades reales. Esa l¢gica de medici¢n deber¡a implicar que la l¡nea de pobreza est‚ directamente relacionada con los ingresos, produciendo comparaciones sesgadas. En efecto, si los ingresos de la poblaci¢n mejoran, su porcentaje de gasto en alimentos se reduce, lo que eleva el valor de la l¡nea de pobreza y produce estimaciones de la pobreza m s elevada. III.PROBLEMAS ESTADISTICOS EN LA MEDICION DEL CONSUMO Otro rango de dificultades se presenta en la estimaci¢n del gasto de consumo de las familias. Usualmente para la medici¢n de la pobreza se utilizan encuestas de hogares en las cuales ‚stos indican cu nto gastan en los distintos componentes de su consumo. Esta informaci¢n se utiliza, tanto para calcular el coeficiente, como para compararla con la l¡nea y determinar los indicadores de pobreza. En general se prefieren los datos del consumo a los del ingreso porque las respuestas son m s confiables, al ser la suma del consumo de diferentes rubros y no asociarse tan directamente a aspectos como el tributario que incentivan a las personas a una subdeclaraci¢n ante el temor de que los datos sean utilizados en su perjuicio. Los datos del consumo ser¡an tambi‚n m s estables, y se asocian al llamado "ingreso permanente". El problema principal en este caso viene dado por los componentes del consumo que son bienes durables, tanto viviendas como otros bienes duraderos tales como carros, refrigeradoras, etc. Es evidente que dos familias id‚nticas, con el mismo ingreso, pero teniendo una de ellas casa propia y la otra viviendo en una alquilada pueden estar atravesando situaciones muy distintas, y que esa diferencia puede ser la diferencia entre ser pobre o no. En el caso de los bienes duraderos que no son viviendas, en alg£n caso se han calculado los valores de depreciaci¢n (Glewwe 1987), pero ello no se ha utilizado para la medici¢n de la pobreza absoluta2 . En el caso de las viviendas, lo que se ha hecho en el Per£ es, para los propietarios de viviendas, imputar un gasto de consumo de las mismas como si las estuvieran alquilando. Para ello, se pregunta a las familias en cu nto alquilar¡an sus viviendas si tuvieran que hacerlo. Sin embargo, las encuestas indican que las familias tienden a indicar valores exagerados, fuera de la realidad, que sesgan los datos. En la encuesta ENNIV de 1985-86, el cuestionario m s detallado permiti¢ a Glewwe estimar la renta imputada en base a una metodolog¡a de precios hed¢nicos. Esta metodolog¡a calcula un alquiler hipot‚tico para las viviendas no alquiladas, en base a regresiones de lo pagado en aquellas alquiladas en relaci¢n a las caracter¡sticas de dichas viviendas. La circularidad se¤alada del m‚todo del coeficiente de Engel, sin embargo, reduce el impacto de estos problemas en una medida como el "porcentaje de pobres". En efecto, eliminar del c lculo del consumo la renta imputada o cualquier otro rubro (por ejemplo, los gastos en vestido) no afecta mucho el c lculo, debido a que se reducen en similar proporci¢n el gasto de consumo de los hogares y la l¡nea de pobreza. Lo que sucede es que si se deja de contabilizar un rubro del consumo, el coeficiente se reduce, dado que se calcula dividiendo el gasto total entre el gasto en alimentos del estrato que apenas cubre sus necesidades alimenticias. As¡, si el gasto total es menor mientras que el gasto en alimentos no se altera, l¢gicamente el coeficiente tiene que reducirse. Y esa reducci¢n en la l¡nea de pobreza es similar a la reducci¢n del gasto total que tienen precisamente este estrato cuyo consumo es similar a la l¡nea de pobreza y que por ello es cr¡tico para determinar el porcentaje de pobres3 . Esto resalta, a su vez, los problemas que tienen este m‚todo. IV. AJUSTANDO LA LINEA MEDIANTE UN INDICE DE PRECIOS Como se ha indicado, el m‚todo m s directo para hacer una medici¢n de la pobreza que sea comparable intertemporalmente es ajustar la canasta mediante un ¡ndice de precios. El problema es que la construcci¢n de un ¡ndice de precios requiere de una canasta completamente definida, algo de lo que carecemos. Hay en este caso varias opciones: . Utilizar la variaci¢n de precios de la canasta alimenticia, o . Utilizar el Indice de Precios al Consumidor4,o . Construir un ¡ndice de precios que considere la canasta alimenticia y el rubro "otros", estimados con las ponderaciones de los pobres. Utilizar s¢lo los precios de la canasta alimenticia para una canasta que tiene otros elementos no parece adecuado, y aplicar el IPC es aplicar un ¡ndice que es propio del consumo del conjunto de la poblaci¢n - y no s¢lo de los pobres - y que no guarda relaci¢n con una definici¢n normativa de la pobreza. Por ello nos parece preferible la tercera opci¢n. Impl¡citamente, esta opci¢n asume que la canasta "completa" que define la pobreza est dada por la canasta alimenticia normativa m s la cantidad de los otros componentes del consumo en los que efectivamente gastan aquellos que se encuentran en el umbral de sus necesidades alimenticias. Esto es compatible con la l¢gica del m‚todo de medici¢n. L¢gicamente, adem s, debe tratarse de definiciones metodol¢gicas del gasto de consumo que sean compatibles. V. ALGUNOS PROBLEMAS DE LA MEDICION DE LA POBREZA MEDIANTE LA LINEA Esta aproximaci¢n no considera la atenci¢n de necesidades b sicas que pueden ser cubiertas por el estado, como la salud o la educaci¢n. Debido a ello, resulta v lida en la medida en que en las sociedades modernas la mayor¡a de necesidades se satisfacen a trav‚s del mercado, pero no es una buena aproximaci¢n para aquellas necesidades satisfechas mediante la acci¢n p£blica. Tambi‚n considera impl¡citamente que la mala utilizaci¢n de los ingresos por parte del hogar no es un problema de pobreza; en otras palabras, que si una familia tiene ingresos superiores a los que definen la pobreza pero el padre gasta mucho en alcohol y por ello los hijos son desnutridos, estos ni¤os no tiene un problema de pobreza. Uno de los fundamentos de este sesgo es la conceptualizaci¢n del hogar como la unidad de an lisis, dejando de lado los problemas de la distribuci¢n al interior del hogar. La determinaci¢n de la canasta alimenticia que cubre las necesidades nutricionales tampoco es sencilla. Porque debe cumplir simult neamente dos requisitos: cubrir los requerimientos energ‚tico-proteicos y de micronutrientes que tiene el organismo humano, y adem s tener una composici¢n similar a la de las preferencias de los consumidores5 . A menudo se usan canastas definidas por nutricionistas, que tienen en cuenta pero no responden totalmente a las preferencias reales: jam s incluyen nada de caramelos o dulces que, sin embargo, forman parte del consumo real incluso de los hogares pobres. Bajo este procedimiento, la relaci¢n entre contenido nutricional y gustos sociales no est sujeta a un m‚todo preestablecido. Trabajos innovadores al respecto, lamentablemente no publicados, son "Pobreza absoluta y programas de asistencia directa", mimeo, BCR, 1990 (algunos resultados se encuentran en "Estrategias de alivio de la pobreza", Departamento de Estudios del Sector Social, BCRP, 1994), y "La magnitud de la pobreza en Lima en 1991", Direcci¢n T‚cnica de Demograf¡a y Estudios Sociales, INEI, noviembre de 1993, mimeo. La metodolog¡a del trabajo del BCR consisti¢ en calcular el consumo real de calor¡as de las familias de la ENNIV 1985-86, as¡ como el gasto en alimentos de esas familias, y mediante una regresi¢n estimar el nivel de gasto que de acuerdo a esos patrones de consumo deben tener los hogares para satisfacer sus necesidades nutricionales.. La metodolog¡a del estudio del INEI consisti¢ en utilizar casi sin modificaciones la canasta de consumo de alimentos de los hogares del tercer quintil, que resultaba ser el que cubr¡a sus necesidades nutricionales. Otro problema que se presenta se refiere a la diferente composici¢n de los hogares. Hay una gran diferencia entre hogares con dos personas que con diez personas. Se suele tomar como referencia el n£mero de personas del hogar y considerar el gasto per c pita. Sin embargo ello no es del todo exacto, ya que los m s peque¤os requieren menos alimentos - aunque m s ropa- y adem s porque hay necesidades que se satisfacen compartidamente: cuatro personas no necesitan pagar el doble por casa, ni siquiera el doble por gas para cocinar sus alimentos6 . El problema de la aproximaci¢n de la l¡nea total mediante el coeficiente de relaci¢n entre gasto total y canasta alimenticia tiene tambi‚n problemas, ya que puede haber necesidades que no se est n cubriendo. En efecto, una de las deficiencias que este m‚todo trae a luz es el siguiente: se observa que en sectores rurales el gasto alimenticio es una mayor proporci¢n del gasto total, y por ello el coeficiente de ajuste de la canasta alimenticia para calcular la l¡nea de pobreza es menor. El problema es que ello refleja a su vez las m s dif¡ciles condiciones de vida en el campo. En otras palabras, no se est considerando la necesidad de los pobladores rurales a tener luz y agua, porque dado que no las tienen, no gastan en ello y por lo tanto no se consideran en el c lculo de la l¡nea de pobreza. Por cierto, el mismo razonamiento se aplica a los menores gastos en £tiles escolares porque los ni¤os van menos al colegio, y a los menores gastos en salud porque no tienen acceso a estos servicios. Esto sucede porque el m‚todo del coeficiente implica un supuesto fuerte: que quienes logran cubrir sus necesidades alimenticias, cubren tambi‚n sus otras necesidades, y sin exceso. Es claro que esto no es necesariamente cierto. Es m s, se contradice con la teor¡a de la jerarquizaci¢n de las necesidades, que establece que las necesidades alimenticias son las necesidades m s primarias. VI. A MODO DE CONCLUSION Como se puede ver, a pesar de la importancia que a nivel social y pol¡tico se otorga al problema de pobreza, existen diversos problemas en su medici¢n. Estos se deben a la existencia de un pa¡s heterog‚neo, con avances diversos en la satisfacci¢n de necesidades b sicas y diferentes h bitos de consumo, as¡ como a cuestiones inherentes a los m‚todos de medici¢n. La investigaci¢n en estos aspectos es a£n insuficiente, y requiere de mayor an lisis y debate para poder llegar a un conocimiento m s exacto de este acuciante problema nacional. ÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄÄ * Economista, Investigador del Area de Estudios Sociales del Banco Central de Reserva del Per£. Asesor de FONCODES. Ministerio de la Presidencia. Lima. 1 Debido a la carencia de encuestas de precios para las zonas rurales. 2 Glewwe s¢lo desarrolla una medici¢n de desigualdades y analiza las caracter¡sticas de un sector ordefinido por pobreza relativa (el 10% y el 30% de menor consumo). 3 Sin embargo, es probable que los efectos sean mayores sobre otras medidas m s adecuadas de pobreza, como la brecha de ingresos o el FGT, que depende m s de la situaci¢n del conjunto de los pobres. 4 Este es el m‚todo actualmente utilizado en los Estados Unidos por el departamento de estad¡sticas de la seguridad social. 5 Se ha buscado conceptualizar la demanda de alimentos como un demanda indirecta por varios atributos de los mismos. La calidad nutricional es uno de ellos, pero otros son el "gusto", la "digeribilidad" y el costo de preparaci¢n impl¡cito que conllevan. Si s¢lo se considerara la necesidad nutricional, la canasta alimenticia que definir¡a la pobreza ser¡a aquella que provee el nivel de nutrientes al menor costo, lo que puede resolverse mediante un procedimiento de investigaci¢n de operaciones. Tal procedimiento arroja, sin embargo, resultados que son absurdos desde el punto de vista de las costumbres sociales. 6 Un avance al respecto es el de P. Glewwe (1987). Glewwe asume determinados coeficientes de relaci¢n entre consumo de alimentos y consumo de ni¤os de diferentes edades. Este enfoque es tambi‚n asumido por BCR (1990). Yamada y Ruiz (1996) tambi‚n utilizan coeficientes de este tipo. Una derivaci¢n econom‚trica de estos coeficientes puede verse en Slesnisck (1993). |