5.5 INDICADORES DE SUSTENTABILIDAD AMBIENTAL 1

El interés de los gobiernos por establecer sistemas de indicadores medioambientales se ve reforzado a partir de la publicación del informe sobre calidad de vida preparado por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de los EE.UU. en 1973. Es así que a fines de la década de los setenta, se registran los esfuerzos de la región por recopilar estadísticas sobre situación ambiental (CEPAL, 1979) y en 1988, la reunión del G-7 toma la iniciativa de solicitar a la OECD que desarrolle un sistema de indicadores.

En este sentido, se podría decir que recién en la última década, en especial a partir de la realización en Río de Janeiro en 1992 de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo y Medio Ambiente, que los intentos por construir indicadores de sustentabilidad ambiental han sido definitivamente incorporados en la agenda internacional. Constituyen ejemplos pioneros en esa dirección los esfuerzos realizados por el Banco Mundial en 1988, el PNUD en 1990, la OCDE en 1991, la Oficina de Estadísticas de Naciones Unidas y el PNUMA en 1992, y el HABITAT y la Universidad de Naciones Unidas en 1995 (CEPAL 1997).

Todas esas iniciativas se han visto fortalecidas y consolidadas después del establecimiento de la Comisión de Desarrollo Sustentable (CDS) de las Naciones Unidas como resultado de la Conferencia de Río. Tanto es así que durante su Tercera Sesión, realizada en Abril de 1995, la CDS aprobó el lanzamiento de un ambicioso programa de trabajo para el establecimiento de sistemas comunes y compatibles de recolección de información estadística nacional que posibiliten la construcción de indicadores de desarrollo sustentable comparables para todos los países del planeta. El objetivo básico del programa fue llegar al año 2000 con un set de indicadores. que puedan ser utilizados en la toma de decisiones, identificándose aproximadamente 130 indicadores (CDS, 1995). El enfoque aprobado en 1995 y que ha encauzado todas las iniciativas desde entonces permite organizar los distintos indicadores a partir de los capítulos de la Agenda 21 aprobada en Río 1992 y de acuerdo con la lógica de Fuerza Impulsionadora -Estado - Respuesta.

En resumidas cuentas, se ha sustituido el concepto tradicional de indicadores de presión (ambiental) por la de fuerza (actividades humanas y procesos que impactan la sustentabilidad) para poder incluir indicadores sociales, económicos e institucionales, y se ha mantenido la idea de indicadores de estado para indicar la situación actual respecto de un indicador de fuerza y los indicadores de respuesta, los cuales sirven para señalar opciones de política en respuesta a cambios en los indicadores del estado actual del desarrollo sustentable.

Entre los indicadores nacionales más afines con la noción de desarrollo sustentable se encuentran el Indice de Desarrollo Humano (IDH) propuesto por el PNUD en 1990, el Ahorro Doméstíco Genuino del Banco Mundial y el índice de Bienestar Económíco Sustentable (IBES) desarrollado por Herman DALY y Clifford COBB a fines de la década pasada (1989, 1994).

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1 Estrategias Ambientales para el desarrollo sustentable de América Latina y el Caribe: 1999

 

5.5.1 Indice de Desarrollo Humano -IDH

El IDH varía en una escala de 0 a 1 y representa la agregación de tres indicadores: la longevidad, medida por el número de años de expectativa de vida al nacimiento; el conocimiento, medido por la tasa de alfabetización adulta y el número de años promedio en la escuela; y el control sobre recursos, medido por el Producto Bruto Interno per cápita ajustado por el poder de compra. La principal crítica que se hace al IDH refiérase a que el índice es construido a través de promedios nacionales, no llevando en cuenta por tanto las desigualdades regionales, personales e inter-sectoriales en la distribución de la riqueza, aunque al incluir "expectativa de vida al nacer" y "alfabetización" el índice incorpora indirectamente los efectos de la distribución de recursos. Si bien es cierto que el IDH significa un perfeccionamiento considerable respecto de los indicadores tradicionales de crecimiento, este no permite una evaluación de la situación ambiental de los países. En otras palabras, pueden existir situaciones de incremento en la expectativa de vida o de aumento en la tasa de alfabetización de la población adulta en base precisamente a una sobreexplotación de los recursos naturales o permitiendo la contaminación de sus ecosistemas, todo lo cual irá a representar un deterioro de las condiciones de vida en el futuro.

5.5.2 Indice de Bienestar Económico Sostenible-IBES

Desde los años sesenta ha existido un debate sobre cual serían los efectos de desarrollo económico en el bienestar social, de cómo el crecimiento económico puede contribuir a una mejora del bienestar social (Nordhaus & Tobin, 1972); y si el crecimiento económico será limitado por escasez de recursos naturales y altos niveles de contaminación (Boulding 1966, Georgecu-Roegen 1971, Daly & Cobb 1989, Daly & Townsend 1993). Tratando de responder a estas interrogantes Daly y Cobb (1989) desarrollaron el Indice de Bienestar Económico Sostenible, IBES, (Index of Sustainable Economic Weifare ISEW), como un mejor indicador de bienestar que incorpora estos temas y otros.

El Indice de Bienestar Económico Sostenible (IBES), trata de superar algunas de las limitaciones del Producto Bruto Interno como medida del bienestar mediante la introducción de correcciones a los valores de "Consumo Final Privado" calculados de acuerdo a los procedimientos convencionales. En unos casos este índice toma en cuenta aspectos que afectan al bienestar que no son considerados en el cálculo del PBI, como la distribución del ingreso o el valor del trabajo doméstico; en otros, como 'la pérdida o degradación del capital natural, el tratamiento que se hace de los datos es distinto al del PBI.

Hasta ahora, el indicador más comúnmente utilizado para medir el progreso económico de un país es el Producto Bruto Interno (PBI), a través del Sistema de Cuentas Nacionales. Sin embargo, un país puede agotar sus recursos minerales, talar sus bosques, degradar sus suelos, contaminar sus acuíferos y explotar sus recursos pesqueros hasta la extinción, pero el ingreso no se ve afectado cuando estos activos desaparecen (Repetto et al, 1990). El crecimiento del PBI se asocia a mayores niveles de bienestar, pero el PBI se incrementa tanto con inversiones en nuevos colegios como con gastos realizados para limpiar derrames tóxicos (Hawken, 1997) o con recursos destinados a combatir la delincuencia.

El tratamiento de los recursos naturales en los sistemas convencionales de cuentas nacionales refuerza la falsa dicotomía entre economía y medio ambiente y valida la idea de que altas tasas de crecimiento económico pueden ser obtenidas y sostenidas destruyendo la base de recursos; el resultado puede ser ganancias efímeras de ingreso y perdidas permanentes de riqueza (Repetto et al, 1990). En países en vías de desarrollo donde existe una fuerte relación entre pobreza y medio ambiente, y donde el crecimiento económico está basado en los recursos naturales, la omisión de estos valores puede dar señales erróneas del crecimiento económico real de un país (Lutz, 1993) y de su sostenibilidad.

El IBES fue pensado como una mejor y más apropiada medida de bienestar. Parte del valor del consumo privado, CP, que incluye todas los gastos finales incurridos por el consumidor, excluyendo gastos del gobierno y comercio internacional, y el primer paso consiste en un ajuste por distribución del ingreso. Posteriormente se añaden o substraen una serie de elementos que representan costos o beneficios sociales y ambientales. Se suman servicios consumidos en la economía, pero sin expresión monetaria, como el trabajo doméstico, así como servicios prestados por el Estado por los cuales normalmente no se pagan tarifas (se considera el uso de calles y carreteras como el más importante). Además, parte de los gastos del gobierno en salud y educación aumentan el bienestar individual. En el caso de los bienes de consumo durables, como refrigeradores o automóviles, que proporcionan servicios por períodos superiores a un año, se distribuye anualmente el bienestar que generan durante su vida útil.

Entre los elementos que se substraen del valor del consumo privado se encuentran los gastos de carácter defensivo de carácter privado, los costos sociales de diversas actividades y la depreciación de activos medioambientales y recursos naturales. Los gastos defensivos considerados son los realizados por las familias, por ejemplo, para la prevención de delitos (alarmas y otros dispositivos de seguridad), los gastos de transporte al trabajo y un porcentaje de los gastos privados en salud. Los costos sociales considerados incluyen los derivados de la contaminación del aire y del agua y otros que se pueden atribuir al aumento de la población y congestión como los accidentes de auto.

También se ajusta el CP tomando en cuenta la degradación y pérdida del capital natural. El último ajuste se realiza considerando la inversión neta de capital. Uno de los elementos de sostenibilidad económica es el mantenimiento o aumento del capital por trabajador (edificios, maquinaria y otra infraestructura).

El IBES calcula los cambios en el stock de capital como la diferencia entre el capital mínimo requerido para mantener el mismo nivel de capital por trabajador y el nuevo capital incorporado a la economía durante el año.

  • El IBES en los países desarrollados

    El cálculo del IBES en su versión completa, plantea necesidades de información que son difíciles de cumplir incluso en países desarrollados. Hasta el momento existen siete trabajos de cálculo de este índice en países desarrollados: Estados Unidos (Daly & Cobb 1989), Reino Unido (lackson & Marks 1994), Alemania (Diefenbacher 1994), Holanda (Rosenberg & Oegema 1995), Austria (Stockhammer et al 1995), British Columbia (Gustavson & Lonergan 1994) y Suecia (Jackson & Stymne 1996).

    En general el PBI per cápita y el IBES per cápita tienen valores próximos hasta los años setenta, donde comienzan a diverger: el PBI per cápita aumenta mientras que el IBES per cápita se mantiene o decrece a través de los años. Al parecer son variables

    ambientales, (contaminación y agotamiento de los recursos naturales) las que explican esta divergencia. El único caso en que el IBES per cápita está por encima del PBI per cápita es en el caso de Holanda, debido a que los servicios de salud, educación, carreteras y la mayoría de los costos defensivos son financiados enteramente por el sector público.

    En el caso de EEUU, utilizando dólares de 1982, mientras el PBI per cápita pasó de $7 mil 866 a $17 mil 147 entre 1950 y 1994, el IBES per cápita disminuyó desde $5 mil 659 a $4 mil 068. Los principales factores que explican esta divergencia son el ajuste por distribución del ingreso (la disparidad de ingreso aumentó entre 1973 y 1994), el agotamiento de recursos energéticos no renovables y el daño medioambiental de largo plazo.

  • El IBES en los países de América Latina y el Caribe

    Para los países de la región, existe un estudio sobre Chile (Castafíeda, 1997) en el período 1965-1995 en el que el PBI per cápita tuvo un crecimiento del 89% y el IBES per cápita decreció en un 5%. Ambos índices evolucionan en paralelo hasta los años ochenta, cuando comienza a abrirse entre ellos una brecha de gran magnitud causada principalmente por la evolución de la distribución del ingreso hacia posiciones de mayor desigualdad y por los efectos negativos de la especialización productiva sobre el medio ambiente y los recursos naturales.

    Para la Argentina y Barbados el gasto público en educación y salud tiene el mayor peso dentro de los ajustes positivos y agotamiento del petróleo por el lado de los negativos. En el caso de Bolivia y Ecuador el principal ajuste que explica el resultado es la valoración del trabajo de la mujer en el hogar, siendo los demás ajustes poco significativos. Colombia y Venezuela presentan ajustes positivos similares a los de Bolivia y Ecuador, pero los costos de agotamiento del capital natural se hacen importantes en los últimos años especialmente los costos ambientales de largo plazo para Colombia y agotamiento de petróleo para Venezuela.

    En el caso de Chile el agotamiento de los recursos naturales (cobre y bosques) son los que principalmente explican el resultado. En Costa Rica a pesar de que el trabajo de la mujer en el hogar tiene un impacto positivo significativo, el agotamiento de los bosques y los costos ambientales de largo plazo lo sobrepasan a través de los años de estudio. Sorpresivamente, para Brasil, el agotamiento de los bosques no tuvo la importancia esperada, siendo los ajustes más importantes el gasto público en educación y salud y los costos ambientales a largo plazo. El mismo resultado se observa para República Dominicana.

    En México, la pérdida de tierras agrícolas es el ajuste de mayor peso por el lado negativo que da cuenta del resultado siendo el gasto público en educación y salud el ajuste positivo más importante. Por último, en Perú, la ausencia de ajuste por distribución del ingreso y el gasto público en educación y salud, son los principales factores explicativos de la evolución del IBES percápita.

  • Limitaciones del IBES

    El IBES es un índice que necesita aún ser mejorado, que depende de los precios de mercado y de procedimientos criticables o sujetos a discusión, especialmente en los que se refiere al cálculo de valores en la parte de medio ambiente y recursos naturales.

    Por otro lado, es un índice creado para un país desarrollado, lo que plantea varios problemas:

    1. Demanda mucha información, gran parte de la cual generalmente no está disponible en muchos de los países de la región;

    2. Enfatiza algunos problemas que pueden parecer de menor relevancia para los países de América Latina y el Caribe y;

    3. Por el contrario, el tratamiento que hace de algunos temas (por ejemplo, pérdida de bosques) no se adapta a la realidad de los países de la región.

    Respecto al capital natural, dado que el índice usa -precios de mercado el resultado subestima el costo real de disminuir los recursos naturales y la degradación del medio ambiente, ya que no incluye servicios ambientales como el mantenimiento de la biodiversidad, y otros aspectos que son relevantes si queremos considerar calidad de vida y opciones futuras. Por ejemplo, la renta Hotelling usado para bosques, no da cuenta del consumo local de este, ya sea para leña, construcción, o para la transformación en suelo agrícola; ya que normalmente no aparecen registrados en los valores de producción usados. Sin embargo, en América Latina y el Caribe la pérdida de bosque ligada a este tipo de procesos puede llegar a ser de mucha mayor magnitud que la causada por la producción comercial de madera. Esta es la principal razón de que en varios países que presentan altas tasas de deforestación, el ajuste por pérdida de recursos renovables fuera más bajo de lo esperado.

    Una alternativa a la renta Hotelling es usar un costo de reemplazo, por otra forma de capital renovable, que permita el mismo nivel de consumo en el futuro. Esta metodología fue usada para calcular perdida de recursos no renovables en los países desarrollados. En estos estudios por cada un barril equivalente de petróleo consumido se le asigna un valor de reemplazo por otra forma de capital renovable, que asegure el mismo consumo en el futuro en una forma perpetua (lackson & Marks, 1994).

    Por otro lado, en el cálculo del IBES asume que el bienestar depende directamente del nivel de consumo, se omiten cálculos relativos al capital humano (de enorme importancia en el incremento de la productividad de los trabajadores) y valores de 'felicidad' que están correlacionados con niveles de bienestar relativos. El valor de la disminución de tiempo libre u ocio, que son omitidos en este cálculo, puede mostrar en costos indirectos, una disminución de la calidad de vida (no-medida monetariamente).

    Otro de los ajustes que localmente podrían ser incluidos es el costo del crimen. Por ejemplo, Chile en 1994 tuvo un costo de $548 mil millones de pesos chilenos (equivalente a un 2,2% del PIB) gastados en prevención, control e investigación de actos delictuales (Guzman 1994), sin considerar la pérdida de vidas humanas. En Colombia se estimó que durante 1991 y 1997, el costo de la violencia llegó a un 4,3% promedio del PBI, incluyendo una valoración mínima de la pérdida de vidas humanas en términos de pérdida de producción, traspaso de capital, etc. (Panorama Social de América Latina 1998). La parte de estos valores que corresponde al consumo privado puede tener un impacto importante en el resultado final del IBES. Así como el costo del crimen, los costos que provocan el alcoholismo y otro tipo de drogas (que incluyan no solo los costos directos sino también los indirectos) pueden provocar ajustes significativos a nivel local en el IBES.

    Una de las características de este índice es la posibilidad de observar tendencias a través del tiempo dentro de un mismo país dando cuenta de los procesos locales más relevantes. A pesar de que el IBES no puede ser usado para comparaciones internacionales, al menos cuantitativamente dada las diferencias en metodología y que para algunos países el calculo de los costos defensivos es muy local, sería interesante en el futuro, una vez completado el IBES para cada país, ver como se comportan las tendencias de cada país dentro de la realidad latinoamericana.

    La relación entre economía y medio ambiente es crucial para los países en vías de desarrollo. La principal preocupación de los países de la región con respecto a los recursos naturales debiera ser en como tratarlos como una forma de capital, un bien de la economía que tenga potencial para contribuir en la productividad y bienestar a largo plazo, y también en como dar cuenta del verdadero valor social de los servicios y bienes que están fuera del mercado.

    En síntesis, la construcción de medidas más reales del bienestar y del desarrollo sustentable como el IBES representa un avance considerable para la toma de decisiones, no sólo en el área ambiental sino en las políticas públicas en general. Entre otros aspectos, permite establecer una relación más clara y directa entre las llamadas políticas ambientales explícitas y aquellas implícita, de carácter económico y social.

5.5.3 Huella Ecológica y Espacio Ambiental

Este concepto fue desarrollado por Mathis WACKERNAGEL y William REES (1996), el cual parte de la base de que cada ser humano, comunidad, región, país o conjunto de países produce un impacto en el planeta al consumir los servicios y bienes producidos por la naturaleza. Es posible, por tanto, determinar nuestra Huella Ecológica-HE, o sea, medir la cantidad de área biológicamente productiva que se hace necesaria para proveer en el tiempo los recursos necesarios para las actividades humanas y, a la vez, absorver los desechos generados por éstas. En verdad, la huella ecológica representa una variante del concepto ecológico tradicional de capacidad de soporte, es decir, el máximo de individuos de una determinada especie que un territorio puede sostener indefinidamente sin comprometer la productividad total del hábitat natural o modificado.

Como indican sus proponentes, la HE significa poner la capacidad de soporte "punta cabeza". Se trata de determinar los requerimientos de suelo para todas las categorías de consumo y de desechos, a la vez de determinar el máximo de habitantes que un territorio puede sostener, puesto que lo segundo depende de variables como las expectativas sociales de consumo, la tecnología disponible en el uso de energía y de materiales, etc. Por otro lado, la propia lógica de cálculo de la HE implica que esta no necesariamente coincide con el territorio "físicamente" ocupado por una población, incluyendo territorios "virtuales', normalmente apropiados desde otras comunidades. Por último, el concepto de la HE puede ser extendido para múltiples evaluaciones de sustentabilidad. Se puede, por ejemplo, medir la Huella Ecológica del comercio inter-regional, calculando cuánto de área biológicamente productiva una región se está apropiando por intermedio de sus importaciones, y cuanto de su propia capacidad de soporte se está deshaciendo a través de sus exportaciones.

Intimamente relacionado con el concepto de HE está el indicador de Espacio Ambiental-EA propuesto por el Instituto Wuppertal y la ONG ambientalista Amigos de la Tierra. En pocas palabras, se podría definir el EA como la cantidad total de capacidad ecológica de absorción, de energía, de recursos no-renovables, de tierra agrícola y de bosques que podemos usar globalmente sin disminuir la disponibilidad de éstos para las generaciones futuras (SPANGENBERG, 1995). Además de esa definición, los proponentes del Espacio Ambiental sugieren también un conjunto de principios asociados con el uso del indicador, tales como el principio de equidad (todos los individuos tienen derecho a usar espacio igual de recursos), el de impactos sociales (la sustentabilidad requiere de valores como democracia, transparencia, participación y solidaridad), el de proximidad (los problemas ambientales deben ser resueltos lo más próximo posible de su fuente) y el principio precautorio (cuando el riesgo de una situación es incierto, pero sus consecuencias son graves difícilmente reversibles, se justifica adoptar medidas correctivas anticipadamente a un conocimiento más acabado del problema). Las estimaciones relativas al Espacio Ambiental incluyen datos en las siguientes categorías: energía, materia prima de recursos no-renovables, uso del suelo, madera y agua.